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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Juana Guarderas: ‘el teatro es mi verdadera pasión’

La actriz y presentadora de televisión Juana Guarderas es espontánea y carismática al momento de entablar una conversación. Es madre de Gabriel, de 12 años, y Maie, de 7. Se considera una mujer todoterreno y amante del campo y la montaña.

Desde 1990 se encuentra a cargo del Teatro Patio de Comedias, y actualmente es la directora de este centro cultural, en donde ha presentado decenas de obras.

Ha participado en varias producciones de la televisión ecuatoriana, como: ‘No quiero ser bella’, ‘Siete lunas, siete serpientes’. ‘Dejémonos de vainas, ‘Las Marujas’, con la que ha presentado especiales internacionales en Río de Janeiro y Nueva York; y la producción argentino-ecuatoriana ‘Dr. Amor’, realizada en Buenos Aires en el 2003.

En cine ha participado en producciones ecuatorianas: ‘Entre Marx y una mujer desnuda´, ‘Sueños en la mitad del mundo’, ‘Cuando los ángeles lloran’, ‘Un titán en el ring’, en la película colombo-estadounidense ‘María llena eres de gracia’, que fue rodada en Ecuador y nominada a varios Oscar. Este año fue parte de las actrices de reparto de la cinta alemana ‘La medición del mundo’, rodada en Ecuador. Es la primera película en 3D hecha en el país (en el Oriente y Mindo). En el filme, Juana hace el papel de una criolla adinerada que asiste a un mercado de esclavos para adquirir una nueva esclava.

¿Cómo se involucró con el mundo de la actuación?

Mis padres, Raúl Guarderas y María del Carmen Albuja, han estado vinculados al mundo artístico. Por el lado de mi papá a la pintura, la música, el teatro, la danza; en el lado de mi mamá a la poesía y la literatura. Tuve la inmensa suerte de nacer en ese hogar porque se respiraba ese ambiente cultural, era una casa en la que se hablaba mucho de historia, literatura y teatro. Mis padres fueron quienes fundaron el Patio de Comedias en 1980, cuando yo tenía 16, y me colaba en los ensayos, donde solo había gente adulta, pero al ver lo que pasaba, y al estar desde la butaca, me fui enamorando del teatro.

¿A qué edad tuvo su primera experiencia de teatro?

A los 14 años, en el colegio; y a los 17 estrené mi primera obra, elegí una infantil, y la presenté con público en el Patio de Comedias.

¿Esta experiencia cambió el rumbo de su vida?

El teatro me ayudó a relacionarme porque de adolescente era muy tímida, y es algo que a mucha gente le cuesta creer, pero encontré seguridad en mí misma y el teatro era como un espacio de juego. Creo que me sentía cómoda porque en mi adolescencia quería retardar mi época infantil y no pertenecer al mundo de los adultos.

¿Por qué?

Había muchas cosas que veía absurdas en los adultos. Me crié y viví 11 años de mi vida en el campo, en Machachi, en donde había mucha sencillez, estaba rodeada de naturaleza, sentía la amabilidad de la gente, había tranquilidad. Al llegar a Quito me impactó los valores de la gente de la urbe porque dependía de quién eras, cómo te llamabas, dónde vivías, qué carro tenías, y un montón de prejuicios clasistas y racistas que en el campo no conocí.

Me costó mucho entender a las personas porque no me gustaba la seriedad, la solemnidad, o porque cumplí 12 años debía usar medias nailon y tacos. Yo estaba en un colegio que para pasar a cuarto curso debías entregar un ajuar de bebé, las chicas solo pensaban en ser mamás y casarse. Todo eso era muy distante a lo que yo quería en la vida.

Cuándo terminó los estudios secundarios, ¿tenía claro a qué iba a dedicarse?

Me tomé un año de no estudiar para hacer muchas otras cosas. En mi adolescencia me gustaban las lenguas y para esa época ya había estudiado francés y tenía buen nivel de inglés, luego empecé a estudiar portugués y pensé que por ahí se iba mi vocación, por el lado lingüístico, la traducción e interpretación de lenguas. Pero aunque no me fijaba ya estaba enganchada con el teatro, me había picado el bicho y ya tenía el veneno adentro.

¿Y por qué le costaba decidirse?

Porque me daba cuenta de la realidad. Mis papás para tener una sala de teatro independiente tenían que tener otro trabajo que sostenga ese espacio. Yo sabía que tenía que tener otro trabajo para no ser un parásito de mi familia.

Quería viajar, así que hice un curso de guía de turismo, un día quería ser socióloga, otro antropóloga, al día siguiente dedicarme a la lingüística, luego ser actriz; pero lo descartaba rápido porque pensaba que del teatro no se puede vivir en Ecuador. Después apliqué una beca para ir a estudiar en Estados Unidos, me salió y me fui. La primera persona que conocí fue al director de la escuela de teatro y me inscribí en esa carrera.

¿Cuánto tiempo por allá?

Cuatro años, dos en Carolina del Norte y dos en Washington DC, en donde saqué una licenciatura en Ciencias Internacionales, que vincula todo mi interés por las ciencias sociales, con la política internacional y los idiomas.

¿Qué género es el que más le apasiona?

Aunque he hecho dramas, tragedias, comedias; mi papá era un comediante nato y creo que tenía esa vena cómica en mis genes, ese es uno de los géneros que más he trabajado, mis personajes han estado muy salpicados del humor.

Me he sumergido en el teatro gestual, el lenguaje del clown, del bufón, pero no es que me deje de interesar en hacer personajes que no tengan nada de humor. Por ejemplo con ‘El secreto de la Azucena’, una obra de Luis Miguel Campo, su historia era sobre una tragedia de Mariana de Jesús. El año pasado trabajé en el clásico ‘La casa de Bernarda de Alba’, en que hice el personaje de la Poncia.

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