Guayaquil, la última morada de Jinsop
Aunque Jinsop no logró concretar su deseo de grabar un disco de música nacional como “lo último que deje antes de morir y que el país que me ha acogido durante tantos años me recuerde con ese trabajo”, así lo había prometido en una entrevista concedida a este diario el año pasado. Lo que sí cumplió el intérprete nacido en Corea del Sur fue hacer de Ecuador, país al que llegó siendo un adolescente para pasar junto a sus padres unas vacaciones y al que le debe su fama, su última morada.
El domingo pasado falleció, a las 57 años, en el balneario de San Pablo, de la provincia de Santa Elena a causa de un paro cardíaco. Hace algunos años le habían detectado un enfisema pulmonar por lo que había decidido trasladarse a la playa junto con su hijo Álex -con quien pretendía su disco de pasillos- a seguir el tratamiento por recomendación de los médicos.
En la década del setenta Jinsop se convirtió en una figura popular de las baladas latinas con tinte rocanrolero. A pesar de no dominar el castellano para él ningún un obstáculo para versionar temas del canadiense Paul Anka y del grupo británico The Beatles, en español. Al contrario ese particular acento, lo llevó a imponer su propio estilo en esa década y hasta darse el lujo de ser uno de los cantantes más caros. “Cobraba 25.000 sucres -que hoy representa un dólar-. Supe cotizarme con los empresarios”.
Y es que cada vez que subía a un escenario a interpretar Los campos verdes, Estrellita solitaria, Dulzura mía, Yo pienso que tú eres la mujer, Caballero de acero y La casa del sol naciente conseguía que los presentes que habían acudido a escucharlo en vivo se estremecieran. Jinsop tenía claro que sin el público, él no hubiera existido.
Algo que con el transcurso de los años nunca cambió. Lo comprobó el pasado 11 de febrero del año pasado cuando mientras cantaba sus fans cuarentonas y cincuentonas subieron al escenario para abrazarlo y besarlo, pero ese gesto interrumpió el show. Contó Jinsop, que pese a la satisfacción de sentirse querido por el público, ese momento también resultó frustrante.
“El local estaba tan lleno con un público que me ofrecía su cariño, pero no había seguridad. Por eso decidí abandonar el lugar”.
Aquella euforia la volvió a sentir el pasado marzo de este año en el concierto Qué tiempos aquellos, en el que cantó Jeanette y Elio Roca y que se convirtió en uno de sus últimas actuaciones masivas en Guayaquil, que desde hoy será su última morada.
Esta tarde sus restos serán velados en una de las salas de la Junta de Beneficencia de Guayaquil y mañana al medidodía se realizará su entierro en el Cementerio General.