Apollo 18: un nuevo misterio lunar
Hoy, en las carteleras de los cines a nivel nacional, llega ‘Apollo 18’, una nueva prueba del subgénero ‘falso documental’ que busca asustar a su público.
Según la sinopsis oficial de este filme, que luego de la última misión Apollo (17) el departamento estadounidense realizó una más. Pero algo sucedió. Y es ese “algo” el que produjo que el hombre no volviera a poner pie en suelo lunar.
Como la sinopsis de la cinta no detalla mucho más, la información es totalmente especulativa. En los medios internacionales sus críticos de cine aseguran que la historia se basa en los conflictos de la Guerra Fría, ya que por aquellos días, EE.UU. y la Unión Soviética se debatían la carrera espacial como símbolo de poderío y posible plataforma militar.
Pero sucedió “algo” que hizo que de modo repentino ambas potencias detuvieran su plan estelar para concentrarse una vez más de este lado de la atmósfera; la Luna pudo respirar tranquila, la amenaza de volarlo todo volvía a limitarse a la Tierra.
La cinta de Gonzalo López-Gallego llega a la pantalla grande con otra excelente idea de marketing detrás, como ha sucedido con casi todos los filmes de formato ‘mockumentary’, o falso documental. Filmada en su mayoría con cámara en mano, lo que podría perdonarse como edición ‘en vivo’ (play-pausa-play), la película recurre al ya probado efecto de realismo para causar impresión y, si es que puede, al terror liso y llano.
Pero una vez más, y como sucede con los otros filmes de este subgénero, concluida la estrategia de promoción, cuando las luces del cine se apagan, la que se enciende es la pantalla. Entonces, allí debería haber una película. Y Apollo 18 lo es, con sus peculiares características pero lo es.
Es una de esas donde la historia, aquí más que nunca, se subordina a lo formal. Luego del detalle previo acerca de la naturaleza real del documento que estamos viendo, lo que comienza es un desfile de ‘fantasmas’, ‘lluvia’ y otras imperfecciones técnicas de TV. que reconocerán aquellos que han superado los treinta, antes de que ‘el cable’ llegara a la vida. Por lo demás, Apollo 18 está contada a ritmo veloz. Ni presentaciones extensas ni preámbulos aburridos.
Apollo 18 no tiene la altura intelectual de ‘El último exorcismo’, ni la coherencia de ‘El proyecto Blair Witch’, ni siquiera la audacia cinematográfica de ‘Enterrado’. Raro caso el de estas películas, que recibían lluvia de elogios de críticos y estudiantes de cine en la misma medida que decepcionaban a amantes del terror, por la sencilla razón de que “no asustaban”.
Con Apollo 18 ocurre exactamente lo opuesto. Nada en su realización es muy destacable, empezando por los momentos en los que la cámara se encuentra donde no se encuentra ninguno de los personajes que el filme ha presentado y, por lo tanto... no debería haber cámara.
Y sin embargo, la película logra aquel requisito principal que reclama el espectador medio y no podían sus antecesores filmes: asustar. Es posible que Apollo 18 invierta la ecuación que hasta aquí han escrito los falsos documentales: se burlarán quienes las elogiaban, la elogiarán aquellos que se burlaban.