Publicidad
Zarina, una afgana mutilada, suplica ayuda
Con la cabeza vendada y la cara amoratada, Zarina, una afgana de 23 años, implora atención médica en el extranjero desde que su marido, en un arrebato de furia, le cortó las orejas, un ultraje que ilustra la difícil situación de la mujer afgana en el mundo rural.
¿Por qué hizo eso? “No rechacé ninguna de sus exigencias. Ni siquiera iba a ver a mi madre porque él decía: ‘Va a encontrar hombres!’”.
La mujer -con la cara marcada por los golpes, una venda en el pómulo y un brazo vendado- no se explica la agresión de su esposo, perpetrada en un distrito de Balj, fronteriza con Ubezkistán. “Mi marido llegó a las 03:00 y me ató las manos y los pies, le supliqué que no lo hiciera, pero no me escuchaba”, relata Zarina.
El marido le dio una paliza, le cortó las dos orejas con un cuchillo afilado y luego se escapó. Ella sangró toda la noche hasta que sus tíos la llevaron al hospital de urgencias de la capital provincial.
“Llegó a las 09:30 en un estado crítico, imagine la sangre que había perdido”, cuenta el doctor Shafir Shayek, director de la clínica.
La joven afgana había sido prometida en matrimonio a los 13 años a ese hombre que había esperado igual número de años para esposarla, en 2014. “Tras dos años de matrimonio, se fue a trabajar a Irán. Había vuelto hace dos meses”, recuerda la tía de la víctima.
Según un responsable del hospital, el marido es un consumidor de drogas, posiblemente de heroína, como suele suceder con los afganos que van a trabajar a Irán.
El hombre seguía prófugo “pero hemos abierto una investigación para detenerlo”, afirmó el portavoz del gobierno de Balj, SherJan Durrani.
Esa afirmación no tranquiliza a Fahima Rahimi, militante feminista de Balj. “Hemos perdido confianza en nuestro Gobierno”, dice Rahimi. “Autores de crímenes similares fueron liberados en el pasado tras sobornar a la Policía o al fiscal”.
Más de 15 años después del fin del régimen de los talibanes, los maridos afganos autores de violencia contra las mujeres casi nunca son detenidos.
En enero de 2016, un hombre había cortado la nariz de su esposa, Reza Gul, después de una disputa en la provincia de Faryab, y se había ido a una zona controlada por los talibanes para no ser detenido.
En 2016, en la provincia de Ghor, un hombre quemó a su esposa de 14 años, que estaba embarazada. La ley afgana prohíbe oficialmente el casamiento de las mujeres antes de los 16 años, pero la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán (AIHRC) registró 235 uniones precoces en 2015.
Desde 2014, el Parlamento afgano adoptó leyes que protegen a las mujeres contra los abusos, pero los decretos de aplicación todavía no han sido publicados.
Zarina quiere divorciarse. “No quiero vivir más con él y que vaya preso”, dice en su lecho de hospital. Además desea atenderse en el exterior, como Reza Gul el año pasado.
“Me dirijo a los comerciantes y si nadie me quiere ayudar, les imploro a los responsables afganos que organicen mi tratamiento en el exterior”. (I)