A veces es “mejor no hablar de ciertas cosas...”
Paco, el personaje de Francisco Savinovich, sostiene que todos tienen un ‘vicio’. El suyo es fumarse una ‘pistola’, que comparte con su hermano Luis (interpretado por Víctor Aráuz), un frustrado músico de punk.
Defiende esa hipótesis, a su manera, en tramos estratégicos de ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’, del cineasta manabita Javier Andrade. Uno de ellos es cuando cita que la debilidad de su padre era el whisky y el fútbol o que la ‘droga’ de su madre es la política y sentirse aún como la reina de Portoviejo que fue más de 30 años antes.
Y es que Paco conoce bien a todos, menos a sí mismo porque no le interesa hacerlo. Solo concibe el presente a punta de drogas como válvula de escape, pese a que su familia es acomodada, a través de la carrera política que hizo Carlos Chávez (encarnado por Héctor Napolitano, el ‘Viejo Napo’).
Aunque no está de acuerdo con que Luis robe un caballo de porcelana, el más preciado adorno de la familia, cede porque toca fondo. Huye de la realidad, en la que se intuye una infancia traumática por la figura de un padre estricto, alcohólico y posiblemente corrupto por su carrera política, más una madre con carencia de autoridad que vive a la sombra de su esposo. Eso explica la conducta de Paco que es ‘quemeimportista’, incluso con un empleo en un banco manabita.
Lucía (Leovanna Orlandini) es su amor ilícito. Su única motivación, aunque está casada con Rodrigo (Alejandro Fajardo), quien en realidad es... (“mejor no hablar de ciertas cosas” para que usted mismo lo descubra).
Se trata de un retrato de una realidad que puede ser tan ecuatoriana como latinoamericana, aunque -quizás- con excesivo vocabulario soez. Una realidad que aún muchos se niegan a reconocerla porque es “mejor no hablar de ciertas cosas”, sin que la propuesta de Andrade sea la de ofrecer un mensaje social. Más bien crea una identificación entre el espectador y los personajes.
Su ventaja es lo que en algún momento fue una traba para él: la demora en la producción del filme. Eso le permitió, según él mismo, pulir el guión y otros detalles que se perciben como la selección de los protagonistas.
Leovanna Orlandini y Francisco Savinovich no son actores, aunque este último ha estado inmerso en otras producciones fílmicas, pero detrás de cámaras. Y es lo que quería Andrade desde el principio ‘non actors’, situación parecida a la de ‘Sin otoño sin primavera’, de Iván Mora.
Más allá de la química entre Orlandini y Savinovich, quien se considera músico (lo opuesto al personaje de Aráuz, quien debió aprender a tocar guitarra para interpretar a un rockero), hubo un equilibrio en el elenco.
Los actores debutantes se fusionaron con los experimentados como Aráuz, Maribel Solines (como la madre de Paco y Luis) o Andrés Crespo (ahora canchero con ‘Pescador’ y ‘Sin otoño sin primavera’) como Lagarto, el distribuidor de las drogas que consumen Paco y Luis.
Lo que se percibe es mayor naturalidad, especialmente en Orlandini y Savinovich, quienes debieron ver varias películas con personajes semejantes antes de rodar.
No obstante, pese a la personalidad irascible e irresponsable de Paco y Luis, ambos muestran su lado sensible en el cementerio, a través del remordimiento por la muerte de su padre, luego de robar el caballo de porcelana (el filme originalmente se debía llamar ‘Porcelain horse’ porque Andrade quiso filmarlo en Estados Unidos en 2004 y en inglés, pero recordó una enseñanza: “filma lo que sabes, habla de lo que conoces, del lugar de donde vienes”. Y lo hizo en su Portoviejo natal.