Chayanne arrasó con su gente con la velocidad de un “ciclón”
Chayanne corre de un lado hacia otro. Salta, sube y baja las escaleras a toda velocidad como si fuese un torbellino que arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Por eso le dicen el Ciclón de América.
Casi nunca está quieto en el escenario durante cualquiera de sus conciertos, salvo unos segundos para dirigirse al público con una voz entrecortada que refleja la agitación y sus camisas empapadas. Una de las que lució la noche del pasado sábado en el estadio Alberto Spencer ante cerca de 20 mil personas fue blanca por unos minutos hasta que su transpiración la convirtió en gris. Las otras fueron negra y vino con pantalones negros, más una camiseta de algodón que también fue blanca, pero con jeans.
Pero el Ciclón no es el único que derrocha energías. Con él actúan Sarah y Susy, dos esbeltas rubias (que lo abrazaban y besaban), más John, Samuel, Brendan y Jaime, los demás bailarines que se dispersan por todos lados y hacen volteretas con coreografías callejeras como las de los break dancers de los 80.
A las nueve de la noche del sábado las luces del estadio se apagaron, mientras la pantalla gigante central proyectaba una línea roja que simulaba un ritmo cardiaco. En segundos esa línea se convirtió en una lluvia de fuego que formó la expresión No hay imposibles, el nombre de la gira que trajo de visita al boricua, quien emergió desde un elevador y bajó las plateadas escalinatas para ‘patear al perro’ con su archifamosa y bailable Próvocame y luego Lola, con un ritmo bastante funky. Aunque la propuesta habitual de Chayanne es un pop latino, a ratos parecía un rock latino con los solos de guitarra de Peter y Álex.
Ellos tuvieron su duelo de solos durante Fiesta en América, una de las más antiguas de Chayanne. Y no solo ellos. Orlando y Eduardo, percusionista y baterista, respectivamente, también se enfrentaron, mientras las pantallas gigantes laterales los enfocaba a cada uno. Chayanne los había dejado solos en el escenario para que se luzcan, mientras él se cambiaba de ropa
El cuarto de siglo de experiencia como solista le permite a Chayanne combinar su repertorio bailable con las baladas para evitar la saturación, recuperar el aliento y a la vez tener tiempo para mudarse de prendas.
Por eso tras Próvocame y Lola bajó el tono con Un siglo sin ti. Y es que Chayanne es mitad vértigo y mitad romanticismo. “¿Cómo está la energía por acá?”, “Pidan que yo obedezco”, decía en sus canciones movidas. “Quiero hacer un homenaje al amor”, expresaba para las baladas.
Al puertorriqueño de 42 años le sobra repertorio. Incluso repasó sus inicios con Palo bonito y Fiesta en América, Tu pirata soy yo y Completamente enamorados, que las cantó en dos popurrí.
Tiempo de vals es otra de sus infaltables. Ahí Chayanne simuló rodear sus brazos en su pareja imaginaria durante la danza. Se detuvo y llamó a una fan, pero subieron dos. “Me olvidé perdirles sus números de celular”, bromeaba cuando un guardia las bajó de la tarima.
Todos fueron protagonistas. Ana Belén, una de sus coristas, tocó la flauta para la canción Guajira, que combinaba el son tradicional cubano con el pop. La otra es Giselle y la acompañó con el güiro.
Caprichosa, Si no estás, Atado a tu amor, Y tu te vas, Si nos quedara poco tiempo, Lo dejaría todo, Besos en la boca, Salomé (en la que amagó irse) Me enamoré de ti (de su disco No hay imposibles) y otras complementaron su ‘set list’.
Al regreso del boricua, las luces enfocaron a Sarah que estaba de espaldas en la cima del escenario con un atuendo flamenco para la intro de Torero. Ella bajó y Chayanne subió por el elevador con una camisa roja y corbata negra, que regaló al público. A las once de la noche él se fue tan veloz como llegó, como un ciclón que arrasa con todo a su paso.