Hermanos Grimm, 200 años después
Un día como hoy, en 1812, apareció la primera edición de los cuentos recopilados por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, un libro destinado a convertirse en uno de los más conocidos del mundo.
Desde entonces los cuentos de los hermanos Grimm, como se les conoce, fueron traducidos a 170 idiomas y desde el 2005 la primera edición, que se encuentra en Kassel (centro de Alemania), forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El bicentenario de esa primera edición servirá en Alemania para dar comienzo al llamado Año Grimm, que se prolongará durante todo el 2013 y que tendrá como epicentro Kassel, ciudad en la que vivieron los dos hermanos entre 1798 y 1841.
Fue tentador empezar este artículo con un “Érase una vez dos hermanos llamados Jacob y Wilhelm Grimm...”, pero aun a riesgo de revelar algunos errores (algo paradójico tratándose de cuentos del siglo XIX), aún lo es más retar a la memoria colectiva, recordando que la madrastra de Blancanieves es condenada a bailar con unos zapatos al rojo vivo hasta caer muerta.
O que el castigo de las hermanastras de Cenicienta corre a cargo de unas palomas que les arrancan los ojos, o que una se corta un dedo del pie y la otra un trozo de talón para que les quepa el zapatito (que no era de cristal). O que, aunque el beso del príncipe sí despierta a la Bella Durmiente, no es un beso de la princesa lo que rompe el hechizo del sapo y lo convierte en príncipe, sino el golpe contra la pared que recibe cuando ella le empuja para evitar que se meta en su cama.
Ahora, la oferta editorial que celebra los 200 años de la primera edición de Cuentos de niños y del hogar (Kinder-und hausmärchen), publicada el 20 de diciembre de 1812, brinda una inmejorable ocasión para aparcar las versiones edulcoradas a las que tanto contribuyó Walt Disney y conocer los orígenes y entresijos de los cuentos de hadas de la tradición popular recopilados por los hermanos Grimm.
El británico Philip Pullman, autor de la trilogía fantástica ‘La materia oscura’, que estudió a fondo los cuentos durante su etapa como profesor en el Westmister College, no desaprovechó la “oportunidad de verlos con una nueva mirada” y darles su “propia voz”, explica el escritor al diario El periódico de Extremadura.
Por ello escogió 50 de los 210 relatos de los Grimm, los “mejores y más interesantes”, y se marcó el objetivo de escribir “una versión que fuera transparente como el agua” y que respondiera a esta pregunta: “¿Cómo contaría yo esta historia si se la hubiese oído contar a alguien y decidiera luego contársela a otros?” El resultado ha sido ‘Cuentos de los hermanos Grimm para todas las edades’, donde además de una contextualizadora introducción, da un comentario.
No faltan los cuentos archiconocidos, pero la mayoría lo son mucho menos, como tres de los preferidos de Pullman, ‘Las tres hojas de la serpiente’, ‘La ratita, el pájaro y la salchicha’ y ‘El enebro’, “una historia majestuosa y poderosa, por su belleza, por su perfección narrativa y por el terror que inspira” (una malvada madrastra mata a su hijastro y lo echa al cocido para que se lo coma el padre...), indica.
“Ya sabía que eran chocantes y crueles, por eso vale la pena releerlos”, dice Pullman, aunque da un consejo a los padres o adultos que vayan a contarlos a los niños: “Es mejor que los lean primero para evitar sorpresas, luego pueden simplificarlos, recortar las partes más horribles o hacerlos más graciosos, porque al fin y al cabo son cuentos populares, parte de la tradición oral, y eso significa que no es necesario conservar las mismas palabras que han usado quienes los han contado antes”.
“Los Grimm no pensaron inicialmente en los niños como lectores potenciales de su colección”, explica Isabel Hernández, profesora de Literatura alemana de la Complutense de Madrid y traductora y autora del epílogo del volumen Hermanito y hermanita (Nórdica), ilustrados por Noemí Villamuza y que reúne 17 de los cuentos que recopilaron, poco conocidos y que solo se publicaron de forma aislada.
Por ello, la primera edición de 1812 tenía un enfoque científico e incorporaba comentarios de los Grimm, pues ellos “se sentían por encima de todo filólogos, coleccionistas, transmisores y conservadores de un tesoro popular”, añade Hernández, y creían que “los cuentos eran una reliquia del pasado alemán de la que no podía prescindirse”.
Jacob y Wilhelm Grimm, influidos por intelectuales como Achim von Armin y Clemens Brentano, habían reproducido las historias tal como las habían recogido de sus fuentes, tanto orales como escritas, y que fueron en gran parte mujeres de la burguesía germana de su entorno de amistades, no solo campesinas o leñadores.