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El Telégrafo
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En Washington presentan primera exposición dedicada a Dietrich

Marlene Dietrich en un fotograma de la película El ángel azul, la que le abrió las puertas del éxito en Hollywood y causó revuelo por su imagen sensual.
Marlene Dietrich en un fotograma de la película El ángel azul, la que le abrió las puertas del éxito en Hollywood y causó revuelo por su imagen sensual.
Foto: icon.com
13 de julio de 2017 - 00:00 - Redacción Telemix

“Me visto para la imagen. No para mí, no para el público, no por la moda, no para los hombres”, declaraba la actriz Marlene Dietrich en una entrevista en 1960 al diario The Observer.

Una exposición a la National Portrait Gallery de Washington, la primera gran muestra dedicada a la actriz en Estados Unidos, profundiza en su figura como pionera en la liberación de los roles sexuales y su proyección como ícono de moda y estilo. “Dietrich es un modelo de contrastes, de múltiples formas”, señala la historiadora Kate C. Lemay, y comisaria de la exposición.

“Es legendaria su disciplina y dedicación a su oficio mientras rompía las barreras sociales y asumía la independencia femenina”. La exposición recorre la vida y carrera de la actriz a través de fotografías, secuencias de sus películas y objetos personales procedentes de la Colección Marlene Dietrich, de Berlín.

Entre los autores de las fotografías de la actriz se encuentran creadores como Irving Penn, Milton Greene o George Hurrell, el fotógrafo de la edad de oro de Hollywood que modeló la imagen de estrellas como Jean Harlow, Mae West, Dolores del Río o Rita Hayworth.

Estrella temprana del cine sonoro promocionada por la Paramount frente a su ‘rival’ Greta Garbo en la Metro Goldwyn Mayer, Dietrich asume con naturalidad su imagen andrógina en películas como Marruecos y De isla en isla (Seven Sinners) desafiando los convencionalismos y estereotipos de la época.

La atmósfera bulliciosa y libertina del Berlín de la década de los años veinte y la República de Weimar le permite el desarrollo de sus dotes creativas como recuerda la exposición. Entre 1922 y 1929 Marlene Dietrich, todavía lejos de la imagen estilizada que creará Hollywood, protagoniza numerosos espectáculos teatrales, muchos de ellos en los cabarets berlineses mientras hace su debut en el cine.

Su encuentro con el director Josef von Sternberg en la película El ángel azul (1930) marca definitivamente el rumbo de su carrera artística siendo reclamados por Hollywood y la Paramount.

El tándem (relación) Dietrich-Sternberg segrega media docena de películas reescribiendo la historia de pigmalión y su modelo. Como la propia Dietrich escribirá años después en sus memorias, señalando su doble nacimiento, el primero en 1901 bajo el cielo berlinés, el segundo en 1930, bajo la cámara de Josef von Sternberg.

De Marruecos (1930) a El diablo era mujer (1935) Marlene fija su ícono de mujer vamp, símbolo de glamur y misterio. Su personaje de la aventura Amy Jolly en Marruecos vestida con esmoquin dando un beso a otra mujer en un cabaret inmortaliza su perfil transgresor.

Como señala la comisaria de la exposición, “únicamente Dietrich con su mezcla de frescura, inteligencia y misterio podía lograr que la escena funcionara para el público americano”.

La cinta la convierte en una estrella de la noche a la mañana y hasta consigue una nominación para los premios Óscar. En la Paramount Dietrich encuentra un gran aliado en la figura del director artístico Travis Banton creándole un guardarropa a medida de las fantasías cinematográficas de Sternberg.

La estrella tomará buena nota de algunos de los consejos de Banton recreando años después esa combinación de sensualidad y fantasía sobre la escena. El diseñador Jean Louis la enfunda en un traje a modo de segunda piel creando una sensación de desnudez bajo los focos teatrales.

“Hoy en día -señala la comisaria Kate C. Lemay- no resulta extraño desafiar las fronteras del género o ver dos mujeres besándose en escena, sin embargo para el público estadounidense de 1930 la bisexualidad y la androginia eran una verdadera revolución”.

“Dietrich crea una imagen aceptable del lesbianismo para consumo del país”. A propósito de la sexualidad de la actriz, el crítico teatral Kenneth Tynan dirá años más tarde: “Tiene sexo, pero no un género definido. Su masculinidad atrae a las mujeres y su sexualidad también”.

Moldeadora infatigable de su imagen, la actriz se encarga de redefinirla una y otra vez a lo largo de su carrera. Primero en los platós de cine, después sobre la escena y los teatros. En el rodaje de El cantar de los cantares (Rouben Mamoulian, 1933) es la propia Dietrich la que se encarga de dar las directrices al director de fotografía. El rostro de Dietrich aparece iluminado desde arriba creando un aura en su cabello y sus característicos pómulos resaltados. Fotógrafos como Cecil Beaton contribuyen a fijar ese rostro que parece esculpido en medio de juegos de luces y sombras.

Entre la colección de fotografías de la exposición se puede a ver a la actriz en un lujoso transatlántico rumbo a Europa con un look totalmente masculino.

Su llegada a París ha puesto a la Policía en estado alerta con orden de arrestarla si se exhibe de una manera escandalosa. Marlene desciende del tren con un impecable traje de corte masculino, los cabellos recogidos en una boina y gafas de sol estilo monóculo, una forma de vestir que se asocia a los clubes de mujeres lesbianas.

La historia acaba con el jefe de la Policía parisina pidiendo excusas y enviándole de regalo un brazalete de sándalo. Casada con el cineasta Rudof Sieber, un ‘matrimonio abierto’, la actriz protagoniza a lo largo de su vida numerosos romances, tanto con hombres como mujeres: Jean Gabin, Erich Maria Remarque, Mercedes Acosta, Gary Cooper, Yul Brynner o el compositor Burt Bacharach.

El músico dirige la carrera musical durante una serie de históricas giras por los escenarios de todo el mundo, entre ellos, su regreso a Alemania donde la actriz se enfrenta con la hostilidad de un sector de la población que no le ha perdonado su proamericanismo durante la Segunda Guerra Mundial. Feroz opositora del nazismo, la actriz viaja con el Ejército norteamericano por los diferentes frentes de la guerra animando las tropas. Su versión de la canción ‘Lili Marlen’, paradójicamente, acaba convirtiéndose en un himno de amor y consuelo para los soldados de ambos bandos enfrentados. (I)

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