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Los 'padres' de las ondas gravitacionales, premiados

Representación artística realizada por la LIGO de las ondas gravitacionales en una colisión.
Representación artística realizada por la LIGO de las ondas gravitacionales en una colisión.
Foto: internet
15 de junio de 2017 - 00:00 - AFP

El premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica recayó ayer en los artífices de la detección por primera vez de las ondas gravitacionales un siglo después de que Albert Einstein pronosticara su existencia.

El jurado de estos premios decidió galardonar a tres figuras clave en este hallazgo, los físicos estadounidenses Rainer Weiss, Kip Thorne y Barry Barish, y a la agrupación científica LIGO, formada por 1.167 investigadores.

Su detección en septiembre de 2015 tras décadas de esfuerzo científico “responde a uno de los desafíos más importantes de la física en toda su historia”, señaló el jurado.

“El premio reconoce el talento individual y la obra colectiva de más de mil investigadores de un centenar de instituciones de dieciocho países”, añadió.

Las ondas gravitacionales son alteraciones en el espacio-tiempo provocadas por grandes masas en movimiento que ya predijo Einstein en su teoría general de la relatividad de 1915.

Este fenómeno suele ser representado como la deformación que ocurre cuando un peso reposa sobre una red. En este caso, la red representa el entramado espacio-tiempo.

Estas perturbaciones se desplazan a la velocidad de la luz y nada las detiene. El hecho de poder detectar estas ondas que viajan sin alteración por miles de millones de años torna posible remontarse al primer milisegundo del ‘Big Bang’.

Maravillas por descubrir

Rainer Weiss, profesor del Massachussets Institute of Technology nacido en Berlín pero emigrado de niño a Estados Unidos, tuvo un papel clave al inventar la técnica interferométrica láser utilizada para detectar este fenómeno.

Junto a Kip Thorne, investigador del instituto californiano Caltech, y el recientemente fallecido Ronald Drever, impulsaron en los años ochenta la construcción del observatorio LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory).

Se trata de dos aparatos gigantes en Estados Unidos de cuatro kilómetros de largo separados por 3.000 kilómetros -en los Estados de Luisiana (sur) y Washington (noreste)- que permiten mediciones extremadamente precisas de las interferencias de ondas.

El director del observatorio entre 1997 y 2006, Barry Barish, creó la Colaboración Científica LIGO, una agrupación de 1.167 científicos de más de un centenar de universidades dedicados a esta tarea.

Años de trabajo colectivo dieron fruto el 14 de septiembre de 2015 cuando los dos detectores LIGO identificaron por primera vez ondas gravitacionales.

El análisis de los datos permitió determinar que estas perturbaciones procedían de la fusión de dos agujeros negros a más de 1.300 millones de años luz. En un diámetro de 150 km, tenían una masa entre 29 y 36 veces mayor que la del Sol, cuyo diámetro a su turno es de 1,4 millones de kilómetros.

El hallazgo se anunció en febrero de 2016, suscitando gran emoción en la comunidad científica mundial y comparaciones con otros avances históricos como las observaciones de Galileo o la detección de las ondas de radio en 1888 por Heinrich Hertz.

Desde entonces, se detectaron en otras dos ocasiones.

“Ahora, tenemos la perspectiva emocionante de ver el universo de una manera totalmente nueva.  ¿Quién sabe qué maravillas encontraremos?”, dijo el galardonado Barry Barish en un comunicado agradeciendo el premio. (I)

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