A finales del año pasado, en el Museo del Banco Central de Bahía de Caráquez y el Museo Cancebí de Manta, el pintor quiteño Alfonso Endara presentó su exposición ‘Rostros, rastros y raíces: 30 años de confrontación’.

Quito es la ciudad que actualmente alberga los 22 cuadros de la muestra, que están disponibles para la ciudadanía en las salas Eduardo Kingman y Oswaldo Guayasamín, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, hasta el 22 de agosto.

“Después de Quito, quiero llevar los cuadros a varias ciudades del país, entre ellas Cuenca, Guayaquil, Machala y Loja”, señala el autor de las pinturas, quien tardó tres años en terminar la exposición.

Entre los personajes que conforman la muestra está el campesino manaba, don Chepe, aguatero que provee de agua a los habitantes de su pequeña población costera; doña Inocencia, la ‘caserita’, que vende sus legumbres en el mercado municipal cada fin de semana; don Petronio, el arriero, con tantos años vividos; la vendedora de cocos, y otros personajes. “Muestro a esas personas que nos han facilitado la vida, pero que no las tomamos en cuenta, como el cargador, el sirviente, la verdulera, y otras”, acota.

Con la pintura, Endara se inspira en las páginas de la Biblia y crea una reflexión sobre esos textos, que han orientado a generaciones en el mundo. “Mis ancestros también fueron pintores, pero creo que las personas son quienes desarrollan su talento, unas nos dedicamos más y otras menos. Hace 30 años, cuando comencé a dedicarme a la pintura, este arte era visto como una actividad para vagos o gente sin futuro, el oficio de pintor era menospreciado porque solo se apoyaba a las carreras típicas, como médico, abogado. Pero eso no me importó, y no por rebeldía, sino por una necesidad de expresarme”, dice.

Artistas plásticos extranjeros lo ayudaron a perfeccionar sus cuadros, mientras se radicó en México y Europa. “Me interesó ir a pintar a otros países y conocer a pintores con otra cultura para que aporte en mis conocimientos. El trabajo constante y diario es el que ayuda a avanzar”, añade Endara, quien antes de dedicarse por completo a la pintura se inscribió estudió Medicina, carrera que no concluyó.

“Lo único que me sirvió de esa carrera fue Anatomía, por eso me dediqué por bastante tiempo a la figura humana, aunque empecé haciendo bodegones, y luego pasé a paisajismo con diferentes técnicas, como la plumilla, que fue en la que me enfoqué por muchos años. Además, probé carboncillos, sanguinas, lápiz, acuarela, óleo”, indica.