En el desierto de Atacama ensayan las futuras misiones a Marte
El desierto de Atacama en Chile, el más árido y antiguo del planeta, esconde las claves que podrían revelar los misterios de Marte, dando luces de eventuales formas de vida en el planeta rojo.
El extenso desierto, donde se recorren kilómetros sin avistar nada más que rocas y arena, con temperaturas que pueden variar hasta 40 grados entre el día y la noche, es uno de los lugares más parecidos a Marte en la Tierra.
Con una humedad de entre 2% y 3%, que la convierte en una de las zonas más áridas del mundo, allí se han desarrollado formas extremas de vida que los científicos creen que podrían albergar secretos de la evolución y la supervivencia tanto en la Tierra como en otros planetas como Marte.
Son microorganismos (arqueas, bacterias y cianobacterias) que desarrollaron adaptaciones muy específicas para vivir en condiciones extremas: prácticamente sin agua, con una altísima radiación solar y una casi nula presencia de nutrientes.
Su resistencia intriga a los investigadores, que realizan pruebas en una zona conocida como Estación Yungay, en medio de este desierto de 105.000 km2 en el norte de Chile.
“Si logramos entender cómo estos microorganismos viven, cómo obtienen humedad, cómo se adaptan a estas condiciones, probablemente en un futuro cuando tengamos información de formas de vida en otros planetas, tengamos un correlato acá en la Tierra”, dice la bióloga Cristina Dorador mientras rompe pequeñas rocas de sal bajo un sol inclemente y un fuerte viento.
Y si en el lugar más parecido a Marte en la Tierra existe vida en estas condiciones, se cree que formas similares podrían también encontrarse en el planeta rojo.
“Si la vida existiese allá, probablemente sea muy similar a esta”, reitera Dorador, académica de la Universidad de Antofagasta, quien analiza las muestras en un laboratorio móvil instalado en una camioneta, con la que recorre zonas áridas en busca de microorganismos también conocidos como “extremófilos”.
Marte, uno de los planetas más cercanos a la Tierra, llama desde hace décadas la atención de los científicos, un interés alimentado también por la ciencia ficción.
“Las condiciones extremadamente secas han persistido en el desierto de Atacama por al menos 10 a 15 millones de años, y posiblemente mucho más. Sumado a la fuerte y persistente radiación ultravioleta del sol, esto significa que la poca vida que existe en Atacama es en forma de microbios que viven bajo tierra o en las rocas”, explicó la NASA en un comunicado a propósito de esa misión.
“Del mismo modo, si la vida existe o alguna vez existió en Marte, la sequedad de la superficie del planeta y la exposición a la extensa radiación probablemente la llevaría bajo tierra. Eso hace que lugares como Atacama sean buenos para practicar buscando vida en Marte”, añadió el reporte.
Misiones habitadas
“Estudiar Marte es quizás entender cómo la vida nació en la Tierra”, una de las grandes dudas de la humanidad aún sin respuesta, explica el astrónomo francés Christian Nitschelm, profesor de Astrofísica de la Universidad de Antofagasta.
A diferencia de la Tierra, Marte es un planeta que parece detenido en el tiempo, una especie de estado bloqueado en una época del sistema solar, sostiene, por lo que eventuales hallazgos de vida fósil podrían dar luces del origen de nuestro propio planeta.
Algunos hallazgos recientes de trazos de agua y gas metano alimentan las esperanzas de encontrar aquí alguna forma de vida, algo que sin embargo no se ha podido comprobar.
Y Nitschelm es categórico: “Si no hay vida en Marte es seguro que no hay vida en otro lugar” del sistema solar.
Desde que en 1960 la Unión Soviética envió una primera sonda a Marte, varias expediciones de sondas y robots han sido enviadas para desentrañar sus secretos, y pese a que hasta ahora no se han conseguido los resultados esperados no disminuye el interés de la comunidad científica.
En septiembre pasado, el entonces presidente estadounidense Barack Obama anunció su intención de enviar humanos en la década de 2030, una posibilidad refrendada por su sucesor, Donald Trump. (I)
Datos
El robot Curiosity de la NASA busca desde hace cuatro años distintas formas de vida, enviando a la Tierra imágenes de la superficie del planeta rojo muy similares a las de Atacama, con extensas planicies desiertas en las que solo sobresalen formaciones rocosas en tonos grises y rojos.
Otro robot de la NASA, el Krex-2, completó en febrero su segunda temporada de pruebas perforando los suelos en las cercanías de Yungay, una misión en la que participan investigadores de Chile, Francia, Estados Unidos y España y que tiene previsto alargarse hasta 2019.
La NASA anunció para 2018 el envío de un nuevo robot, el InSight, mientras que en 2020 la misión ruso-europea Exomars proyecta enviar otro robot para perforar el suelo marciano.