Stan Lee murió sin dejar sus aspiraciones de escritor
La leyenda del cómic Stan Lee, el responsable de emblemáticos personajes como Spider-Man o Hulk, falleció este lunes 12 de noviembre en Los Ángeles (Estados Unidos) a los 95 años. "Mi padre amó a todos sus fans. Fue el hombre más decente y grande", dijo Joan Celia Lee, hija del dibujante.
Solo por ser el creador de Spider-Man, el Increíble Hulk, los X-Men o los Cuatro Fantásticos, Stan Lee ya se merecería estar entre los más grandes creadores del cómic, pero pertenece por derecho a la categoría de leyenda por haber revolucionado las bases de este arte al fundar Marvel.
Con solo 17 años, en 1940 empezó a trabajar en Timely Comics. Dos años después estaba al mando, aunque él siempre quitó importancia a ese ascenso.
"Nunca sabré cómo sucedió o por qué, pero Joe Simon y Jack Kirby se fueron (de Timely Comics). El editor entró en la oficina y vio que era el único que estaba ahí. Y me dijo: '¿puedes encargarte de esto hasta que encuentre un adulto?", recordó en agosto de 2017 durante un homenaje en Los Ángeles (EE.UU.).
Se convirtió en editor, director artístico y guionista y en 1961 refundó la editorial, que pasó a denominarse Marvel. Fue el comienzo de la edad de oro del cómic.
El nombre de Lee se unió al de artistas míticos como Jack Kirby, Steve Ditko, John Romita y Jim Steranko. De ese trabajo en conjunto -Lee se encargaba de las historias y sus compañeros de los dibujos- salieron personajes esenciales en el mundo del cómic y de los superhéroes.
Su primera creación para Marvel fueron Los Cuatro Fantásticos, que aparecieron por primera vez ese mismo 1961. Eran la respuesta a la recuperación de los superhéroes por parte de DC, la editorial rival, que contaba con Superman, Batman, Wonder Woman o la Liga de la Justicia.
Pero en los 60, el dominio era de Marvel, de Lee y de sus superhéroes más humanos, con problemas existenciales e historias más cotidianas que mezclaba con las acciones heroicas típicas de los superhéroes.
Fueron las características de Hulk, Spider-Man, Thor, Iron Man, los X-Men, Daredevil, Los Vengadores, Ant-Man o Doctor Strange.
A todos ellos les insuflaba además grandes toques de humor, a semejanza del que él exhibía en la vida real. Tanto que hasta jugaba con los nombres que ponía a cada personaje, muchos de los cuales compartían inicial de nombre y apellido.
Peter Parker, Stephen Strange, Fantastic Four, Bruce Banner o Pepper Potts son algunos ejemplos en la larga lista de personajes que hicieron de Marvel la editorial más importante de la época.
De todos ellos, Lee se decantaba por Iron Man y lo hacía, como siempre, con humor: "Es increíblemente rico, es atractivo, las mujeres le aman. Es un tipo perfecto", dijo del personaje que saltó a la gran pantalla con el rostro de Robert Downey Jr.
Un salto supervisado por Lee, que fue el principal impulsor de los proyectos del cómic en el cine.
Se trasladó a Hollywood en los años 80 y empezó a desarrollar proyectos para la televisión que serían el germen de la explosión cinematográfica que llegaría tiempo después.
Y desde el principio se mostró entusiasmado con las adaptaciones cinematográficas de sus historias, en las que siempre quiso participar con cameos. Unos pocos segundos que sus seguidores esperaban ansiosos en cada película en una búsqueda que facilitaban sus eternas y características gafas de sol.
Además ejercía de productor ejecutivo de cada uno de estos proyectos, películas que se han convertido en un género en sí mismas: el cine de superhéroes.
Con un éxito tan arrollador que se han multiplicado las aventuras de estos personajes a medio camino entre humanos y dioses en los que Lee se movía como pez en el agua.
Una figura legendaria a la que la editorial Taschen ha dedicado un enorme libro que está a punto de salir y que define como "la (casi) verdadera historia de Stan Lee, una extravagancia tamaño gigante fruto de ocho años de trabajo sobre el único e incomparable padrino del cómic".
Fue una celebridad que repetía su anhelo de escribir una gran novela aunque no lo hizo. Alcanzó la estela de Hollywood y contaba que en siete horas podía terminar un cómic, algo en que invirtió su vida. (I)