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Ecuador, 24 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Poco se sabe de algunos como Roy Otero, ganador de Yo me llamo

La delgada línea entre la fama y el olvido...

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La ‘telerrealidad’ o reality show es un fenómeno televisivo que se encuentra en uno de sus mayores auges. Sin embargo, no es un fenómeno reciente, a finales de los 60 este formato empezó a despuntar en países como Alemania, Italia e Inglaterra. Esto por supuesto se vería reflejado en la televisión latinoamericana, siendo la cadena brasileña ‘Viana’ quien incursione en este tipo de programas.

Este fenómeno nació como una contraposición a las ficciones de las telenovelas, ya que la interacción entre los participantes no se rige a un libreto. Es una forma más cercana de ver el mundo. En este subgénero de la televisión basada en la realidad, la relevancia del personaje comenzó a pasar a un segundo plano ante la espectacularidad de la historia que protagonizaba, o lo que estaba dispuesto a protagonizar frente a las cámaras.

Ya en nuestro país, con el fenómeno ‘Pop Star’ en el 2003, miles de jovencitas se volcaron hacia el sueño de hacer una carrera dentro de la música. Alrededor de 3 mil chicas acudieron a las audiciones y luego de un largo proceso de selección y de competencia se formó el quinteto ‘Kiruba’, grupo musical que en su momento vendió 10 mil copias de sus dos álbumes. Pero el ‘idilio’ duró poco, ya que María José Blum, Diana Rueda, Mariela Nazareno, Cecilia Calle y Gabriela Villalba decidieron separarse en el 2004. De este proceso la única que ha sobrevivido -por así decirlo- ha sido Gabriela Villalba, que después de ser parte de Kudai decidió enfatizar en su carrera como solista produciendo composiciones propias hasta ahora.

Ese mismo año, en el ‘Gran Hermano’ se vieron grandes polémicas debido al formato de ‘encerrar’ a un grupo de personas indistintamente de su estrato social, formación académica, creencia política y religiosa. Esta mixtura social logró un gran show dentro de la franja televisiva, ya que también se jugó con la emotividad de cada individuo y se vivieron romances, rompimientos amorosos, alianzas y enemistades dentro de un pequeño espacio, por supuesto repleto de cámaras para que los televidentes no se perdieran un solo detalle. De allí aparecieron personajes que formaron parte de la televisión desde otros frentes. Unos como presentadores y otros tuvieron apariciones actorales.

Uno de los personajes más recordados fue David Burbano, cuencano que después de algunos meses también se borró de la escena televisiva.

Más adelante apareció Fama o Drama en el 2008, un reality de canto, donde se conjugaba la convivencia diaria entre los participantes. Por supuesto, millones de ecuatorianos estuvieron atentos a los pormenores del programa. Renato Abad fue parte de la primera temporada y afirma que en un principio el objetivo fue buscar talentos en el ámbito de la música, pero que sin embargo con el paso del tiempo esta idea se fue tergiversando.

“En la última temporada, en el ‘Campeón de campeones’ se veía solo la imagen de los participantes más que el talento que podían tener”, comenta Renato, quien además protagonizó una polémica dentro del programa al ser vinculado sentimentalmente con una de las integrantes.

Renato, oriundo de Quito, tuvo que trasladar su residencia a Guayaquil, ciudad desde donde se transmitía el programa. Afirma que hasta cierto punto se ‘mal acostumbró’ a las comodidades que le brindaba el canal, ya que la producción de TC cubría todos los gastos de los participantes.

A partir de esto Renato tuvo varias ofertas dentro de la televisión, meses después tras quedar entre los finalistas de la primera temporada pasó a ser reportero en Canal Uno y ahora se desempeña como presentador en RTS.

Sin embargo, afirma que este fue un desvío en sus objetivos ya que la televisión no es lo suyo.

“Mi mundo es cantar y me he preparado para eso”, reitera el cantante, quien a partir de esto trabajó profesionalmente en la música.

Una de las características de este formato es el horario, pues todos estos programas se transmiten en horas de mayor audiencia. A partir de las 20:00.

Por otro lado, esta telerrealidad es vista como una herramienta ‘perversa’ de desviar la atención del público de los temas de interés social. Una forma de mercantilizar la cotidianidad, ya que en algún punto se debilita la línea entre lo público y lo privado. Según Natalia Sierra, socióloga y docente de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito, este fenómeno se da porque el individuo tiene la necesidad de mostrarse, es voyeurista.

Estos programas juegan mucho con la probabilidad, juegan con una serie de suertes, es decir los participantes desean tener suerte para pasar las audiciones o para ganar. Según Sierra, esto le quita al ser humano la posibilidad de trabajar por su futuro.

Entonces los problemas de la sociedad, como la pobreza y la falta de oportunidades, dejan de ser un tema que le respecta a la sociedad para volverla individual.

En esto coincide Daniel Trujillo, televidente quiteño, quien afirma que la telerrealidad es una forma de mostrarse y de conseguir fama. Una promesa del capitalismo para conseguir un mejor nivel de vida. Para él también resulta una forma de desvío de la atención hacia los temas importantes de la sociedad.

Sin embargo, para Gabriel Aguirre, músico percusionista, estos programas son una oportunidad para que los talentos se muestren al público, pero que para mantenerse el participante debe trabajar a posteriori. Es decir, el verdadero trabajo se verá después de la participación dentro de un determinado programa. Además rescata que en los últimos años los realities han dejado de lado la cotidianidad o convivencia entre los concursantes.

En este sentido Sierra reitera que a pesar de que se busque alejarse de los dramas y la polémica convivencial, los formatos de concursos de talento o de competencia física siguen jugando con la imagen del otro y con los sueños de las personas. “Es parte de la promesa capitalista reflejada en un espejismo, porque la fama obtenida dura muy poco”, refiere.

Quizá tenga razón en este punto, pues los personajes que han surgido de estos programas no han durado mucho en la pantalla. Al aparecer en televisión han mostrado que existen, pero la mayoría no ha logrado trascender en el tiempo.

Renato Abad volvió a la pantalla en 2013 cuando decide participar en ‘Yo me llamo’ en el que obtuvo el tercer lugar imitando al chileno Américo. Este reality se caracterizó por no mostrar la vida privada de los participantes, algo que en su momento fue rescatado por Alberto Plaza, jurado del programa. El ganador fue Roy Otero con su caracterización de Leonardo Favio, mientras que Shalo fue segundo, imitando a Sandro.

Este último tiene una carrera estable. Ya era conocido antes del reality. No obstante, poco se sabe de Otero tras su triunfo en Yo me llamo.

Para el chileno, lo importante es mostrar las habilidades de los participantes, es un espectáculo para disfrutar y que se califica en la medida de las capacidades de imitación.

“La imitación es un arte, que muy pocos tienen, no es fácil”, afirma.

Lastimosamente no pudimos obtener la mirada de los creadores, de las mentes que se las ingenian para mantener al público pegado a la pantalla, la de los productores. Aunque cabe recalcar que la mayoría, por no decir todas las propuestas, han sido réplicas de formatos del extranjero.

Existen casos recientes de quienes sí se han mantenido vigentes tras actuar en un reality. Tres de ellos son José Urrutia, Karim Barreiro y Jorge Heredia. Los tres han participado en programas atléticos. El primero de ellos formó parte de Calle 7, que transmite TC mi canal. Tras su intervención la televisora le dio la oportunidad de convertirse en actor para la comedia ‘Estas secretarias’.

Barreiro compitió también en Calle 7 y antes estuvo en Combate, de RTS. Su carisma le permitió actuar y conducir programas de tv (De casa en casa). Algo parecido ocurrió con Heredia, quien pasó de concursante a conductor de Combate en sustitución de Carlos José Matamoros, ‘Paparazzi’, que lo dejó para incursionar en la política.

La vida antes y después de un programa de telerrealidad depende de cada uno y en ocasiones también de las oportunidades que les ofrezcan los canales. La fama puede ser efímera con cualquiera. El verdadero trabajo y demostración de talento viene después de que las luces se apagan. Quizá resulte un buen trampolín para darse a conocer, pero también puede ser un trampolín hacia el olvido.

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