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Gina Lollobrigida: “Ayudar a otros me sirve para olvidar el mal que me han hecho”

Gina Lollobrigida: “Ayudar a otros me sirve para olvidar el mal que me han hecho”
03 de mayo de 2013 - 00:00

No rueda una película desde 1997. Y sin embargo, Gina Lollobrigida continúa copando titulares como cuando era la bomba sexual de los estudios Cinecittà. Ahora, a sus 85 años, ‘La Lollo’ vive refugiada en su fastuosa villa a las afueras de Roma, muy cerca de la mítica Vía Appia Antica. Allí se dedica a la escultura. “Siempre quise ser artista. Pero me dediqué a la actuación, y gracias al dinero del cine ahora puedo esculpir sin estar obligada a seguir las modas y tendencias del arte”, reconoce durante una extensa entrevista telefónica con ABC.

La última gran noticia de ‘La Stupenda’ es que saca a la venta parte de su magnífica colección de joyas: esmeraldas, diamantes, perlas, collares, pendientes, broches y bolsos de firmas como Bulgari, Piaget y Buccellati. Se trata de veintidós lotes valorados en casi tres millones de euros. La filial suiza de la casa de subastas Sotheby’s será la encargada de golpear el martillo el 14 de mayo en lo que promete ser un remate histórico, solo comparable a la subasta de los joyeros de la duquesa de Windsor, Jacqueline Kennedy o Ava Gardner.

¿Por qué decide vender estas joyas?
Hasta ahora, siempre dije que no. Grandes joyeros y amigos multimillonarios han estado interesados en mi colección. Pero nunca tuve una razón para venderlas. Hasta que un día escuché que en Italia no existe una ley que permita realizar tratamientos con células madre.

Descubrí que muchos enfermos de mi país tienen que viajar al Reino Unido o Alemania para recibir estos tratamientos, que pueden curar enfermedades y salvar vidas sin medicación. Por eso las vendo, para ayudar a la investigación con células estaminales. Soy escultora, ya no necesito mis joyas. Las vendo sin ningún remordimiento, aunque las compré con mi dinero. Soy una mujer independiente, jamás he aceptado regalos.

¿Nunca?
¡Jamás! En los años 50, Howard Hughes me invitó a Hollywood. Estaba más interesado en mí como mujer que como actriz. Quería casarse conmigo, pero eso era imposible porque yo ya estaba casada con Mirko Skofic. Intentó regalarme joyas, pero yo le respondí: ‘No me gustan’. Obviamente, me encantaban...

Hábleme de ese collar de diamantes que utilizó como tiara cuando recibió el Globo de Oro

Siempre digo que llegué a Cinecittà en autobús y salí de allí en un Rolls-Royce. Imagínese, yo era una joven humilde que venía de una familia que lo había perdido todo en la Segunda Guerra Mundial. De pequeña, jamás había recibido un regalo, ni siquiera un mísero juguete. Yo sé lo que es pasar hambre. Ese collar fue la primera pieza que compré en Bulgari, en los años 50. Lo lucía en muchas ocasiones, ¡hasta para ir a comprar fruta!

3-5-13-Gina-LollobrigidaOtra de las magníficas piezas que se subastan es un par de pendientes de esmeraldas y diamantes, que lució en una cena con Salvador Dalí
Sí, para el estreno de ‘Sonrisas y Lágrimas’ en Nueva York, en 1965. Fue una noche muy extraña. Cuando estaba saliendo de aquella gala e iba a coger un taxi, una mujer loca intentó atacarme. Dalí salió en mi defensa y me salvó de recibir una paliza.

¿También venderá el premio David de Donatello a ‘La mujer más bella del mundo’, en 1955...?
No ha sido fácil tomar la decisión de vender ese premio. Pero es un regalo que hago por una causa benéfica. Es una escultura bellísima que diseñó la familia Bulgari. Extrañamente, a mí me dieron la figura original, de un kilo de oro. ¡Soy una chica con suerte!

¿Cuál es su pieza favorita de esta colección que sale a la venta?
Una vez fui invitada por Ernest Oppenheimer, el magnate del oro y los diamantes, a visitar sus minas en Sudáfrica. Ese día descubrieron los nueve diamantes más grandes del mundo. Oppenheimer me regaló uno de cinco quilates que todavía estaba adosado a la piedra. Lo utilicé para confeccionar un broche. Es que me encanta diseñar joyas, aunque he dañado algunos diamantes en el proceso (risas).

Usted fue la primera italiana en llegar a la portada de ‘Time’. ¿Ha tenido todo el reconocimiento que merecía?
He recibido muchos premios y reconocimientos. Esa portada, de 1954, fue inesperada. Llegó al comienzo de mi carrera, pero ellos ya sabían que llegaría muy lejos (risas). Fui a Nueva York y allí conocí a Marilyn Monroe. Nos hicieron fotos juntas y fue muy agradable. Era tan sencilla, me decía: ‘Gina, yo soy la Lollobrigida americana’. Después coincidimos en Hollywood. Allí la vi llorar muchas veces, no era una mujer fuerte, era extremadamente sensible, vulnerable. He hecho una escultura de ella...

¿Es más fácil esculpir o actuar?
Los actores somos la peor parte de una película. El director es quien hace lo más importante, quien lo decide todo. Hasta el montajista es más importante que el actor. En cambio, en la escultura yo soy quien decide todo, eso me recompensa. La gente que ve mis obras se emociona, me dice: ‘Creía que la conocía, pero ahora, viendo sus esculturas, podemos decir que la conocemos realmente bien’.

¿Conoció a Sara Montiel?
Probablemente la haya conocido. Era una actriz española, ¿no?

Así es, murió hace unas semanas...
¡Qué pena! No la recuerdo... Yo ahora ayudo a otros porque así puedo olvidar todo el mal que me han hecho, y usted ya sabe de quién estoy hablando (en referencia a su expareja, el español Javier Rigau, de 51 años, a quien ha denunciado por ‘utilizar unos poderes notariales’ para casarse con ella y heredar su patrimonio).

¿Qué opina de la política italiana?
Estamos sumergidos en una gran crisis. La gente ya no es agradable. Encuentro mucha fealdad y maldad, así que hay que ser más precavidos que en el pasado. En estos momentos hay que dar un buen ejemplo.

Como usted, con esta subasta...
Le puedo decir que le ganaré a esa persona deshonesta que vive en España (nuevamente, en referencia a Rigau). Confié en ese hombre y pensé que la prensa estaba equivocada. Pero yo era la equivocada. Lo defendí muchas veces, porque no podía creer que pudiera existir un monstruo como él. Pero ahora sé la verdad. Hasta que no nos morimos no dejamos de cometer errores. Mi mayor error fue confiar en él, no merecía mi confianza. Afortunadamente, la verdad siempre sale a la luz. Tarde o temprano, siempre sale a la luz.

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