Neurocientífica estudió cerebro de Einstein
Marian Diamond es considerada una de las fundadoras de la neurociencia moderna. Ella se encargó de estudiar el cerebro desde 1948. “Esto es lo que eres realmente. Si quitas el cerebro, quitas a la persona”, decía con un cerebro en la mano.
En esa época “nadie estudiaba la anatomía de las funciones cognitivas superiores”, evocó.
Y aunque la unidad en la que trabajaba estaba concentrada en esa época en las hormonas, ella había encontrado algo que la cautivó: el hipotálamo.
“¿Cómo podían 4 gramos de tejido nervioso ejecutar tal variedad de funciones?”, recordaba en su ensayo.
Así comenzó una exitosa carrera como investigadora y docente que se extendió por casi 60 años.
El profesor George Brooks, uno de sus colegas en la UC Berkeley, resaltó que Diamond “demostró anatómicamente, por primera vez, lo que hoy llamamos plasticidad del cerebro. Y al hacerlo rompió el viejo paradigma que entendía el cerebro como una entidad estática e invariable que simplemente se degenera a medida de que envejecemos”.
Sus investigaciones sobre el impacto de un ambiente estimulante y de actividades enriquecedoras en el desarrollo del cerebro “ha cambiado literalmente el mundo, desde la forma cómo pensamos sobre nosotros mismos hasta la forma de cómo criamos a nuestros hijos”, añadió el docente en un artículo de la UC Berkeley.
La científica, quien era profesora emérita de Biología Integrativa de la UC Berkeley, murió el 25 de julio de 2017 a los 90 años.
Apenas tres años antes se había retirado de sus actividades profesionales.
En un escrito en su honor, la universidad la describió así: “Una de las fundadoras de la neurociencia moderna. Ella fue la primera persona en demostrar que el cerebro puede cambiar con la experiencia y mejorar al enriquecerlo, y quien descubrió evidencia de eso en el cerebro de Albert Einstein”.
La bióloga pidió estudiar el cerebro del padre de la Teoría de la Relatividad. Años después recibiría algunas muestras del órgano.
De esa forma, ella fue quien inició la era de los estudios del cerebro de Einstein. “Alcanzó la fama en 1984 cuando examinó fragmentos conservados del cerebro de Einstein y halló que él tenía más células de soporte en el cerebro que el promedio de personas”, señaló la casa de estudios.
En un artículo publicado por la neurocientífica, en 1985, decía que el Nobel de Física tenía más células gliales por neurona que el grupo de control que participó en el experimento.
Las células gliales cumplen una función de apoyo de las neuronas e intervienen activamente en el procesamiento de información.
El texto reafirmaba la idea de que el cerebro de Einstein tenía una peculiaridad que podía explicar su genialidad.
El patólogo Thomas Harvey, quien llevó a cabo la autopsia de Einstein en 1955, mostraba el cerebro del físico en Estados Unidos en 1994. Harvey guardó partes del órgano para su estudio científico.
En su ensayo de 2007, la científica reflexionó sobre esa particularidad e hizo alusión a sus estudios previos con cerebros de ratas:
“El hecho de que las células gliales aumentaban con el enriquecimiento me llevó a mi hipótesis de que Albert Einstein habría tenido más células gliales en su corteza enriquecida, específicamente en las áreas de asociación izquierda y derecha 9 y 39, en comparación con el área cortical promedio de otros 11 hombres”.
“Encontramos que las cuatro regiones tenían más células gliales que las de los otros hombres, pero solo (el área) izquierda 39 tenía en términos estadísticos considerablemente más”.
Años antes de dedicarse a estudiar el cerebro de Einstein, Diamond hizo un largo recorrido científico en los laboratorios.
Allí las ratas fueron fundamentales. “Con ellas demostró que un ambiente enriquecido (con juguetes y compañía) cambiaban la anatomía del cerebro”, indicó la UC Berkeley. (I)