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Ambas películas están inspiradas en sucesos reales

Historias en Ecuador van tras un Oscar (Videos)

La Baronesa de Galápagos, Eloise Von Wagner, con sus amantes, Robert Philippson y Rudolf Lorenz, durante la sesión de fotografías que hizo el cineasta que los visitó en la isla, en 1932. Foto: Internet
La Baronesa de Galápagos, Eloise Von Wagner, con sus amantes, Robert Philippson y Rudolf Lorenz, durante la sesión de fotografías que hizo el cineasta que los visitó en la isla, en 1932. Foto: Internet
04 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción/ Telemix

Las historias de Eloise Von Wagner de Bousquet y de Soledad (nombre sugerido) se escribieron desde la realidad y la ficción en largos espacios de tiempos, pero ahora están estrechamente ligadas al ser consideradas en primera instancia como futuras candidatas a los premios Oscar que la Academia de Hollywood entrega desde hace 87 años.

La primera de ellas puja por un espacio dentro de la categoría al mejor documental y narra los sucesos ocurridos en 1932 con la desaparición y posterior muerte de su protagonista, conocida como La Baronesa de Galápagos; mientras que la segunda espera alzarse con la estatuilla como la mejor película de habla no inglesa, al mostrar la vida de una solitaria anciana y el mundo imaginario que crea, tras la muerte de su esposo.

Eloise y Soledad (que en la idea original era un hombre) nunca se conocieron, pero tenían mucho en común. Ambas eran soñadoras e idealizaron un mundo distinto, diferente y voraz al mismo tiempo.  

La alemana llegó a las Islas Encantadas creyéndose baronesa y emperatriz, dominando a sus tres amantes y a todo hombre que deseaba poseer.

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Se creía la princesa del Nilo, Cleopatra, aunque más bien era como una de esas hippies que deambulaban por el mundo en los años 70.

Hizo de la isla Floreana su comarca y llevó una vida irreverente y con aires de grandeza, los mismos que la llevaron a su extraña muerte, hecho que nunca fue esclarecido y que los cineastas estadounidenses Dan Geller y Dayna Goldfine ponen al descubierto bajo el nombre de “The Galapagos Affair: Satan came to Eden” (La aventura en Galápagos: Satanás vino al Edén”) con las voces de la oscarizada Cate Blanchett, Diane Kruger, Connie Nielsen, Josh Radnor, Sebastian Koch, Thomas Kretschmann y Gustaf Skarsgard.  

Estos cineastas llegaron a Galápagos con la intención de realizar la adaptación cinematográfica del libro La maldición de la tortuga gigante, de Octavio Latorre, que sostiene que las tortugas más longevas del archipiélago perciben, a través de su mirada, las motivaciones de los visitantes y hasta vaticinan su muerte.

En medio de ese rodaje se adentraron no solo en la belleza de las islas sino que entablaron una relación más cercanas con sus colonos y fue a través de ellos que dieron con la historia de la baronesa, inspirándolos para crear este documental, que tras varios años de investigación y documentación, presentaron en un festival de Nueva York.

“Este trabajo es una meditación sobre el paraíso y la búsqueda perpetua de la humanidad de lo que podría ser un paraíso. El paraíso no es un lugar, es una condición”, comentó Dayna Goldfine en una entrevista para la organización Galapagos Conservancy.           

“Tenemos la esperanza de que nuestra película le dé al público sentido de lo maravillosas que son estas islas y de lo que es capaz la mano del hombre”, refirió Geller.

Bertha Naranjo interpreta a una viuda anciana, que escapa de la soledad a través de sus sueños. Foto: Cortesía

Para el cineasta, la realización de este documental supuso un reto estructural por la historia propia de cada uno de los personajes porque se tardaron casi dos años en editar el material que recopilaron otros dos en varias islas del archipiélago y en Europa. “Fue muy complicado encontrar fotografías e identificar a quiénes se encontraban en las gráficas. Al final, lo hicimos y fue maravilloso poder contar todo”, acotó.

78 años después, en un rincón de la costa manabita, en una pequeña cabaña cerca al mar, habita una anciana que sin proponérselo es la dueña, ama y señora del lugar y tiene como súbdito a un perro vagabundo.

Desde que su esposo falleció, la rutina se convirtió en su mejor amiga y refugio. Sueña dormida y despierta y ambos períodos crean un mundo en donde el mar le conversa sin palabras y le aleja de su pasiva vida, pero mantiene viva la ilusión y los sueños de mujer madura. En el filme casi no hay palabras y su protagonista no tiene nombre, eso con el fin de que cualquiera que lo vea, según su director Tito Molina, se atreva a soñar.

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Según las notas del director manabita, ganador del Gran Festival de Cine Español en Bilbao por ‘El niño y el mar’, el mundo que el espectador descubre detrás de una película no es descriptible con palabras, es un lugar inenarrable cuya experiencia, al igual que en el poema, también resulta intransmisible. Es en ese lugar interior donde la historia se narra a través del silencio y se cuenta con imágenes que van más allá de lo real y nos abren la puerta a un mundo onírico.

“Ha sido una película distinta a lo que estaba en una cartelera, diferente a las otras historias de ficción”, comenta Miguel Salazar, productor del filme de 94 minutos.  

En la cinta no existen muchos diálogos, puesto que no hay mayor interacción entre los actores. Es por eso que el manejo de la fotografía se ha realizado cuidadosamente.

En 2010 la película se concibió como un documental, pero fue cambiando hacia la ficción. La idea primaria era la de reconstruir la imagen del padre de Tito, después de su muerte. De ahí surgió el personaje de la anciana. Molina investigaba, pero el luto iba cambiando cuando iba y volvía del país al punto de querer abandonar el proyecto. Fue Salazar quien le propuso darle un giro hacia la ficción.

‘Silencio en la tierra de los sueños’ tiene una mención especial del jurado en el Festival de Guadalajara y ha representado al país en los festivales de Torino, Bafici, Montreal, Canarias, Barranquilla y Hamburgo.

Soledad, que representó al padre de Tito Molina, trascendió su realidad soñando y la baronesa creó un mundo de ficción (físico) en una isla encantada, alejada del mundanal de Berlín. Ambas personajes se tomaron licencia para escapar de su tiempo y espacio, aquellos que solo la magia del cine puede mostrar.

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