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Voluntarios escarban en los escombros de la U de Mosul

El estudiante Nizar camina entre los escombros de la Universidad de Mosul en busca de algún documento que pueda servir para su reapertura.
El estudiante Nizar camina entre los escombros de la Universidad de Mosul en busca de algún documento que pueda servir para su reapertura.
Fotos: AFP
26 de abril de 2017 - 00:00 - AFP

Apoyado en su muleta, Nizar escarba entre los escombros del edificio principal de la Universidad de Mosul en busca de documentos administrativos que pueda salvar, en un campus destruido por la guerra.

Forma parte de un grupo de cuatro voluntarios, exempleados de la universidad, que tratan pacientemente de ponerla de nuevo en marcha, tres meses después de que las fuerzas iraquíes retomaran el este de la segunda ciudad del país, que estaba en manos de los yihadistas.

El extenso campus de la universidad quedó en gran parte destruido por los combates, pues servía de cuartel general para los extremistas del grupo Estado Islámico (EI), quienes siguen resistiendo en la parte oeste de Mosul.

“Ya no queda nada dentro”, explica Nizar, tras entrar en una deteriorada habitación donde se imprimían los carnés de estudiantes en otro tiempo.

Sala por sala, piso por piso, este joven de 20 años -herido en la pierna por el estallido de un obús- y sus tres amigos rebuscan en el más mínimo rincón para tratar de encontrar documentos que puedan facilitar la reanudación de la actividad del campus.

“Hemos venido aquí tras la liberación para evaluar los daños”, explica Hamdun, uno de los jóvenes voluntarios. “Doce edificios fueron totalmente destruidos, los otros resultaron dañados, la mayor parte por el fuego”, afirma. “En algunos se habían colocado bombas pero ahora ya son seguros”.

En el exterior, las sillas rotas se apilan frente a los edificios que quedan en pie, que llevan la mención ‘seguro’ o ‘peligroso’ con pintura roja.

“Estos inmuebles tienen una historia y nosotros también tenemos una historia en cada uno de ellos”, cuenta Hamdun. “El descubrimiento de las destrucciones nos partió el corazón, pero creo que la universidad volverá a ser una de las principales de Irak”.

Fundada en los años 60, la Universidad de Mosul estaba considerada como una de las mejores de la región y la segunda del país, por detrás de la de Bagdad.  “Es un órgano vital de Mosul y hoy necesita apoyo”, agrega Hamdun.

El alma máter requiere apoyo

La tarea es inmensa pero la ayuda sigue siendo escasa, pues el campus, que se extiende a lo largo del Tigris, está cerca de zonas todavía azotadas por los combates.

Los yihadistas, posicionados al otro lado del río, disparan obuses de mortero con regularidad contra la parte oriental o perpetran ataques con drones armados.

Sin ningún apoyo por parte del Gobierno central ni de la comunidad internacional, principalmente para pagar sueldos, los resultados serán limitados, admite Nizar.

“Pero es nuestra ciudad, es nuestra universidad, fue buena con nosotros”, dice. “Respondimos al llamado de la dirección, que buscaba voluntarios, con el objetivo de hacer algo útil”.

Cientos de miles de personas han huido de Mosul desde que en octubre comenzaran las operaciones militares para expulsar al grupo Estado Islámico (EI), además de las que ya habían escapado de la ciudad desde junio de 2014, cuando se instalaron los yihadistas.

Si bien decenas de miles de habitantes han regresado a Mosul, el alcance de las destrucciones y la falta de servicios públicos hacen que la vuelta a la normalidad sea muy lenta.

Combates no cesan por lo que la reconstrucción no inicia

Las organizaciones internacionales son reacias a poner en marcha verdaderos programas de reconstrucción mientras los combates al otro lado del río no hayan terminado. Y la cuestión de saber quién gobernará la ciudad cuando esta se haya recuperado enteramente todavía no se ha decidido.

Mientras tanto, varios equipos como el de Nizar y sus amigos rastrean entre los escombros de lo que fue su universidad.

Limpian, examinan y clasifican en cajas cada uno de los documentos que encuentran, y los guardan en un lugar seguro.

“Su trabajo es muy valioso”, indica un responsable universitario, tras pedir el anonimato. “Los documentos que han encontrado son como tesoros para nosotros ya que, desgraciadamente, el Estado Islámico quemó gran parte de nuestros archivos”. (I)

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Islam fue llevada a la yihad por su propio marido

Islam Maytat quería ser diseñadora de moda en Londres pero su sueño se rompió cuando su esposo, un británico de origen afgano, la llevó a Siria y aprendió a manejar las armas con los yihadistas.

Después de tres años en el ‘califato’, tres maridos y dos hijos, esta marroquí de 23 años huyó y vive refugiada en Siria.

“Pensaba que al casarme con Jalil Ahmad, que tenía nacionalidad británica, iría a estudiar a Londres, pero todo salió al revés”. Conoció a su marido en internet a principios de 2014 y se casó con él en Marruecos dos meses después. “Mi padre se oponía porque sospechaba que era un talibán. Terminé por convencerle”. Pero en lugar de la capital británica, su primer destino fue Dubái.

Sus sueños de glamur se desvanecieron casi de inmediato, cuando descubre a un esposo rigorista que le prohíbe maquillarse y llevar ropa de colores.

Da un nuevo salto a lo desconocido con un viaje de dos meses a Afganistán para conocer a su familia política.

Para su sorpresa, su marido le ofrece entonces ir a estudiar a Londres, pero haciendo escala en Estambul. Al salir del aeropuerto, un hombre les conduce a Gaziantep, una ciudad cercana a la frontera siria.

Islam llega entonces a “una casa donde las mujeres y los hombres estaban separados, con francesas, saudíes, argelinas”. “Me contaron su alegría de ir a la tierra del ‘califato’ en Siria. Estaba desamparada y rompí en llanto”. (I)

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