El actor protagoniza the equalizer, que mañana se estrenará en ee.uu.
Denzel Washington: “Yo no sé pelear”, agrega, “pero sé cómo ganar...” (Video)
BC-Hollywood.-
“Uno se lleva consigo a casa algo de todo lo que ha hecho como actor”, afirma Denzel Washington. “Por desgracia, es mi esposa la que tiene que lidiar con eso. Ella se ha de preguntar: ‘¿Quién viene hoy? Oh, es Malcolm X. Oh, es el detective Harris de Training Day (2001)’”.
“Si es el tipo de Training Day, entonces ese día todo el mundo tiene que escabullirse”, agrega Washington con una cálida sonrisa.
De camiseta negra y pantalones del mismo tono que combinan, el actor -quien en diciembre cumplirá 60 años- se ve esbelto y en buena forma en la entrevista durante el Festival Cinematográfico de Toronto, en la que habló de su nueva película, The Equalizer, de Antoine Fuqua, que se estrenará mañana en Estados Unidos.
Basada en la serie televisiva de la década del 80, que entonces era protagonizada por el actor Edward Woodward, The Equalizer presenta a Washington como Robert McCall, un hombre que deja atrás su turbio y misterioso pasado a fin de llevar una vida tranquila. Ahí es cuando hace su aparición una muchacha de nombre Teri (Chloe Grace Moretz), que está tratando de escapar de unos mafiosos rusos.
De ese modo, McCall de pronto se ve arrastrado a su antiguo papel de solucionador de problemas que aplica su propia versión de justicia callejera.
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Parece una película de suspenso, pero Washington insiste en que hay mucho más. “Creo que la gente es floja y simplemente va a decir que es una película de acción o de suspenso. No sé qué signifique eso. Se pueden rodar escenas de acción como drama, que es lo que hizo Antoine en esta película. Así que no sé qué sean las películas de acción. No sé si haya hecho alguna”.
En esta era de películas recicladas, Washington solo había hecho un puñado de refritos y nunca había hecho una película basada en un programa de televisión. Sin embargo, no pudo dejar pasar The Equalizer. “Es un excelente libreto”, señala Washington. “Lo leí en un fin de semana largo del 4 de julio y fue una lectura rápida. De inmediato los llamé y les dije: “Habla Robert McCall”. “Fue una decisión bastante rápida”, agrega.
Washington después se dirigió a Fuqua, que lo dirigió en Training Day, cinta que le valió un premio de la Academia al Mejor Actor. Desde entonces no habían vuelto a trabajar juntos, pero el director no lo pensó mucho para entrar al proyecto.
“Denzel me llamó y me dijo que acababa de leer un libreto, que le había parecido excelente. Me pidió que lo leyera para después discutirlo”, recuerda Fuqua en entrevista por separado. “Pocas horas después lo llamé y le pregunté: ‘¿Cuándo quieres ir?’”. Washington no tuvo ningún reparo en volver a trabajar con Fuqua.
“Con él no tengo que buscar nada en un director”, afirma. “Ya sé que él lo tiene. Lo más inteligente que hice en esta película fue llamarlo. No quiero meterme en una película con la duda de si el cineasta podrá hacerla. No tuve que volver a pensar en eso una vez que él aceptó”.
Por su parte -reveló Fuqua- él había estado buscando algo que hacer con Washington hace 12 años. “Cuando Denzel llama, lo más inteligente que puedo hacer es decir que sí”, indicó el director.
Washington rara vez interpreta a personajes como McCall, un lobo solitario que le ha dado la espalda al mundo que lo rodea. Para el actor, que generalmente encarna figuras de autoridad y hombres de familia, eso fue parte del atractivo.
“Todos tenemos una personalidad pública”, asegura. “Quiero decir, todos nosotros. En esta película podemos ver a este tipo solo cuando no está siendo atractivo. Estoy seguro de que si miramos con atención en cualquier habitación, habrá algunas personas que sean mucho más extrañas que este personaje cuando están a solas en casa. “Me encantó la forma en que dobla la servilleta y que necesite que las cosas estén en determinado orden”.
Parte del atractivo -explica- fue que el personaje no es un libro abierto de entrada y que, efectivamente, la película termina sin que se hayan respondido todas las preguntas del espectador. “Me encantó el hecho de que no haya una escena final en la que se explique todo”, indica Washington. “Muchas cosas quedan en el misterio”.
The Equalizer se rodó en las calles de Boston, ciudad con la que Washington tiene asociaciones desde hace mucho tiempo.
“La última pelea de verdad que tuve fue en Boston”, revela. “Hace cosa de treinta y tantos años, mi esposa tenía un espectáculo ahí llamado The All-Night Strut. Una vez fui a visitarla. Los guardias me dieron a entender que ella era una prostituta y yo su proxeneta. “Yo no sé pelear”, agrega, “pero sé ganar. Esa es la diferencia”.
Washington creció en Mount Vernon, Nueva York, donde su madre era esteticista y su padre, ministro pentecostal. Después de una breve estancia en la Universidad Fordham de Nueva York, donde pensaba titularse en periodismo, realineó sus metas y decidió ser actor.
El resto, por supuesto, ya es historia en Hollywood. Washington debutó en la pantalla con una actuación no acreditada como asaltante en Death Wish (1974), que tuvo un éxito sorpresivo, cuando todavía era estudiante.
Después de graduarse, luchó por conseguir papeles en el teatro, el cine y la televisión durante algunos años hasta que lo seleccionaron como protagonista en la comedia Carbon Copy (1981). Al año siguiente empezó a encarnar el doctor Philip Chandler en el drama médico St. Elsewhere (1982-1988), que lo lanzó a la lista de los actores más cotizados de Hollywood, donde ha permanecido cómodamente desde hace 25 años.
Durante todo este tiempo, ha estelarizado más de unas cuantas películas que se volvieron clásicas, como Mo’ Better Blues (1990), Mississippi Masala (1991), Malcolm X (1992), The Pelican Brief (1993), Philadelphia (1993), Crimson Tide (1995), The Hurricane (1999), Inside Man (2006) y Flight (2012). Ganó un Oscar al Mejor Actor de Reparto por Glory (1990) y otro al Mejor Actor por Training Day.
En los últimos años, Washington se ha especializado en el drama. No ha hecho comedias ni cintas románticas desde The Preacher’s Wife (1996), pero él asegura que no es por su culpa. “Nadie me llama para hacer esas películas”, dice riendo.
Al tiempo que se ha forjado una reputación como uno de los mejores actores de su generación, Washington lanzó otra carrera como director. Él estuvo al timón de Antwone Fisher (2002) y The Great Debaters (2007), apareciendo en las dos, y definitivamente tiene planes de hacer más. “He dirigido dos películas”, indica. “No sé nada de dirección, pero creo que sé algo de actuación”.
Recuerda una escena de Antwone Fisher en la que Fisher (Derek Luke) se reúne con su madre (Viola Davis), a quien no había visto en mucho tiempo. “Derek ya había decidido que quería ser muy emotivo y llorar”, afirma Washington. “Me di cuenta de que lo había decidido. Así que él fue directamente a eso. Yo pensé que convendría dejar que se desgastara un poco. Después le dije: ‘Eso está muy bien, hagamos otra toma. Está aún mejor. Hagamos una más’”.
“Después le dije: ‘Mira, Derek, lo que estás sintiendo ahora está justificado, pero estás sentado frente a tu madre. No dejes que ella vea que te acongojas. Esta es la madre que no te crió y que te abandonó. No dejes que ella gane. ¡No llores! Una toma más’”. “Entonces la hizo brillantemente”, concluye Washington. “Y eso fue todo. Esa es la alegría de dirigir. Llegar al lugar indicado”.
En una carrera larga e inmensamente satisfactoria, el actor -que vive tranquilamente en Los Ángeles con su esposa, Pauletta, y sus cuatro hijos- admite algunas meteduras de pata.
“Cometí el error de rechazar Seven (1995)”, reconoce Washington. “El papel que hizo Brad Pitt. Lo leí y me pareció que sería demasiado para mí. Después vi la película y...”. Se detiene a media frase y gime melodramáticamente. “Fue sensacional”, dice Washington más seriamente. “Y me encantó lo que vi. Pero ese papel no era para mí. Era para Brad. Todo salió bien al final”.
Pese a tener cuarenta años en la carrera, el actor admite que sigue sintiéndose nervioso el primer día de filmación en el escenario. “Nunca he hecho ninguna película en la que no esté nervioso en la primera o segunda toma”, asegura Washington. “Un músico de jazz tampoco lo sabe. Él se sabe su solo, pero no sabe la canción completa. Para el actor, nadie más ha tocado nada de música el primer día. Yo siempre me pregunto cuál es el ritmo”.