El género "metal" cada vez gana más adeptos en Guayaquil
Por María Gabriela Pabón Díaz
Que un género musical destaque es producto de la gente, de la ciudad, la organización, de los músicos y el valor de las entradas. Aquí surge una gran interrogante. ¿Los artistas hacen al público o el público hace a los artistas?
Malu Calderón, vocalista de la banda de metal N.O.I.S.E, recuerda sus inicios en el género, cuando ella aún era estudiante de colegio. Poco a poco ganaron seguidores hasta que sus cuatro compañeros decidieron apuntar su gusto musical a un público más adulto.
La motivación de la banda radica en que el género, más allá de gustar a un grupo selecto, representa un desafío a nivel musical.
“No cualquiera puede tocar una guitarra de ocho cuerdas, cantar en el registro vocal adecuado o realizar las composiciones que nosotros hacemos”.
Luis Ángel Vera, guitarrista de N.O.I.S.E, asegura que si el metal no muere en la ciudad, es por la gente que sigue yendo a los conciertos.
Realmente el público guayaquileño está mal acostumbrado a los eventos gratuitos. Los conciertos tributo son el enganche para que un bar se llene y los valores para ingresar, que son muy bajos, desmotivan a los artistas.
En la actualidad en los bares se propone a las bandas no pagarles a cambio de que toquen en el sitio.
Esta mecánica perjudica a los músicos, por ello muchos decidieron irse del país en busca de mejores oportunidades.
“Nos gusta dar un buen show, hacer las cosas de buena manera y darles una fiesta a los fans que, así como en el reggaetón, también vienen a bailar nuestros ritmos”, dice Vera.
A diferencia de los conciertos de música tradicional, que consiguen mayores auspicios, espacios e incluso la entrada sobrepasa los veinte dólares, en el metal se creó un estigma. Lo denigran a tal punto que las entradas a los escenarios donde es válido tocarlo no pueden sobrepasar los ocho dólares. Se deja de lado el ensayo que hay detrás, el calentamiento vocal y pasión de los grupos por hacer música. (I)