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Edith Piaf, la voz francesa que no tuvo ‘la vida en rosa’

Edith Piaf, la voz francesa que no tuvo ‘la vida en rosa’
20 de octubre de 2013 - 00:00

Ahora con la magia del YouTube cualquiera puede apreciar aquellos estribillos originales de Edith Piaf y en tono de contralto que decían: “Quand il me prend dans ses bras/ Il me parle tout bas/ Je vois la vie en rose (Cuando él me toma en sus brazos/ y me canta susurrando/ veo la vida en rosa)”.

Y claro, también existen los melómanos que apreciaron su canto y aún conservan el acetato (o quizás la versión en grafito) de ‘La vie en rose’, ese clásico de 1946, que originalmente tenía a ‘Un refrain courait dans la rue’ (Un estribillo corría a la calle) en la cara B del disco.

La canción del género chanson, que refleja el enamoramiento de una mujer -la cual detalla cómo aquel disipa sus penas cuando él canta al oído- ha tenido decenas de adaptaciones aunque curiosamente lo que menos tuvo Edith Piaf es una ‘vida en rosa’.

Todo lo contrario. Pasó una infancia dura, accidentes y enfermedades que terminaron con su vida el 11 de octubre de hace 50 años, aunque su consagración la llevó a cantar en lo alto de la mismísima Torre Eiffel, tras unos inicios artísticos en la calle y cabarets.

Pese a su figura menuda -no llegaba al metro y medio de altura-, su andar patoso y sus vestidos siempre negros, la convierten a Piaf en un icono de la canción francesa.

El éxito musical fue acompañado de una cierta leyenda en torno a su figura: en el número 72 de la rue de Belleville de París hay una placa que recuerda el nacimiento de Piaf “en los peldaños de esta casa” cuando, en realidad, nació en un hospital cercano, según su partida de nacimiento.

Confidente.- Con la actriz alemana Marlene Dietrich tuvo una entrañable amistad. Ella confirmó la última unión de Piaf.

Nacida el 19 de diciembre de 1915, fue abandonada por su madre, Annetta Maillard, una cantante ambulante. Vivió con su padre Louis Alphonse Gassion, a quien acompañaba pasando el platillo cuando este actuaba como contorsionista y acróbata en la calle.

Durante la infancia, Piaf también convivió con su abuela materna, que trabajaba como domadora de pulgas en un circo, y con su abuela paterna, que regentaba un prostíbulo en Normandía.

A los 15 años, la joven parisina empezó a cantar en la calle, donde fue descubierta por el dueño del cabaret Gerny’s, Louis Leplée, quien rebautizó a Edith Giovanna Gassion, su nombre real, como la “Môme” (muchacha)  Piaf y le dio la oportunidad de actuar en su local.

La carrera musical de este icono de la música francesa levantó el vuelo en los cabarets y “music halls” parisienses, donde consiguió un gran reconocimiento y llegó a actuar en salas emblemáticas como Pleyel y Olympia.

No obstante, detrás su éxito musical se escondían las dificultades, como la muerte de su única hija, Marcelle (1933-1935), a la que tuvo con 18 años. La niña falleció por una meningitis cuando tenía 2 años.

“Edith Piaf cantaba su vida”, señala Bernard Marchois, encargado del museo parisino que está dedicado a la artista también conocida como El Gorrión.

Marchois considera que estas experiencias vitales hicieron que en lugar de interpretar  temas “divertidos y alegres” optara por canciones sobre el amor, algunas de ellas tan conocidas como ya mencionada ‘La vie en rose’.

Los triunfos profesionales fueron acompañados de una vida tumultuosa e intensa, con mudanzas constantes, dos maridos y numerosos amantes, aunque su gran amor fue el boxeador francés, de origen argelino, Marcel Cerdan, de quien se enamoró en Nueva York, una ciudad en la que Piaf siguió forjando su leyenda y donde cosechó grandes ovaciones, como las del Carnegie Hall.

Cerdan, quien fue campeón mundial de peso medio en 1948, falleció en un accidente de avión al año siguiente y su deceso marcó a la cantante francesa, que se dejó llevar por la fatalidad, abusando del alcohol y la morfina.

A pesar de la decadencia física (muy evidente cuando se desplomó durante una presentación en Nueva York y múltiples intervenciones quirúrgicas), la artista francesa tuvo fuerzas para dar diversos conciertos en la sala Olympia, en la que había actuado en sus inicios y que empezaba a tener problemas financieros, mientras los medios publicaban noticias sobres romances como con el cantante Jacques Pills o el actor Yves Montand.

En una entrevista publicada algún tiempo antes de morir, Piaf formuló un deseo (“no me gustaría morirme vieja”) que se convirtió en presagio, ya que falleció en el sur de Francia, acompañada de su segundo marido, Theo Sarapo, a los 47 años, a causa de un fallo hepático provocado por su alcoholismo. Curiosamente él también pereció en un accidente automovilístico como Cerdan.

La influencia de Edith Piaf en la música francesa no se explica solo con su discografía porque la diva impulsó también las carreras artísticas de otros intérpretes, como Charles Aznavour y Georges Moustaki, con quienes también mantuvo romances. El primero de ellos fue su secretario, confidente e incluso le escribió algunas canciones como ‘Plus Bleu que tes yeux o Jezebel’ (Más azul que tus ojos Jezabel).

La vida de Piaf, quien apareció en 11 películas ha sido llevada a la gran pantalla a través de la homónima cinta ‘La vie en rose’, ganadora de 5 premios César y un Oscar a Marion Cotillard como Mejor Actriz principal. Antes su figura fue protagonista de un documental de 1998.

La muerte no puso punto final a su leyenda. Al contrario, los discos de Piaf se siguen vendiendo y en su tumba, situada en el cementerio parisiense de Père Lachaise, cada día hay flores frescas que recuerdan a la interprete de ‘Je ne regrette rien’ (No me arrepiento de nada), aunque tuvo “la vida en rosa” como su célebre canción.

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