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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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Los inventores de HandEyes llegaron de varias provincias

La idea original fue en forma de bastón y nació hace más de 2 años. Los $ 50 mil que ganaron en el Banco de Ideas en 2015 sirvieron para modificar el prototipo.
La idea original fue en forma de bastón y nació hace más de 2 años. Los $ 50 mil que ganaron en el Banco de Ideas en 2015 sirvieron para modificar el prototipo.
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Luces de neón intermitentes adornan el letrero de SAIS-3D en la puerta de entrada al segundo piso del Centro Comercial La Colina, frente a la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE) en Sangolquí.

Es el lugar de trabajo de los 4 jóvenes ecuatorianos creadores del invento HandEyes, una especie de radar para ayudar a la movilización de las personas con discapacidad visual.

El espacio físico no sobrepasa los 60m² y está dividido por paredes falsas de madera. El lugar más amplio es para la oficina, en la que un aparador con vidrios muestra sus productos estrella: la impresora 3D y los diseños que se pueden obtener en esta. Más adentro están 2 espacios que sirven como talleres. Ahí cortan, sueldan y pulen las piezas que así lo requieren. Aquí se encuentra de manera organizada y con tapas los recipientes que encierran clavos y tornillos. A un costado están los alicates, las tijeras, las gafas; y frente a estos la gran mesa en la que trabajan.

Diego Aguinsaca, Fabricio Reyes, Carlos Canuacán y Álex Aldás, quienes no sobrepasan los 25 años, son los propietarios de la empresa que es pionera en brindar asesoramiento técnico y ensamblaje de impresoras 3D.

Los 2 primeros fueron compañeros mientras cursaban la secundaria en Loja, pero fue en Sangolquí donde se forjó su amistad a través del club de robótica en el que conocieron a los otros intregrantes del equipo Álex y Carlos, quienes son oriundos de Ambato e Ibarra, respectivamente.

Todos llegaron a la ESPE hace más de 6 años para cursar sus ingenierías. Álex estuvo a punto de abandonar la carrera por las dificultades económicas que tuvo su familia para costearle sus gastos.

“Gracias a Dios accedí a una beca y pude graduarme con un enorme esfuerzo de mis padres porque ellos son de escasos recursos económicos”.

Es el último de los 4 hijos y el primero en acceder a una carrera de tercer nivel. Sabe labrar la tierra y ordeñar.

Carlos a los 12 años vivió la separación de sus padres y desde ahí su madre Norma es la que siempre lo impulsó. Es un apasionado por el fútbol.

Fabricio y Diego son los más extrovertidos del grupo y se han  convertido en los voceros oficiales. Al primero le fascinan las farras, y al segundo, los videojuegos.

Con la misma habilidad con la que diseñan se mueven en la cocina; y gracias a su esfuerzo lograron cancelar las deudas que contrajeron para montar la empresa. Ahora solo esperan poner en el mercado el dispositivo para ayudar a personas con discapacidad visual. (I).

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