Jorge Martínez no pierde su esencia mordaz
Hace casi 24 años Manuel De la Esse era un adolescente que disfrutaba de los primeros vinilos de Ilegales. Su fanatismo por la banda asturiana lo condujo al primer concierto que Ilegales ofreció en Ecuador en 1987. Nell, como sus allegados conocen a De la Esse, lucía entonces un ensortijado cabello. Tenía una entrada para la general del ahora estadio Alberto Spencer, pero se coló en la cancha, después de que otros seguidores de Ilegales tumbaran la valla metálica, mientras Jorge Martínez, el vocalista, incitaba al público con el corito “destruye, destruye, destruye”.
Ahora Nell, baterista del grupo 21 Gramos, luce la misma calva que Martínez. El español perdió su cabello con los años, mientras que su seguidor se afeita desde hace un lustro para no exhibir sus prematuras canas, aunque solo tiene 38 años. Nell, quien labora como visitador médico, función que lo obliga a llevar corbata, se enteró de la visita de Ilegales hace poco más de un mes. Compró su tiquete de VIP para ver el concierto que los españoles ofrecen hoy, desde las 20:00, en la explanada del Centro de Convenciones Simón Bolívar.
Y claro, como buen fan, acudió a la firma de autógrafos que concedió Martínez, el corrosivo músico que tiene “ojos como huevos fritos” (como él mismo se dice).
Nell llegó a las nueve y cuarto de la noche con su corbata, que lo semejaba al afiche promocional del concierto Adiós amiguitos en el que Martínez se apunta la sien derecha de su cabeza con un revólver, mientras su corbata a rayas se alborota.
Nell se metió entre Martínez, Sebastián Botero, el mánager de la banda; Carlos Falconí, uno de los organizadores, y un guardaespaldas. Mientras Varinia Jouvín, dueña de Samoa, el bar en que Martínez concedió autógrafos, llamaba a los fans que inscribieron su nombre en una lista y que habían esperado a su cantante en las afueras del local desde las cinco de la tarde.
Entre la multitud el baterista de 21 Gramos se acercó a Martínez, quien vio la cabeza rapada de su fan y le dijo: “Oye tío, estás loco”. Se tomaron una foto con la misma pose del afiche y del disco Ilegales, de 1982.
Pero Nell no fue el único. A pocos metros estaba Andrés Espinoza, diseñador a quien le dicen Borrador. Él había confeccionado algunas camisetas con la imagen de Martínez para venderlas. Él también consiguió una firmita del músico español, que asegura que Ilegales solo cambiará de nombre para experimentar con otros estilos como el jazz, los boleros, tangos y quién sabe qué más.
“Vamos a rescatar lo hispano y latino. A la vez romperemos con esas corrientes tóxicas como el reggaetón que solo revientan el cerebro”, decía Martínez, mientras sostenía con su mano derecha un vaso con cuba libre que él había pedido, pero “sin hielo”.
Pese a que llevaba un día agitado, no se lo notó fatigado. Estaba a gusto con sus fans a quienes les regalaba sus típicas expresiones soeces. Ellos festejaban cada vocablo mordaz como sus canciones Heil Hitler, Destruye, Hola Mamoncete o Eres una puta.
Martínez sabe lo que dice, pero no le importa, goza. Es como una bomba de tiempo.
Ateo confeso y de temperamento fuerte, ni siquiera se inmutó por las repetidas caídas de la conexión de Skype, horas antes, durante una rueda de prensa con periodistas guayaquileños, desde Quito. “Esta es la entrevista más marciana que he tenido en vida”, expresaba mientras se acomodaba los audífonos que apenas cabían en su lisa cabezota.
En aquel diálogo, Martínez, quien tiene un parecido a Freddy Krueger, el personaje de Pesadilla en la calle Elm, con su proyecto JM y Los Magníficos pretende usar su colección de instrumentos entre ellos el vibráfono, saxo, clarinete, contrabajo y otros.
Según el español, el adiós de Ilegales tiene que ver con que la banda “se agotó de esperar el fin” (el suyo porque considera que “después de 30 años las bandas actuales son como una manada de burros que no pueden alcanzar a un viejo pura sangre”).
Aunque Ilegales dirá hoy: “adiós amiguitos” a sus fans, Jorge Martínez tendrá cuerda para rato.