David Bisbal cerró su paso por Ecuador con show en Quito
No hubo bailarinas ni grandes coreografías, tampoco un exceso de piruetas ni movimientos de cadera en el concierto en Quito de David Bisbal, quien mostró su cara más reposada e íntima, pero sin olvidar su esencia latina.
Así cerró su paso por Ecuador, el sábado pasado, en el coliseo Rumiñahui. Dos días antes cantó en el Voltaire Paladines guayaquileño.
El artista multiplatino apareció con Sin mirar atrás y Esclavo de sus besos, haciendo gala de su presencia escénica y voz, pero más comedido, dejando de lado el Bisbal melodramático, de puños al aire, mirada al infinito y golpes en el pecho con la mano.
Una tónica, la de la madurez y la contención sobre el escenario, que se mantuvo durante casi todo el concierto, en el que repasó una veintena de sus éxitos acompañado de una banda de cinco músicos y con una puesta en escena sobria, con excelente iluminación y proyecciones.
Fue un Bisbal más íntimo, que soltó baladas como Sueños rotos, El ruido o Mi princesa, todas canciones de desamor, acordes con su separación de Elena Tablada.
Tal como ocurrió en Guayaquil, el ex participante de Operación Triunfo sonó en acústico, acompañado de piano y cuerda, en una tanda de canciones íntimas en las que versionó a artistas de la talla de Alejandro Sanz, con Ella; o En un rincón del alma, de Alberto Cortez.