Actor, empresario, publicista, músico pero lo que mejor sabe hacer Antonio Sanint es provocar risas a la gente. Empezó hace una década con diversos diálogos en stand up comedy como ¿Quién pidió pollo?, show con el que regresa a Guayaquil para celebrar 10 años desde su estreno.

“Guayaquil tiene uno de los públicos más fascinantes a los que me he enfrentado. Es como un carro de carrera que al acelerarlo se siente el motor, se siente la fuerza de la gente. Hay países en donde uno acelera, pero el motor es lento (…) Ustedes son una de esas máximas potencias”.

En ¿Quién pidió pollo? el colombiano se ríe de las incómodas situaciones a las que se enfrentan las personas día a día, ya sea cuando están solos, en pareja y en espacios tan comunes como un baño, caminar por la calle o dentro de un cine.

Considera que hacer reír a las personas no es una tarea sencilla. Requiere de mucha disciplina y dedicación porque pararse sobre un escenario puede asustar de cierta manera.

Recuerda que en sus inicios las cosas no le salían como esperaba y apenas lograba que la gente se riera un par de veces.

“Yo soy de los que piensan que una parte lo hace el talento y la otra parte lo hace la suerte. Yo he corrido con mucha suerte porque el público ha recibido muy bien cada uno de los proyectos en los que he estado, ya sea películas, telenovelas o en el teatro”.

Cree que las situaciones que se presentan en el stand up son relevantes en la vida de las personas por sencillas que parezcan. Verle el lado jocoso a las cosas que ocurren en el entorno hacen que el mundo sea diferente de alguna manera, comenta.

“Al fin y al cabo uno se ríe de uno mismo. Los comediantes tratamos de verle el lado jocoso de las cosas por difíciles que se presenten. No es fácil pero se puede hacer. Han pasado diez años desde que estrenamos este show y con el tiempo hemos implementado situaciones que van a la par de los avances de la sociedad. Ya han pasado 17 años del nuevo milenio y las cosas obviamente no son iguales. La tecnología se ha adentrado a la vida de las personas y los seres humanos hemos cambiado con eso también... de ahí surgen situaciones jocosas”.

Sanint confiesa ser un asiduo consumidor de la tecnología, pero no tanto como sus hijos.

“Todo es cíclico. Lo mismo ocurrió con nosotros cuando le enseñábamos a nuestros padres a programar el VHS. Tengo un hijo de 15 años y él está más al tanto de las cuestiones tecnológicas y a veces nos da esa sensación de que uno se está quedando atrás”. (I)