Caramelos de Cianuro: Aunque los amores se van, las canciones se quedan
El primer concierto por la paz que ofreció Caramelos de Cianuro fue en el 2012, en México, en el último espectáculo que negoció su mánager, Líbero Laizzo, antes de que lo asesinaran. El grupo apenas arribaba a ese país cuando se enteró de la noticia, pero ofreció el show en medio del luto, en honor a su representante.
Desde entonces, la agrupación venezolana, con 25 años de trayectoria en la escena rockera y una infinidad de fans en toda América Latina, camina de tarima en tarima con un mensaje pacífico en los labios de su vocalista, Asier, en el que no solo se pregonan la no violencia, sino que solicitan la decoración del auditorio con lazos blancos gigantes y piden a sus seguidores que asistan vestidos de ese color.
Ese fue el ambiente que adornó el Centro de Convenciones el jueves, cuando Caramelos de Cianuro se reencontró con su público ecuatoriano después de varios años de ausencia, a las diez de la noche.
Luces en ‘off’. Asier subió como una bala al escenario y los gritos se intensificaron. Después de una estrofa que se vio opacada por la euforia, se lo escuchó al fin: “Te veo en diez minutos en el fondo de los sanitarios / nuestro encuentro es justo y necesario / no soporto tenerte lejos... / quiero hacértelo frente al espejo”.
La locura calentó el lugar, lleno de caramelo-maniacos en sus dos únicas localidades. “Este calor que hace... ¿será por el maldito ‘Verano’?”, preguntó el cantante para terminar de romper el hielo con aquel tema.
Los brazos estirados de la gente que estaba el VIP hacia él, hacia la banda, dejaron una imagen cuasi apocalíptica. Eran como zombis, pero ellos -los fans de Caramelos- estaban más vivos que nunca y extremadamente extasiados por verlos en vivo.
El líder del grupo fue el alma del concierto. Su puesta en escena -dominante, como lo demanda el género que eligió para hacer arte- deja más que satisfecho al auditorio.
Una marca de cerveza auspició el concierto. Como se vendieron latas adentro, más de uno se jumó a propósito en ese jueves chiquito. El alcohol, protagonista de los más trágicos desamores, fue entonces el condimento cuando llegó la hora de las clásicas.
En un audiovisual proyectado en pantalla LED, una joven rubia apareció en un bosque, al estilo Alicia en el país de las maravillas. Frente a ella, una enorme flor roja que empezó a incendiarse completó la previa.
Batería, guitarras y bajo hicieron un intro fiel a la versión de estudio de Flor de fuego. Asier se les unió en voz: “No eres el agua, eres la sed / Fuiste mi llanto... ya no tanto...”. El clímax -como era de esperarse- llegó con El último polvo, cuando una fanática arribó al escenario y fue de inmediato retirada por seguridad.
Le siguieron como gotas Las estrellas, La casa, Verónica, y, por supuesto, ‘Rubia Sol, Morena Luna’, el primero de los 11 temas incluidos en el nuevo álbum homónimo del grupo, el noveno de su trayectoria, y que sirvió para ponerle la cereza a un concierto de hora y media que deja como moraleja un mensaje que Asier dio casi al final: aunque los amores se van, las canciones se quedan.
Rokket, la banda en la que tocan Diego Spotorno y Efraín Ruales, fue la encargada de abrir el show, a las 21:30. Los extranjeros tienen previsto presentarse hoy, en Quito, en el Ágora de la Casa de la Cultura, junto a la banda argentina Illya kuryaki.