La cita era a las 20:00 y el público acudió prácticamente puntual. El Ágora se fue llenando de a poco para compartir con la controversial cantante. Sin embargo, dieron las 20:45 y el telonero apareció en el escenario.

Era Miguel Barona, quien ofreció un tributo a Ricardo Arjona (como un abrebocas para la próxima visita del guatemalteco).

El tiempo y el frío avanzaron -un tanto de impaciencia también- pero nadie se movió de sus lugares. Dieron las 22:00 y el humo avizoró la llegada de ‘La Guzmán’, mientras sus músicos y su corista se pusieron en posición. Un micrófono cayó desde el techo y la cantante apareció.

Provocativa y más radiante que nunca, Alejandra inició el encuentro con ‘Como ladrones’. Las potentes guitarras, bajo y batería hicieron despertar hasta el más cansado. Le siguió la clásica ‘Bello’. En medio de la interpretación, su peculiar voz gritó: “¡Bienvenidos rockeros!” y la energía empezó a aumentar.

“Esta es la primera vez que canto en Quito”, dijo emocionada mientras se quitaba la chaqueta tres cuartos -de seguro dos canciones bastaron para entrar en calor-. Y es que su show estuvo lleno de movimiento. Salta y baila por todo el escenario.

Llegó la hora de ‘Dime de verdad’, una de las canciones que le dieron éxito hace 14 años. Sus letras no tienen un canon determinado, bien puede hablar de amor eterno e ilusiones, como de desamor y despecho.

Las luces se apagan de nuevo y se divisa en la pantalla gigante un fondo rojo -los acordes son más bien sensuales- y ‘La Guzmán’ aparece en medio de ese color de pasión demostrando sus dotes de bailarina mientras canta ‘Ven’, una invitación al atrevimiento y a la pasión. Ella no tiene empacho en cambiarse de zapatos en pleno escenario, pues para su performance usó -como una bailarina profesional- zapatillas de media punta (ballet).

El concierto avanza y los ánimos se conjugan con el juego de luces y la potente voz de la mexicana. “Dicen que hay que amar como si nadie te hubiese hecho daño, como si fuera tan fácil. Esta canción es para los enamorados”, aseveró la cantante.

En ese mismo momento suenan los acordes de ‘Volverte a amar’, una canción por demás romántica y nostálgica a la vez. Y es que durante la velada las emociones variaron a cada rato, cuando los ánimos querían ponerse nostálgicos, enseguida el ritmo subía de tono para ‘rockear’ y saltar.

Controversial y atrevida como siempre, Alejandra mostró su sensualidad con su vestido -que dejaba mucho a la imaginación- mientras interpretaba ‘Toda la mitad’. El público desbordó euforia cuando la artista se dio la vuelta y mostró su parte trasera. “Es que de ella se puede esperar todo”, susurraba una joven asistente al concierto.

La vida de la mexicana se ha caracterizado por los altibajos emocionales y de salud que ha tenido. Producto de sus constantes cirugías estéticas casi pierde la vida tras una complicación. De eso habló un poco y solo concluyó que “hay que saber levantarse cuando se cae”. Ese fue el preámbulo de ‘Ángeles caídos’, prácticamente su himno de superación tras las adversidades.

Nadie pudo sostener las ganas de llorar, pero de nuevo el vaivén de emociones hizo que los ánimos suban. ‘La Guzmán’ tomó un tambor y le dio un toque más tropical y movido a la noche, la percusión calaba hasta los huesos para pasar al tema ‘Quítatelo’, un reggae que invita a ser felices, a encontrar el sentido de la vida dándose un respiro dentro de la rutina. Una invitación a soltarse el cabello y liberarse, como dice la canción ‘Ser feliz les sale barato’.

Las guitarras volvieron a sonar, el rock and roll con ‘Mala hierba’ -básicamente la canción que ha caracterizado el estilo de la cantante- mientras todos coreaban a viva voz. A esta le siguió ‘Yo no soy de nadie’, dedicada para los solteros, aunque -según ella- no regresaría a su país sin la compañía de un ecuatoriano. Una de las tantas bromas que formaron parte de su show.

De pronto habló de lo agradecida que está con Dios y la vida por mantenerla viva, tras 18 operaciones y una cadera de titanio. Dijo ser muy fuerte y haber aprendido de sus errores.

La siguiente canción ‘Un día de suerte’ -dedicada al público quiteño- movió los corazones de todos los presentes. Pues muchos se identificaron con la letra, además que fue el tema de una telenovela mexicana transmitida en el país.

Llegó la hora de ‘Mi peor error’, interpretación en la que un miembro del público le regaló un ramo de rosas rojas. “Cómo pude perderme esto por tanto tiempo”, gritó emocionada. Entonces apareció un video con imágenes de sus padres, Silvia Pinal y Enrique Guzmán, de donde inició la dinastía artística y el legado que ella se muestra orgullosa de poseer.

De repente las luces se apagaron y la cantante aparece en otra batería, tocándola muy diestramente en el tema ‘La playa’, un rock and roll de los sesenta que hizo famoso a su padre. Otra vez el vaivén hizo calmar los ánimos, con las versiones acústicas de ‘Yo te esperaba’ y ‘Eternamente bella’. Tanta fue la nostalgia y emoción que la cantante le dio la mano a una mujer del público que lloró con la interpretación.

Llegó la hora de la esperada ‘Reina de corazones’, que fue prácticamente el clímax de la noche, en la que se fueron todas las luces. No obstante, la mexicana siguió con el show y bromeó con lo sucedido, mientras se iluminaba con una linterna.

El clímax se extendió con la que la mayoría de las mujeres quiso escuchar, ‘Hacer el amor con otro’, en este momento le hicieron otro regalo: una muñeca de trapo vestida de otavaleña. Ella complacida agradeció la energía y la magia del público.

El final se acercaba y fue el turno de ‘Un grito en la noche’, el aire ‘rockanrollero’ se tomó de nuevo el escenario, mientras ella se despidió y agradeció por la velada. Aunque muchos se quedaron con las ganas de ver más.