Bertolucci entre la historia y la intimidad
Bernardo Bertolucci, quien falleció este lunes 26 de noviembre a los 77 años, se convirtió en uno de los grandes maestros de la segunda mitad del siglo XX con su sagaz visión de la historia y sus íntimas incursiones al mundo de la sexualidad y al despertar del amor.
Italia lamenta la muerte de uno de sus directores más insignes, autor de una quincena de largometrajes con los que cosechó las más altas mieles del éxito y con los que reflejó su idea del amor, de la historia y de la situación de los más desfavorecidos.
No en vano nació y creció en la región de Emilia Romagna partisana y comenzó en el cine como asistente del gran retratista de las clases bajas italianas, Pier Paolo Pasolini, que rodaba Accattone (1961).
En su primera película, La commare secca (1962), Bertolucci asume la visión de Pasolini para desentrañar la muerte de una prostituta buscando la verdad en los más ínfimos suburbios romanos.
Pronto adquirió una narrativa propia, pero en sus retratos de la individualidad y lo colectivo, la temática social quedó indeleble, mostrando la conflictividad entre la burguesía y los radicales aires de cambio que soplaban en el continente en los años 1960.
Así lo demostró en otras obras como Prima della rivoluzione (1964), en su versión de Il conformista (1970), con la que logró su primera nominación al Óscar, es decir, su primer éxito internacional, o en la Strategia del ragno (1970).
Pero la historiografía por la que será siempre recordado es aquel monumental díptico de Novecento (1976), ambientado en su región natal para mostrar la tensión social entre las clases trabajadoras y la burguesía de los latifundios en los albores del siglo pasado.
Una división que queda clara al inicio del primer acto, cuando nacen dos niños de distinto estrato social -uno hijo de terratenientes y otro de labriegos- el mismo día en el que muere Giuseppe Verdi, ideal de los partidarios de la unificación italiana.
La historia y amistad de ambos, interpretados respectivamente en su edad adulta por Robert De Niro y Gérard Depardieu, sirvió a Bertolucci para repasar aquella convulsa Italia, el surgimiento del socialismo, la Gran Guerra o el ascenso y la caída del fascismo.
El cineasta no se limitó a explorar el tejido social del sino de los tiempos, sino que se sumergió en las pasiones y las relaciones entre personas en varios de sus títulos, como Ultimo tango a Parigi (1972), quizá el más conocido y polémico de su nómina.
La cinta retrata la íntima e incluso claustrofóbica historia de pasión entre dos personajes encerrados en un apartamento parisino: Paúl, un hombre adulto al que dio vida Marlon Brando, y la joven Jeanne (Maria Schneider).
Ultimo tango a Parigi logró una enorme popularidad, pese a que fue censurada en países como aquella España franquista y también en Italia, donde fue retirada de las salas por orden del Tribunal Supremo y Bertolucci sancionado por ofender al “sentido del pudor”.
Con el paso de los años la cinta, condenada a la eterna polémica, acabó siendo la sombra de la trayectoria del realizador, ya que derivó en acusaciones de violación por parte de Maria Schneider.
Se refería a la escena de sexo en la que Brando usa mantequilla como lubricante y que, dijo, no constaba en el guión, una acusación negada por Bertolucci y defendida por ella hasta su muerte en 2011.
Sin embargo el mayor éxito del realizador llegaría en 1987, con el estreno de The Last Emperor, un regreso épico a la historia para retratar al último emperador chino, Puyi, y que le valió nueve óscares. (I)