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La agrupación, que se presenta por primera vez en el país, estará en el parque bicentenario en quito hasta el 13 de diciembre

El Circo del Sol arroja música y poesía con la seguridad de los cuerpos en movimiento

Valentyna Pahlevanyan cautivó con sus acrobacias a los asistentes en uno de los 18 actos del Circo del Sol. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
Valentyna Pahlevanyan cautivó con sus acrobacias a los asistentes en uno de los 18 actos del Circo del Sol. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
20 de noviembre de 2015 - 00:00 - Redacción/ Telemix

A las 18:30 del miércoles, la carpa del Circo del Sol, que se instaló desde el 8 de noviembre en Quito, abrió sus puertas con la función de preestreno de la obra Corteo, que representó por primera vez la agrupación en 2005. Desde adentro de la carpa, el personal técnico de la agrupación canadiense observó por una rendija antes de salir con paraguas negros a animar a los ansiosos asistentes, que no esperaban la hora de poder ingresar. En el Parque Bicentenario (norte de Quito) se instaló una miniciudad, en donde artistas y músicos durante 23 días compartirán la obra que recorrió 19 países.

Los animadores gritaron, aplaudieron y motivaron a quienes solo sonreían: “Bienvenidos”, les dijeron. Y esas palabras fueron mágicas para abrir la carpa y exhibir adentro un mundo multicolor, que fue aplaudido por niños con discapacidad, así como en situación de riesgo, que fueron invitados a la función premier. Para Lucía (13 años) con discapacidad física, llegar al circo fue llenarse de vida.

En el Circo del Sol hay poesía en la música y en el movimiento de los cuerpos. Dos candelabros en el piso iluminaron un telón semitransparente, en donde payasos, ángeles y niños -pintados en acuarela- fueron los principales protagonistas. Ese fue el preludio para lo que durante cerca de 2 horas (con un intermedio de 30 minutos) observaron los asistentes durante los 18 actos del show. De repente, una mujer con un vestido rosado ingresó con un libro, y sin perder concentración en su lectura, avanzó hacia el escenario. Junto a ella estuvieron dos hombres que juntaron y extendieron sábanas blancas. Todos se concentraron en su tarea. También ingresaron los músicos con acordeones, guitarra, piano y violines. La fiesta empezó. El escenario se oscureció y una voz adulta, que representa al payaso Mauro (Mauro Mozzani, actor principal) contó el sueño que tuvo de su funeral, en donde no hubo solemnidad, sino, más bien, un espectáculo de luces y color. Todo lo vio con los ojos abiertos. “Bienvenido al mundo del Circo del Sol en Quito”, gritó el maestro de ceremonias de Corteo, que usó un atuendo similar al de los domadores de leones con látigo en mano. Al escuchar aquello, los gritos llegaron de los espectadores. Dos ángeles blancos ingresaron una cama antigua de respaldar de metal, en donde yacía Mauro. Este actor italiano, durante el espectáculo, cautivó a los asistentes por su ingenuidad y sencillez. Fue el culpable de que los asistentes soltaran más de una carcajada.

 

La obra, dirigida por el suizo Daniele Finzi Pasca, se ejecuta en 18 actos, algunos de comedia, como la parodia del golf, en donde una actriz personifica a una singular pelota que no se deja golpear; así como poéticos, en la escena cuando una pareja funde sus cuerpos en el trapecio. Este acto, que incluye un alto riesgo físico, ya que la artista realiza más de una acrobacia sujeta su cuerpo con un pie, termina con un beso entre ambos actores.

Sin embargo, aquella escena no es la única complicada escénicamente; a pesar de ello, los 65 artistas lograron ejecutar todas con absoluta precisión. Entre los actos que más llamaron la atención de los asistentes está el de una acróbata que caminó en puntillas sobre la cuerda floja, así como el de otro artista que hizo piruetas en una escalera.

Durante su intervención, el payaso Mauro demostró que conoce algo sobre Ecuador. Por eso, en su presentación no dejó de nombrar al volcán Cotopaxi, el locro de papas quiteño, el equipo Liga Deportiva Universitaria y al futbolista Antonio Valencia, dejando constancia de la preparación argumental que también maneja la agrupación.

Un momento que más llenó de ternura a los asistentes fue cuando Valentyna Pahlevanyan, una mujer de pequeña estatura, portando globos gigantes, permitió que los asistentes la impulsaran para realizar piruetas por el aire.

La puesta en escena incluye música en vivo, en donde los acordes de acordeón, violín, guitarra y piano sobresalen junto a las voces de Alain Labrie y Émilie Grenon-Emiroglou (Canadá).

Sin embargo, el show de silbidos de Sean Lomax, en competencia con un violín, fue uno de los actos más aplaudidos por los asistentes. También los artistas ofrecieron una sinfonía con bandejas de cristal llenas de agua. Mauro, en cambio, acompañó esa melodía con copas de agua.

El montaje, con el cual el grupo hizo una película y ganó un premio Emmy en 2006, incluye actos de trapecio fijo y volantes, barras y aros. Cada movimiento sorprendió a Irina Ayala (10 años), quien tiene síndrome de Down. “Volaban mami, volaban”, contó a su madre, mientras movía sus manos simulando ser un ángel. La pequeña no olvidará la primera vez del Circo del Sol en Ecuador. Al final llegaron los aplausos de los asistentes de pie. (I)

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