Aplicaciones aceleran trámites burocráticos de ciudades pequeñas
Lograr una administración pública más transparente, eficaz y, a la postre, más barata es el objetivo de un movimiento que está floreciendo en EE.UU. formado por programadores informáticos con tanta vista para los negocios como conciencia cívica.
Gracias al apoyo de fundaciones y el empuje de organizaciones como Code for America han comenzado a proliferar pequeñas compañías que desarrollan un software pensado para descifrar el laberinto burocrático con el que frecuentemente se enfrentan los ciudadanos cuando tratan con sus ayuntamientos.
En la ciudad de Santa Cruz, a las puertas del californiano Silicon Valley, gestiones que antes se podían demorar semanas se resuelven ahora en cuestión de minutos con la tecnología de OpenCounter, un programa diseñado para que el anacrónico papeleo no termine con la ilusión de un emprendedor que quiere dar de alta una empresa.
"En los últimos 90 días hemos registrado más de 400 usuarios, se han creado 44 nuevos negocios y recaudado más de 150 mil dólares en emisión de permisos", aseguró Peter Koht, un "friki" de lo cívico, según su propia descripción, que está detrás de este proyecto.
Koht era funcionario en Santa Cruz cuando empezó a desarrollar OpenCounter, cuya primera versión empezó a utilizarse en 2012 en ese ayuntamiento y tuvo una acogida "genial" -dijo-, tanto que optó por dejar su trabajo y hace dos meses fundó su compañía para volcarse en mejorar su software y expandir su presencia.
"En un año esperamos tener firmados contratos con los condados de Monterrey y Santa Cruz, y llegar a 30 ciudades en todo el país", explicó Koth, cuyo programa es gratuito para los usuarios, algo común en este tipo de tecnología que cobra de las arcas públicas.
Servicios como estos han hecho que Santa Cruz pasara en unos años de ser un lugar para aficionados al surf y poco amigable para los negocios a aparecer en la lista de las 10 urbes de EE.UU. con mejor perspectiva de creación de empleo, según un artículo de la revista Forbes de julio.
Una clasificación que encabezó Austin (Texas), otro ejemplo de ayuntamiento 2.0, que cuenta entre otros, con programas como Prepared.ly que ilustra a los ciudadanos sobre cómo prevenir incendios.
Estos productos son económicos para los ayuntamientos y resultan especialmente atractivos para ciudades pequeñas, con bajo presupuesto y con voluntad de actualizar su sistema de tramitaciones.
Las aplicaciones van desde las que ayudan a determinar cuál es el mejor colegio de una zona o saber dónde se encuentra el autobús escolar, a buscadores estilo Google dedicados a información municipal, a saber qué pasa con propiedades abandonadas, o cuáles son los programas de empleo, hogar o salud asociados a un código postal.
"Las grandes contratas piden millones de dólares, las ciudades pueden tratar con nosotros por unos miles. Somos jóvenes y hambrientos, y respondemos al teléfono si nos llaman a las dos de la madrugada", declaró Clay Johnson, un veterano en software cívico al que no le ofende si le llaman "hacker". Johnson cofundó en 2004 Blue State Digital, la empresa que 4 años más tarde estaría detrás de la campaña en Internet de Barack Obama para las elecciones que le convirtieron en presidente.
El año pasado formó parte del equipo de innovación tecnológica de la Casa Blanca. Allí puso en práctica su producto estrella, Screendoor, una herramienta que reduce la complejidad que suele acompañar a la presentación de proyectos para conseguir contratos públicos de tal forma que no haga falta ser un experto en procedimientos para competir.
"Redujimos el coste de los contratos que se gestionaron en la Casa Blanca un 30%. Un dinero que ahora se puede usar para otra cosa", comentó Johnson, que al igual que Peter Koht, creó en junio una compañía para vender su software, en su caso, Department of Better Technology.
Screendoor tiende a igualar a todos los solicitantes para que destaque el talento, en vez de amiguismos o el conocimiento de los entresijos municipales, algo que como efecto secundario dificulta la corrupción. "El fraude siempre va a existir", admitió Johnson, "pero siempre es mejor utilizar contra él sistemas proactivos".