Existe una entrevista que la revista Rolling Stone publicó en diciembre de 2006. Allí el periodista Charles M. Young describe la esencia irreverente y atemporal de Jerry Lee Lewis. La cita era en la casa que ‘El Asesino’ (o ‘The Killer’, como se lo conoce al pianista más salvaje en la historia del rock and roll), tiene en Ferriday, estado de Louisiana.

El músico, que hoy cumple 78 años, había salido a las cinco de la mañana de su habitación para ver ‘Gunsmoke’, su serie favorita del oeste. Pero antes de eso pasó por la cocina y desde ahí hacia el porche donde estaciona su auto, mientras ladraban los cinco perros chihuahuas que entonces tenía. Apenas vestía un calzoncillo y arrastraba los pies. De su garganta solo salían sonidos inentendibles y uno que otro balbuceo adrede, deliberado.

Phoebe, su hija, de ahora 50 años (entonces 43), lo repela.

-Vuelve al cuarto y vístete, dice la hija que Lewis procreó con Myra Gale Brown, su tercera esposa y a la vez prima en segundo grado.

-Ehta eh micaha y puedo ih en cahonhiloh hi hiero, responde balbuceante (realmente quiso decir: esta es mi casa y puedo ir en calzoncillo si quiero).

-Muy bien, tú mismo. Haz el idiota si quieres. No me importa. No te vistas y monta un espectáculo. Que te vean todos los carros que pasan por la calle, exclama resignada e indignada la única consanguínea que al menos había aceptado vivir con él en esos días.

Lewis la miró con desprecio, según el relato de Young. Y como señal de rebeldía salió semidesnudo a la calle desde su cochera, que lo iluminaba como si estuviese en un escenario. Aleteaba con los brazos, saltaba, les gritaba a los conductores y los desafiaba a que frenaran la marcha de sus autos.

-Deha que ehriba eho (deja que escriba eso), pide con desparpajo un Jerry Lee Lewis que siempre supo de la presencia de Young, pero amagaba una demencia senil. En realidad, en palabras de aquel entrevistador, era un momento genuino de ‘El Asesino’, uno que pudo haberse dado en la década del 50 cuando destrozaba pianos mucho antes de que el zurdo Jimi Hendrix incendiara su guitarra Fender Strattocaster.

El mismo Lewis reconoce que ya está tan destartalado como sus primeros pianos que aún conserva en casa, en especial uno dorado.

Para muchos, él es un tipo de pocas palabras durante sus entrevistas porque simplemente no le gusta darlas. Por eso su promedio es de 10 minutos, aunque en el caso de Young se extendió a una hora. Según el periodista, el secreto es permitir que Lewis libere todos sus demonios y sea él mismo, un incorregible. Que haga lo que le dé la gana.

Curiosamente Jerry Lee Lewis está en boga por estos días y no por su cumpleaños, pues esta semana apareció un mensaje en las redes sociales que tenía que ver con su presunto deceso. “El martes (24 de septiembre), aproximadamente a las 11 a.m. PDT, nuestro amado cantante falleció. Jerry Lee Lewis nació el 29 de septiembre de 1935 en Ferriday. Lo vamos a extrañar, pero nunca lo vamos a olvidar.

Por favor mostrad vuestra simpatía y condolencias a través de comentarios en esta página”, publicó una página de Facebook creada por fanáticos. El obituario lo difundió el portal mediamass.net.

Otra noticia sobre él es acerca de un matrimonio secreto con su séptima mujer y aún más, la posible paternidad a sus 78 años, según varias misivas que circularon el miércoles.

Como fuere, el intérprete del clásico ‘Great balls of fire’ ha pasado por altas y bajas en su vida, desde la fama en la década del 50, su declive en los 60 por el escándalo de casarse con Myra, quien tenía 13 años mientras él ya estaba en los 22; sus pérdidas familiares en los 70 y el coqueteo con la muerte en 1981 a través de una severa úlcera estomacal producto de sus excesos con el alcohol (ahora solo bebe jugo de uva).

Quizás más, que la cercanía con el deceso, su peor época fueron los 60 y 70 cuando murió su hermano Elmo Jr., su hijo mayor Steve Allen y Jerry Lee Jr.

En otras entrevistas, el cantante de ‘Whole lotta shakin’ goin’ on’ (una evidente insinuación sexual que resultaba chocante para el entonces conservador Estados Unidos) o ‘Roll over Beethoven’ ha rememorado que sus inicios datan desde 1940 cuando tenía 5 años e iba a la casa de su primo (nada más y nada menos que el famoso predicador evangélico) Jimmy Swaggart. Ambos tocaban el piano entonces.

Estaba ligado al estilo de vida de su primo Jimmy, pero a la vez rompía reglas, una de ellas casarse tan joven (a los 15 años) con la hija de un predicador. Con eso él se inscribió en un instituto bíblico con la idea de ser un buen padre de familia. De hecho, pese a sus excesos y su estilo aún ‘quemeimportista’, es capaz de recordar pasajes de la Biblia con la misma facilidad que rememora las estrofas de sus canciones. Aquello le duró poco porque se escapaba muy seguido a los centros nocturnos. De hecho, toda su formación cristiana quedó desechada cuando tocó en vivo ‘Whole lotta shakin’ goin’ en 1957. Había nacido una estrella del rock and roll, aunque su primera aparición pública fue el 29 de septiembre de 1949.

No obstante, su impulso mediático se remonta a 1956 cuando fichó por Sun Records y se codeaba con Little Richard, Chuck Berry, Johnny Cash y el mismísimo Elvis Presley que también se iniciaba ese año como Lewis, quien mete country a su música y no olvida aún el gospel de su infancia. Cada uno tenía su mérito, Elvis con su incesante movimiento de caderas, Berry con el ‘duck walk (paso del pato) y Lewis parándose en el asiento de su piano y casi martillando las teclas con sus dedos, mientras los mechones de su cabello ocultaban parte de su rostro.

De niño enloquecía a los profesores de piano porque ellos leían las partituras, pero Lewis sostenía que su estilo era mejor y lo corregía.

Los 90 significaron una época depresiva para ‘The Killer’ y se alejó tanto de los estudios de grabación como de los escenarios, al menos hasta septiembre de 2006 en que apareció ‘Last man standing’, su hasta ahora penúltimo disco que había empezado a gestarse dos años antes, y luego el álbum ‘Mean old man, de 2010.

Todavía ofrece conciertos, claro con una apariencia acorde a sus casi 80 años, con alguno que otro arrebato habitual de salvajismo, tal como describió Charles M. Young hace siete años y quién sabe cuántos otros que han tenido la oportunidad de verlo tan cerca.