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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El ‘viejo’ cariñoso de los Napolitano

Si Héctor Napolitano tiene en su repertorio de más de 700 canciones emblemas como ‘Bolón de verde’ no es por gusto. Lucas, su hijo menor, cuenta que esta leyenda viva del son hecho en Guayaquil tiene complejo de chef.

Él es el niño de su papá. Su mami, la dancista María Pérez, estaba en Estados Unidos y él quedó bajo la tutela de su progenitor desde los dos años. Compartió con su viejo, como lo llama de cariño, lugares como Ballenita y Galápagos, donde el cantante de ‘Cangrejo criminal’ vivió algún tiempo, y en el presente residen juntos en una casa en el callejón El Galeón, del cerro Santa Ana.

A Héctor Napolitano le gusta mucho la cocina. Lucas recuerda que cuando llegaba de la escuela le tenía preparado el almuerzo. “Le encantaban las pastas”, dice, por lo que casi siempre era fideo lo que le daba de comer.

La alimentación de un menor es importante, y eso lo tenía claro Viejo Napo, por lo que cada mañana tenía listo un recipiente de avena con pasas y otro con mantequilla. “En ese aspecto era muy exigente. Siempre tuvimos buena comida en casa”, señala.

Por ejemplo, cuando vivieron en Galápagos, la mayor parte de su niñez comía pescado hecho por su padre, pues aunque contrataba a colaboradoras de aseo, jamás nadie se metía a su cocina.

Héctor Napolitano es un músico guayaquileño que tiene una amplia trayectoria dentro de los escenarios locales. Posee a su haber más de 20 discos grabados, de los cuales, al menos 12 son de su autoría, el resto pertenece a compilaciones. Una de sus canciones más conocidas es ‘Guajira a Guayaquil’, en la  que exhorta el amor que siente por la tierra que lo vio nacer.

Aunque en escenarios locales ha compartido por varias ocasiones tarima con sus hijos Lucas y Bastián, la parte del rol de padre ha quedado tras bastidores hasta hoy. Lo que se descubrió al hacer esta entrega es que atrás de ese gran músico hay un señor progenitor. Humano como todos, con defectos y virtudes que se fusionan a lo largo de su existencia.

Uno de los conciertos en que Lucas acompañó a su padre, Héctor Napolitano.

De los cinco hijos de Napo, Greta, Delia, Penélope, Bastián y Lucas, hablan en esta nota los varones, músicos como él. “Mi viejo siempre fue cariñoso”, suelta Lucas como característica principal de Héctor Napolitano. Una de las cosas que más recuerda es que en la casa de Ballenita había un pino grande. “Mi papá puso una bicicleta bajo el árbol envuelta en papel de regalo y con una carcasa de moto como disfraz. Ese mismo día me enseñó a andar”, cuenta Lucas como si hubiera sido ayer, aunque para ese entonces andaba por los 3 años.  

Lo rememora casi perfectamente porque, confiesa, es una de las pocas cosas que le ha aprendido de él. Sonríe en esa parte de la entrevista, como queriendo ocultar una verdad incómoda, pero finalmente habla: “Mi viejo nunca ha tenido paciencia para enseñar”.

De la época de Galápagos tiene imágenes muy fijas en su mente, como que jugaba en la playa con los hijos de Hugo Idrovo, otro de los grandes de la trova urbana. “Siempre fuimos muy unidos con mi viejo. Lo acompañaba a sus conciertos y a todas partes”, dice.

Este mundo musical que compartió con su papá de niño le permitió empaparse de la melodía y fue una gran influencia para este guitarrista blusero. Y aunque Napolitano mayor no le enseñó a entonar el instrumento que decidió como acompañante en su carrera, recuerda perfectamente que cuando ya sabía lo básico y Viejo Napo se dio cuenta, le mostró cómo hacer sus primeros ciclos de blues, a los diez años.

La impaciencia con la que Lucas describe a su padre no afectó a su hermano mayor, Bastián. Como este no vivía con Viejo Napo, para él “había otro trato”.

Con risos despeinados y un look descomplicado, el baterista de Verde 70 coincide con su hermano en que Héctor Napolitano es, definitivamente, un padre amoroso. “Estaba presente a lo lejos y de cerca”. Especifica esto último porque al ser el mayor y de un compromiso anterior, no vivió con Napolitano en su niñez, pues este se separó de su madre cuando aún era muy pequeño, lo que jamás le afectó, afirma muy ligero en su expresión.

Él reside en Quito, pero la distancia no le impidió a Viejo Napo enseñarle a jugar fútbol y a montar en bicicleta. Galápagos y sus playas también están en la memoria de este percusionista de 24 años. “Le visité unas cuantas veces”, recuerda con su peculiar acento quiteño.

“Jamás olvidaré el día en que mi viejo me despertó en Olón a las seis de la mañana para ir a ver el mar”, rescata entre sus recuerdos. Otra de las anécdotas que tiene es la grabación del vídeo ‘Pescador galapagueño’, en donde tocaba bongós con apenas 9 años.

Claro, en aquella época no había la facilidad que se tiene ahora de acceder a los seres queridos a través del Internet, pero el amor de padre lo llevó a Napo a ir más allá de una simple llamada por teléfono convencional, pues se escribía misivas con su primer vástago en marcadas ocasiones.

Su primera tocada juntos fue cuando Bastián tenía 15 años, en el Pobre Diablo, de Quito. Una experiencia increíble, describe.

Cuenta que se han fortalecido los lazos con su padre ahora que está adulto: “Es más por la música. Nos hemos empezado a llevar como amigos, como compañeros de banda y como personas nos respetamos”.

En tono bromista dice: “De alguna u otra forma el tener el apellido Napolitano o perjudica o ayuda”. Continúa con una frase que deja en el aire como aclaración: “Lo que yo he hecho en mi carrera ha sido con mi esfuerzo, soy hijo de Viejo Napo pero trato de no juntarlo mucho (a mi profesión)”.

En marzo pasado, Los Napolitano viajaron a Argentina para participar en un concierto en el que se rindió tributo a Pappo Napolitano, uno de los más emblemáticos guitarristas y cantantes de blues de América Latina, pariente de Viejo Napo, que tiene ascendencia argentina.

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