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El Telégrafo
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Daniel Day-Lewis y Katharine Hepburn, los más laureados de los Oscar

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El junio de 2017 el mundo del cine perdió a uno de sus actores más sobresalientes de la industria y no precisamente porque haya muerto sino por su decisión personal de retirarse de los foros de cine: Daniel Day-Lewis.

La noticia cayó como balde de agua fría en pleno invierno y ahondó en tristeza a colegas y seguidores de un actor que tal vez estuvo predestinado para la industria. El arte corría por sus venas.

Daniel Michael Day-Lewis es hijo del poeta Cecil Day-Lewis y de la actriz Jill Balcon, quien a su vez era hija del afamado productor cinematográfico Michael Balcon, uno de los creadores de los Estudios Ealing.

El actor explicó, a través de su agente, que su postura se trataba de una "decisión privada" y que sentía "inmensamente agradecido con todos sus colaboradores y con su público".

De inmediato su imagen fue portada de tabloides, revistas y de los segmentos especiales de la prensa internacional que recordó las brillantes actuaciones del actor británico, quien es el único en haber alcanzado tres premios Oscar en  la categoría de actor principal. También es el primero en ganar interpretando a un presidente.

Hasta la fecha, solo dos actores han conseguido tres estatuillas, Walter Brennan y Jack Nicholson, pero al menos una de ellas correspondió a la categoría de reparto, mientras que sólo nueve actores tienen dos, entre ellos Marlon Brando, Gary Cooper y Dustin Hoffman.

Antes de su fama internacional, aparecía en pequeños papeles secundarios de televisión y cine, pero comenzó a llamar la atención de directores y de la crítica en My Beautiful Launderette en la que interpretó a un homosexual de clase trabajadora que sostiene una relación interracial y A Room With a View, una película de época en la que hace de un aristócrata.

Recibió su primer Oscar como mejor actor en 1990, por su interpretación de Christy Brown, un artista y escritor irlandés afectado con parálisis cerebral, en My Left Foot. Desde entonces, el actor se ganó un espacio dentro de la industria, aunque siempre fue muy selectivo para escoger sus películas y el equipo con el que le tocaba trabajar.

Siempre ha sido un hombre entregado al arte en diversas expresiones y ha mantenido su vida privada muy alejada del foco de las cámaras. Ha sabido manejar su vida privada de bajo perfil, de hecho, como lo dijo en cierta ocasión, tiene un genio que ni él se aguanta.

Su segundo Oscar fue en 2008, por el papel del petrolero Daniel Plainwiew en There Will Be Blood, antes de conseguir su tercer galardón récord por su interpretación del presidente estadounidense Abraham Lincoln en 2013. En 2014 recibió el título de caballero de la corona británica, otorgado por la reina Isabel II.

En aquella ocasión, declaró sentirse "completamente sorprendido y encantado de igual manera", en recibir el honor.

 Este actor siempre ha sido muy esquivo con la prensa. No le gusta hablar con nadie y en cierta ocasión que solo habla con su esposa e hijos porque “no le queda de otra”.

Siempre está en constante aprendizaje y no solo lo relacionado a la actuación. Se ha metido a trabajar como cocinero para aprender a cocinar, de carpintero, modisto y hasta maestro zapatero. “Me gusta aprender oficios, eso me apasiona”, dijo en una entrevista.

La dama de la actuación

Katharine Hepburn es una de las actrices más laureadas e icónicas de la Edad de Oro del cine estadounidense. Prácticamente pertenecía a la realeza del cine, aunque en la vida real decía que su familia descendía de un hijo bastardo del príncipe Juan de Inglaterra.

Nació en el seno de una familia aristócrata y siempre estuvo rodeada de intelectuales. De hecho, era calificada como pedante y arrogante con sus amigos y presumía de sus conocimientos sobre literatura clásica y solía leer partituras teatrales medievales.  

En junio de 1928, al día siguiente de su graduación, viajó a Baltimore para entrevistarse con Edwin H. Knopf, director de una compañía de teatro que ensayaba en esos momentos The Czarina; tras mucho insistir, se hizo con un breve papel en la obra. Este debut y su famoso temperamento le valieron, en aquellos primeros tiempos, el mote de ‘la Zarina’.

En el verano de 1932 rodó su primera película, Doble sacrificio, nada menos que junto a John Barrymore, y desde el primer día congenió con el director, George Cukor, que enseguida supo que había escogido a una actriz de gran talento instintivo. Cukor la dirigiría en una decena de filmes, entre ellos Mujercitas (1933), basada en la novela de Louise M. Alcott, en la que por supuesto encarnó a la masculina Jo, un papel que contribuyó a cimentar su propia androginia en una época en que imperaban mitos de feminidad como Jean Harlow o Mae West.

El éxito de esta película y de Gloria de un día (1933), de Lowell Sherman, que le valió su primer Oscar, abrió una etapa de auge en su carrera que, contra todo pronóstico, no tardó en declinar durante la segunda mitad de la década, de forma paralela a la decreciente repercusión comercial de algunas sus películas.

Algo que hoy resulta incomprensible, dado que precisamente en esos años rodó títulos del calibre de Damas del teatro (1937), de Gregory La Cava; Vivir para gozar (1938), de George Cukor, o La fiera de mi niña (1938), de Howard Hawks, pero que entonces obligó a la actriz a regresar a Nueva York y retomar su labor en los escenarios.

Su reaparición en Broadway supuso un nuevo auge en su carrera: su trabajo en la comedia de Philip Barry Historias de Filadelfia llegó a las cuatrocientas representaciones y recibió el aplauso unánime de crítica y público.

La actriz se sentía tan feliz con este nuevo triunfo que el multimillonario Howard Hughes, con quien había tenido un romance, le regaló los derechos de The Philadelphia Story para que únicamente ella pudiese hacer la versión cinematográfica.

Y la Hepburn, tras comprar su libertad a la RKO (cancelar el contrato le costó 220.000 dólares), volvió a la Costa Oeste para ofrecerle la adaptación al zar de la Metro Goldwin Mayer, Louis B. Mayer, quien aceptó, aunque no se plegó a las exigencias de la actriz de que los coprotagonistas fueran Clark Gable y Spencer Tracy. Le proporcionaron a Cary Grant y James Stewart y tuvo a Cukor como director, y la química conseguida prueba que fue la elección perfecta para una película memorable. Esta vez perdió el Oscar injustamente frente a Ginger Rogers, pero ganó con justicia un prestigio que ya no la abandonaría.

Por su autobiografía (Me, 1991) se supo que por esa época vivió una intensa relación clandestina con el realizador John Ford (un hombre casado e infeliz, ferviente católico y alcohólico sin remedio que al final de su vida confesó su arrepentimiento por no haberla llevado al altar), y que el vínculo se deshizo nada más conocer a su admirado Spencer Tracy (también casado, infeliz, católico y alcohólico).

Los unió La mujer del año (1942), de George Stevens, y desde entonces hasta Adivina quién viene esta noche (1967), de Stanley Kramer (Tracy murió unos días después de finalizar el rodaje), formaron una de las grandes parejas del cine y de la vida a lo largo de nueve películas y veinticinco años de torturados amores también clandestinos.

Durante los años cincuenta y sesenta rebajó mucho su ritmo de trabajo, lo cual no le impidió cosechar grandes éxitos como La reina de África (1951), que coprotagonizó con Humphrey Bogart, o la citada Adivina quién viene esta noche (1967) y El león en invierno (1968), por los que obtuvo sendos Oscar de forma consecutiva. En las décadas siguientes, acusando su ya avanzada edad, redujo su presencia cinematográfica a papeles esencialmente de apoyo, con la notable salvedad de En el estanque dorado (1981), auténtico testamento fílmico por el que se le concedió su cuarto Oscar, y en el que compartió cartel con otra gloria del cine clásico estadounidense, Henry Fonda.

Hepburn se despidió del cine en 1994, ya octogenaria, para retirarse a su casa de campo, en Old Saybrook, Connecticut, donde la acompañaban habitualmente familiares y amigos, además de su biógrafo, Scott Berg, que la visitaba los fines de semana y concluyó allí veinte años de entrevistas que dieron forma a un libro, Kate remembered (2003), que, conforme a lo pactado, publicó tras la muerte de la actriz. (I)

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