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El Telégrafo
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La quinta edición del Campus Party tuvo al cantante inglés entre sus conferencistas magistrales

Bruce Dickinson explicó la ‘filosofía empresarial’ de Iron Maiden

Bruce dijo que las redes sociales no establecen nexos tan fuertes como los de las bandas con sus seguidores. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
Bruce dijo que las redes sociales no establecen nexos tan fuertes como los de las bandas con sus seguidores. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
05 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

El discurso del cantante británico Bruce Dickinson —quien además de artista es empresario y un piloto comercial de aviones que da charlas alrededor del mundo— fue una de las novedades durante la quinta edición del Campus Party, que finalizó ayer en el Centro de Convenciones y exposiciones Mitad del Mundo (Cemexpo).

La audiencia de su conferencia magistral, el anochecer del jueves pasado, estuvo compuesta por un número considerable de seguidores de la banda Iron Maiden, a la que el vocalista llegó en septiembre de 1981 por pedido del bajista Steve Harris. A él le llamó la atención la portentosa voz de ‘Bruce Bruce’ —como se lo conocía en esa época— al verlo frente a la agrupación Samson, en el Reading Festival ’81. De aquel fichaje surgió uno de los discos más memorables de la Nueva ola del heavy metal británico, NWOBHM, por sus siglas en inglés, el The Number of the Beast (EMI, 1982) y para el cual usaban una estética —jeans, cuero, metal y a veces mallas— de la que solo quedan fotografías y que dista mucho de la indumentaria con la cual Dickinson se dirigió a los campuseros.

RADIOGRAFÍA DE LA DONCELLA DE HIERRO

El Campus Party
es una convención de apasionados por el Internet y la tecnología, quienes tienen una intensa jornada de networking y actividades sobre innovación, ciencia, creatividad, ocio digital y emprendimiento.

Dickinson habló de lo grato que era “estar de nuevo en Quito”. Mencionó en su charla magistral la importancia de que todos, o la mayoría de quienes acudieron a Cemexpo para su charla, fueran fans de Iron Maiden, “campuseros que trabajan para sí mismos y quieren hacer un mundo mejor y por eso asisten a charlas de emprendimiento”.

Paul Di’Anno dio un concierto en Quito hace más de una década, entonces era inconcebible que Iron Maiden llegara al país. Paul tocó temas de la Doncella junto con la banda argentina Jerikó ante un millar de espectadores.
Vestido con una chaqueta formal —que se sacó a mitad de la charla—, una camisa celeste, bluejeans no tan ceñidos y unos mocasines negros, Bruce fue el primero en tejer un nexo —impredecible para quienes solo lo habían escuchado cantando— entre la actitud empresarial y la marca que está tras su grupo musical. No era la primera vez que venía al país. El 10 de marzo de 2009, Iron Maiden actuó ante los miles de espectadores que llenaron el estadio de Sociedad deportiva Aucas, en el sur de la ciudad. La diferencia con su más reciente visita a Quito fue abismal —o no tanto— aunque pusiera el tema homónimo del primer disco que grabó junto con Harris y compañía como introducción a su conferencia.

La ausencia de la puesta en escena que Bruce tomó de referentes ingleses como Ian Gillan, de Deep Purple hacía recordar un estilo aún más irreverente, al que le faltaban las dotes operísticas, los registros agudos y la mantención de ciertas notas durante varios segundos. El estilo de Paul Di’Anno, quien le puso la voz a los discos iniciales Iron Maiden y Killers, alguien que, por sus veleidades punk y actitud incorregible, jamás se pondría a hablar de emprendimientos y que también vino a dar un concierto en Quito, el 30 de octubre de 2004.

El reemplazo del irreverente Di’Anno por el talentoso Dickinson —según le dijo el propio Bruce al documentalista canadiense Sam Dunn— se dio luego de que el excantante de Samson esperara 3 meses a que Iron Maiden “despidiera a Paul. Entonces pasaban por momentos difíciles”, Di’Anno no cuidaba su voz de los efectos del alcohol y ciertas drogas y la banda quería cruzar el Atlántico para competir en el mercado estadounidense. “Habían sido deshonestos y esperaban un momento de infidelidad de Paul para echarlo”, dice Dickinson en el documental Metal Evolution para luego apostillar: “Es terrible decir esto, pero es la verdad (...) Paul tenía una voz gutural y un estilo único pero era cuestionable cuán lejos podía llegar”.

Por si quedaran dudas sobre el móvil comercial que llevaba a la banda inglesa a descartar a su primer cantante, el exguitarrista de Iron Maiden, Dennis Stratton, también le dijo a Dunn, en una entrevista, que “si la banda quería tener éxito en América necesitaba alguien que fuera capaz de competir con Ronnie James Dio (quien integró los grupos Elf, Rainbow, Black Sabbath y Dio) o David Lee Roth (Van Halen)... todos muchachos con alto rango en las voces”.

Para Stratton, quien tampoco vivió los años de mayor gloria de Maiden, “en toda banda de hard rock o heavy metal, las voces deben ser altas” y Harris coincide con que los grandes arreglos que realizaron desde el 82 requerían esa impronta, una que años antes había sido patentada de la música clásica por Freddie Mercury en Queen y, aún en un estilo más cercano, por Rob Halford de Judas Priest. Aunque se llevaba bien con las ventas en tiendas discográficas, esta forma de cantar no era simplista, tenía sus orígenes en la orquestación de Richard Wagner, quien sobrecogía a quienes apreciaban sus composiciones hace 2 siglos. La sonoridad era enorme aunque no contaba con amplificación en escena sino con otros recursos como la multiplicidad de instrumentos y técnicas vocales que ahora solo mantienen los cantantes del heavy metal.

Iron Maiden se tardó varios años en sacar su disco debut debido al poco éxito que tenían al iniciar su carrera, según Steve Harris, quien formó el grupo en 1975. Tomado de legacyrecordings.com

En su segunda visita al país, Bruce no habló tanto de empresas de aviación como de su banda. “Si vas a vender o producir algo siempre debes pensar en el cliente y en la relación que puedes generar con él para crear fidelidad”, le dijo a un sorprendido auditorio. Dickinson dijo que odiaba la vocación caprichosa de los clientes, la arbitrariedad con que cambian de preferencias y de cómo ese fenómeno se aplaca con la música y sus fans. “Las cosas que se crean en las empresas se van adaptando a nuevos requerimientos y, sobre todo, a los clientes, a lo que ellos quieren. No sé si eso sea lo mejor, pero es lo que hacemos” dijo el artista que ha creado una escuela para la formación de futuros pilotos, Real World Aviation.

Si hay algo que rescatar del díscolo Di’Anno, pese a su estilo agresivo y poco cambiante, es que su interpretación del tema ‘Sanctuary’ contiene un grito luego de la estrofa que dice: “I can laugh at the wind, I can howl at the rain, Down in the canyon or out on the plains” (Puedo reírme al viento, puedo aullar a la lluvia, abajo en el cañón o en las llanuras) que el piloto-cantante no ha podido imitar. (I)

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