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Ecuador, 23 de Febrero de 2025
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Una portadora de VIH lucha por los derechos de su género

Victoria (derecha) observa las clases de danza que dicta la fundación que preside para las hijas de mujeres contagiadas con el virus del VIH, en Guayaquil.
Victoria (derecha) observa las clases de danza que dicta la fundación que preside para las hijas de mujeres contagiadas con el virus del VIH, en Guayaquil.
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En las oficinas de la Fundación ICW-Ecuador, una mujer de alrededor de 30 años de edad, cabellos claros, ojos pequeños y mirada profunda, camina apurada. Arregla mesas, sillas y da instrucciones para que las niñas que llegan la lluviosa mañana del primer viernes de marzo empiecen las clases de danza con una instructora.

Victoria (nombre protegido), por ahora, pide que no se revele su identidad ni su rostro. Pero se aproxima a lo que ha sido su lucha, una batalla que empezó en invierno de 2005, cuando supo que ella y su bebé de dos meses eran portadores del virus del VIH.

Tenía pocos días de haberse reincorporado a su trabajo en una reconocida empresa de bebidas, en Guayaquil, cuando la llamaron de la casa porque su bebé estaba muy delicado de salud y presentaba manchas rojas en el cuerpo.

Lo llevó a un hospital de Guayaquil donde le hicieron análisis que descartaron posibles dolencias hasta que los médicos le comunicaron que el niño, ella y su esposo debían hacerse unas pruebas. “Cuando me dijeron que los exámenes de mi hijo y el mío dieron positivo y que tendríamos tres meses de vida el mundo se me caía. Corrí del hospital hacia la calle. Iba a lanzarme a los carros. Quería morirme, pero mi hermano me detuvo”.

Su rostro se desencaja y sus ojos se enrojecen. Con una respiración profunda intenta reponerse, pero el recuerdo la vence y caen dos lágrimas. En aquella casa de salud sintió la primera señal de discrimen.

“Fue un trauma psicológico desde que me dieron el diagnóstico sin preparación. Enseguida nos aislaron a mi hijo y a mí en una habitación con cintas que decían peligro, como si fuéramos a contagiarlos”.

La segunda llegó desde una parte de la familia. Tíos y primos le dieron la espalda, pero sus padres y hermanos siempre estuvieron para apoyarla. Los parientes de su esposo presionaban para que este la dejara, pues la prueba de él dio negativo  y temían que lo infectara. Ella adquirió el virus de un novio que tuvo años antes de su compromiso.

Ni bien asimilaba el golpe del contagio fue despedida del trabajo. En los exámenes ocupacionales que cada año hacía la compañía a los empleados descubrieron que era portadora. “Me dijeron que me fuera porque no era idóneo tener una persona con VIH en una empresa tan prestigiosa. Pensé que la vida se  terminaba porque se me cerraron las puertas”.

Ella, más tarde, entabló una demanda contra la compañía, pero sin éxito, pues las leyes no eran tan rigurosas en materia de discriminación como ahora.

Sin trabajo, pero con el apoyo de su esposo, tres meses después del diagnóstico empezó el tratamiento médico con su hijo.

Un cóctel de medicinas debían tomar todos los días para controlar la enfermedad, que a veces parecía afectarlos con más fuerza.   

El activismo, una nueva etapa

Por medio de una amiga Victoria se vinculó con ICW Ecuador. Se preparó sobre todo lo que significaba la enfermedad y sus derechos como persona. Así nació la idea de postularse para trabajar como líder y ahora es la representante en el país.

“Las mujeres con VIH somos doblemente discriminadas. Pero yo no  estaba dispuesta a dejarme vencer y empecé a luchar. Entendí que mi vida no terminaba aquí, que esta era una nueva etapa”. El optimismo de sus palabras invade las instalaciones de la fundación ubicada en el centro de Guayaquil, por donde recorren su hijo, hoy de 12 años, y su hija menor. “Él es un milagro de vida y la niña también porque nació sana”.

Desde ICW Ecuador ha apoyado a otras mujeres con información y  orientación sobre la enfermedad para que tengan un estilo de vida más sano. “Hemos hecho alianzas con instituciones para ayudar a 40 mujeres a poner negocios de zapatos y sábanas. De este modo, esa mujer que vive con VIH no está sola”.

El beneficio también va dirigido a niñas portadoras y a las que no lo son. “Por ahora 48 reciben clases de danza en el centro de arte que funciona desde mayo de 2016”.

La fundación organiza encuentros para saber qué pasa con las mujeres que tienen VIH en sus provincias y generar propuestas a su favor. Además amplió su campo de acción a las que utilizan  drogas, trabajadoras sexuales, y las violentadas porque están en riesgo de contraer la enfermedad. “Si Dios me puso esto fue por un propósito. Y ahora estoy ayudando a mucha gente a cambiar su vida y no pararé hasta el día que Dios me lleve”.

Su labor la combina con su trabajo en otra empresa, donde labora desde 2011. Allí nadie sabe que es portadora, aunque Victoria confiesa que ha querido decirlo.

Sin embargo teme ser discriminada y reconoce que “hay mucho trabajo por hacer en las entidades privadas”. Ella considera que su ciclo en esa compañía terminará pronto para dedicar tiempo completo a la fundación, ya que planifica un proyecto  con una institución internacional. En ese instante serán visibles su rostro e identidad, por su obra social. (I)  

Datos

La Fundación ICW Latina es la comunidad internacional de mujeres viviendo con VIH-sida. La red es dirigida por mujeres y también agrupa a niñas y adolescentes.

La organización está en 18 países latinos. Su misión es difundir  información médica, legal y social; desafiar la discriminación y estigmatización, y cuidar los derechos de las mujeres con VIH/sida.

La oficina de Ecuador tiene 8 años. La integran 800 mujeres, de 3 a 55 años de edad, en diferentes ciudades del país, quienes reciben información sobre la afección y capacitación en diferentes áreas.

La entidad tiene un proyecto para captar mujeres líderes de otras organizaciones a fin de que se involucren con ICW y formen líderes en otras provincias. Actualmente la oficina de Ecuador tiene 13 promotoras que hacen veedurías en los hospitales. (I)

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