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Los emojis se ganan su espacio en la historia del arte a pulso y clics

Una visitante observa la muestra de Shigetaka Kurita en el Museo del Arte Moderno de Nueva York.
Una visitante observa la muestra de Shigetaka Kurita en el Museo del Arte Moderno de Nueva York.
Foto: AFP
20 de diciembre de 2016 - 00:00 - AFP

Shigetaka Kurita aún no se lo cree: cuando a finales del noventa este japonés garabateó en un papel 176 rudimentarios símbolos, no imaginaba que un día sus emojis salpicarían los mensajes del mundo.

Los emojis entraron en la historia del arte al ser incorporados en la colección del prestigioso Museo del Arte Moderno de Nueva York (MoMA), donde se expone su versión original.

“Creé lo que yo mismo habría querido tener, algo que añada sentimientos a los cortos y frustrantes mensajes escritos”, explica el creador, de 44 años, que por aquella época trabajaba en NTT Docomo, pionero de internet móvil.

Para Kurita, “tener el honor” de estar expuesto en el MoMA es más a lo que nunca podría aspirar.

Los emojis, término que significa literalmente ‘imagen-letra’ en japonés, son en cierta forma “una evolución de los kanji [ideogramas], extendidos en pictogramas coloridos en la era digital”, considera Kurita, quien también dice haberse inspirado en los dibujos mangas.

Reafirmar el lado humano

“Del corazón al paraguas, del vaso de martini al ‘smiley’ (en la época, un rectángulo como boca y dos acentos circunflejos para los ojos), estas modestas obras de arte sembraron las semillas que permitieron el increíble desarrollo de un nuevo lenguaje visual”, resume Paul Galloway, uno de los responsables del MoMA.

Doce años después de su nacimiento en Japón, la fiebre emoji se adueñó del planeta cuando Apple los integró en la biblioteca de caracteres de su iPhone.

Desde entonces se multiplicaron exponencialmente hasta superar los 1.800 símbolos y alegran todas las discusiones escritas, desde los SMS a las redes sociales, a veces con secuencias enteras de emojis, como la empleada por el tenista Andy Murray para contar su matrimonio en Twitter.

Este recurso a las imágenes parece tanto más necesario con la llegada de la comunicación electrónica “para reafirmar el lado humano en un universo profundamente impersonal y abstracto”, subraya Galloway.

“Los emojis permiten a un mensaje informal transmitir emociones y sentimientos que son difíciles de plasmar en escritura fonética”, confirma Marcel Danesi, profesor de semiótica de la Universidad de Toronto y autor de un libro sobre el tema. “Permiten también comprimir la información, ganar espacio y, sobre todo, añaden un tono no conflictivo a un mensaje”, como si “apaciguaran las relaciones, limando tensiones potenciales”.

Eternos

“Un smiley al principio y al final de un mensaje garantiza que será leído en un estado de ánimo positivo, incluso si la intención es irónica o incluso de acusación”, continúa. “Con un corazón, ¿qué mensaje podría ser negativo?”, coincide Kurita.

Especialmente apreciados por las generaciones más jóvenes, los emojis se enriquecen cada año bajo la égida del consorcio Unicode, con sede en la Silicon Valley, que se encarga de codificar cada carácter para que puedan ser leídos en cualquier dispositivo electrónico.

Pero Danesi advierte que en algunos casos “se da cierta ambigüedad”, al punto de que una agencia de traducción londinense  decidió contratar un especialista para descifrar su uso según el país.

Sobre su perennidad, el semiólogo admite que no está seguro de que los emojis como los conocemos hoy duren para siempre. “No obstante, se ha marcado un hito con el nacimiento de una escritura híbrida que mezcla signos clásicos y símbolos visuales”. (I)

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