“Una sociedad que incumple con los derechos, es pobre”
La presidenta de la Red Latinoamericana de Organizaciones No Gubernamentales de Personas con Discapacidad y sus Familias (Riadis, que agrupa a 60 instituciones de 19 países), Regina Atalla, estuvo en Ecuador la semana anterior.
El propósito de esta visita fue declarar, a nombre de Riadis, como Embajador latinoamericano por los derechos de las personas con discapacidad al vicepresidente Lenín Moreno, evento que se realizó el 9 de noviembre, en Quito.
¿Qué representa para Riadis este nombramiento al Vicepresidente?
Significa tener un vocero reconocido internacionalmente en los eventos de alto nivel. El licenciado Moreno ha trabajado mucho para defender los derechos de las personas con discapacidad. Él elevó el tema al nivel político y mundial. Esto nos compromete a las organizaciones de la sociedad civil y a él para trabajar mucho más. Además, nosotros apoyamos la candidatura de él para el premio Nobel de la Paz, por lo que lamentamos mucho que no se lo haya nombrado; eso habría sido una conquista al sacar de la exclusión y permitir la visibilización de miles de personas con discapacidad.
¿Cómo se ha posicionado Ecuador respecto a este trabajo?
Está en segundo lugar, luego de Brasil, porque en los dos países este tema se ha tratado como una prioridad en la política pública y se lo ha hecho para los más desposeídos. Luego están Argentina, Chile...
Pero es destacable que se haya trabajado mucho no solo en la visibilización, sino también en inclusión, en asegurar un bono (la inversión), la salud, educación, empleo, que se acuda a donde están para censarlos a través de la georreferenciación, algo que no existe en otro país latino. Aquí no solo se quedaron en palabras, lo que es una gran dificultad en Latinoamérica.
Pese a los avances, ¿qué falta?
Todavía falta mucho como mejorar la accesibilidad al espacio público y a los edificios, incrementar y mejorar la educación para estos grupos, aumentar el acceso al empleo, volver a este un un eje transversal que pase por todas las áreas y que sea una política pública fuerte que se mantenga aunque se cambie de personas, ya que es de Estado. Nunca se debe perder la capacidad de aprender cada día.
Pero, ¿existe alguna prioridad?
Para cambiar lo estructural falta un gran programa de educación que incluya a los maestros y a los familiares de estas personas. Si no hay eso, las políticas de ayuda se perpetuarán y no se los preparará para acceder a mejores condiciones de vida y a derechos por sí mismos.
Pero aunque eso también pase en toda Latinoamérica, los gobiernos están obligados a cumplir con la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad en cuanto a invertir lo necesario para aportar a este grupo. Una sociedad que incumple los derechos de las personas con discapacidad, es una sociedad pobre. Recién hemos empezado el camino.
¿Se ha cumplido con lo que establecen los objetivos del milenio en cuanto a este tema?
Aún no. Se determinó que los niños debían terminar la escuela, pero no se ha cumplido. Si aún existe mucha exclusión en los sistemas educativos, ¿cómo pueden culminar sus estudios los discapacitados?
¿Hace falta un trabajo conjunto entre las instituciones que trabajan en esta temática y la política para conseguir los grandes objetivos?
Sí. Es necesario tener incidencia en los ámbitos políticos y públicos. Por ejemplo, que algunas autoridades y asambleístas pertenezcan a estos grupos, los defiendan y tengan la preparación para eso. En Brasil existen cuatro diputados con capacidades especiales.
Pero, además, hace falta la participación comprometida de los mismos afectados...
Claro. En América Latina existen más de 80 millones de discapacitados y se determina que alrededor del 15% de una población en general pertenece a este grupo.
Si en el Ecuador hay cerca de 15 millones de personas, hay más de 2 millones de discapacitados que se merecen
tener una significativa representación política. Ellos deben exigir que sus derechos se cumplan y para eso es necesario ocupar espacios políticos y públicos. Y nunca deben dejar de luchar ni perder la esperanza. Pero nada es gratis; sin acción, no hay derechos.