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Hatebreed y Lamb of God fortalecieron la fe del metal pesado

Hatebreed y Lamb of God fortalecieron la fe del metal pesado
08 de abril de 2012 - 00:00

El pasado viernes, cerca de mil rockeros ecuatorianos acudieron a los exteriores del estadio Atahualpa, en Quito, a lo que sin caer en la exageración podría ser definido como una cátedra de buen hacer metalero, con la presentación de los estadounidenses Hatebreed y Lamb of God (LOG) en Quito.

La puesta en escena de estas bandas contó con la brillante técnica interpretativa de Mark Morton y Wayne Lozinak, guitarristas de Lamb of God y Hatebreed, respectivamente, así como también del bajista John Campbell, de LOG, sumado al espíritu hardcore y la sinceridad emanada por Jaimy Jasta, vocalista de Hatebreed, y la esencia metalera de Randy Blythe, voz líder de LOG. Un conjunto ejemplar de ejecución.

Hatebreed en escena es una máquina de poder en la que, tras la voz líder de Jasta, sonó un perfecto ensamble entre la guitarra de Lozinak y la batería de Matt Byrne, dueños de una escuela clásica del rock a la cual ofrecieron su gratitud al lucir camisetas de The Beatles, en el caso de Byrne, y de Randy Rhoads, el célebre guitarrista que se inició con Quiet Riot y se consagró con Ozzy Osbourne, en el caso de Lozinak.

Hatebreed participa en esta gira sudamericana invitados por Lamb of God, hecho que Jasta agradeció públicamente, mientras Randy Blythe se paseaba por detrás del escenario filmando el concierto y mirando al público, antes de hacer su primera salida a escenario para cantar a dúo con Jasta el tema “Doom sayer”.

Desde el primer riff de guitarra que sonó anunciando la salida de Lamb of God quedó claro que el público recibiría una de las más memorables descargas de metal que hayan pasado por este país. Esta banda, con 18 años de vida, debe su reputación a la solvencia en vivo que cada músico demostró mientras la voz de Randy descargaba su furia, mezclada con momentos de humor, como el instante en el que comparó a uno de sus guitarristas con el chuzalongo.

Este concierto estuvo a punto de ser cancelado, lo cual hubiera sido un duro golpe tanto para la productora independiente Alarma, responsable del show, así como para el público, que ya sufrió la cancelación del primer concierto de Lamb of God en  2010, cuando luego del 30-S las autoridades suspendieron el Quito Fest, festival en el que la banda era cabeza de cartel. Esta vez uno de los argumentos fue que estas son fechas de recogimiento religioso, y que un concierto de esta naturaleza iría en contradicción con ellas.

Willy Mena, productor del evento, manifestó: “Tras la finalización del show, en el cual no se registró ningún incidente, se ha demostrado una vez más que los prejuicios son una de las cosas que retrasan al país e impiden que las diversas formas de expresión de los jóvenes puedan desarrollarse en un mejor ambiente”.

Para Miguel Vinueza, bajista de Descomunal, una de las bandas locales que participó en el concierto, “debería respetarse que yo no soy cristiano, soy un albañil del metal que vengo a trabajar con mi banda y así como yo no me meto con la celebración cristiana, a la cual respeto mucho, exijo que tanto la gente cristiana y ciertas autoridades no se metan con mis creencias y con mi derecho al trabajo. Esta música nos da un sentimiento común, que va más allá de edades, amistades, enemistades, razas, colores y edades, y forma una comunidad con la que, todos unidos,  haríamos un mundo mucho mejor”.

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