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El BlaBlaCar de los cielos se abre paso y seduce a más clientes en Europa

Adam Nicholas (d), de 27 años, ayuda al piloto Somasekhara Pemmiredy a preparar la nave para el vuelo.
Adam Nicholas (d), de 27 años, ayuda al piloto Somasekhara Pemmiredy a preparar la nave para el vuelo.
Foto: AFP
14 de agosto de 2017 - 00:00 - AFP

Al modo de BlaBlaCar y otros sistemas para compartir viaje, la empresa Wingly conquista los cielos con una aplicación de vuelos compartidos que une a pilotos con pasajeros que buscan volar por poco dinero en aviones privados.

“Es una gran manera de ir en avión, es una experiencia única, es algo nuevo”, dice Adam Nicholas, de 27 años, en un aeródromo cerca de Londres.

Este pasajero londinense está listo para su segundo viaje con Wingly, una firma francesa que conecta a pasajeros y pilotos para vuelos cortos, y líder indiscutible del mercado europeo con una comunidad de más de 80 mil miembros.

En la primera experiencia de Nicholas se llevó a su novia en un viaje de un día a Le Touquet, cerca de París, a través del canal de la Mancha.

“Volamos allí por la mañana, almorzamos, bebimos vino y luego volamos de nuevo por la noche”, dice Nicholas. El coste de un vuelo así ronda las 100 libras por persona. Esta vez este londinense viajará con el piloto Somasekhara Pemmiredy, de 34 años, sobre la capital británica a bordo de un avión Cessna 172.

Pemmiredy tiene más de 290 horas de vuelo desde que obtuvo su licencia de piloto en 2011. Trabaja en seguridad en un aeropuerto de Londres por las tardes y vuela por las mañanas para sumar horas de vuelo que son vitales para lograr su ambición de trabajar para una aerolínea.

Pemmiredy describe el sistema como “bueno para todos”, afirma, mientras prepara a un ansioso Nicholas con los detalles de la altitud, la velocidad y la ruta que están a punto de tomar. Pero antes, el piloto comprueba otra petición de vuelo en su teléfono, utilizando la aplicación que permite a los clientes a ponerse en contacto directamente con los pilotos.

Después de llevar meticulosamente a cabo los controles técnicos, Pemmiredy y su pasajero suben al pequeño avión que es propiedad de un club de vuelo.

Ocio y descubrimiento

Adoptando un enfoque de bajo coste, el cofundador de Wingly, Emeric de Waziers, dice que quiere “demostrar que la aviación privada es accesible” y no debe restringirse a unos pocos privilegiados.

Él mismo piloto, Waziers explica que el modelo de vuelo compartido “permite volar más barato y disfrutar de esta pasión sin que el dinero sea un obstáculo”.

En lugar de competir con las líneas aéreas comerciales u otros medios de transporte, explica que el enfoque está en “el ocio y el descubrimiento” a través de la colección de destinos que son por lo general difíciles de alcanzar.

Los vuelos alados solo cubren distancias cortas y, dado el tamaño del avión utilizado, pueden ser cancelados poco antes por el mal tiempo.

La ruta de Londres a Le Touquet se encuentra entre las más populares -cuesta alrededor de 100 libras ($ 133, 112 euros) por persona por trayecto- junto a la que une París a las islas francesas Belle Ile o Ile Yeu, en el Atlántico, no muy lejos del litoral francés.

En lugar de compararla al servicio de taxis privados Uber, Waziers se ve más como el “BlaBlaCar de los cielos” porque Wingly permite a los pasajeros dividir los costes de un vuelo particular.

El sistema está ganando popularidad en el Reino Unido y Alemania, pero ha tardado más en despegar en Francia por las restricciones a los vuelos cortos, que se levantaron en junio. Entre los tres países, hay más de 80 mil personas registradas en Wingly, según la firma, incluyendo 6.000 pilotos, y cada mes la comunidad crece un 20%.

Otras empresas que ofrecen un servicio similar son Coavmi en Francia, SkyUber en Portugal y FlightClub en Alemania.

La Administración Federal de Aviación estadounidense ha prohibido a los pilotos privados ofrecer vuelos al público, aparcando por ahora la competencia desde el otro lado del Atlántico. Waziers mira al horizonte y predice que un número creciente de personas llegará a entender que los aviones privados “no están reservados a la élite”. (I)

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