El antiguo telar no se detiene en Cochapamba Grande
En el sector de Cochapamba Grande (parroquia Quingeo) habita José Lata Guanuquiza, un octogenario que se dedica al tejido en telar, oficio que lo aprendió en su juventud con un maestro del sector.
Su hogar conserva la estructura de antaño; fue construida con adobe y madera, y se encuentra ubicada al filo de la carretera. Allí, José ha adaptado un telar empotrado en una de sus paredes a fin de trabajar y generar recursos para el sostenimiento de su familia.
Con su esposa, Barbarita de Jesús Pino, elabora mantas, ponchos, cobijas, frazadas, pañolones o lo que los clientes le pidan. Ella es quien se encarga de hilar la lana de borrego con la que fabrican las distintas prendas. Aprendió esta actividad de su madre Manuela Chaca.
Don José cuenta que desde tiempos antiguos la costumbre en Cochapamba Grande es que la mujer hila y el hombre teje. Él trabaja en el telar de callua o también llamado telar de cintura, que es la forma más antigua de tejer. Se sienta sobre una silla, con una faja apretada en el cinturón y sujeta a un palo. El peso del cuerpo de la persona es el que ayuda a tensar la urdimbre, que es el conjunto de hilos colocados en el telar para pasar por ellos la trama y formar el tejido.
“Es una actividad que requiere dedicación y yo lo hago con especial cariño porque Taita diosito me permitió seguir trabajando después de curarme de un cáncer de próstata que tuve en 2004”, expresa José, mientras alza su mirada al cielo y enseña los documentos que aún conserva de las citas médicas a las que asistió en Cuenca.
Instrumentos
El uso del telar de cintura constituye un arte ancestral heredado de generación en generación. Su origen es prehispánico y es un instrumento rudimentario conformado por un conjunto de barras de madera.
Para tejer, don José utiliza lana de borrego que le proporcionan los vecinos, quienes trasquilan sus animales.
Doña Barbarita se encarga de lavarla y ponerla a secar. Luego procede al escarmenado, que consiste en abrir el vellón, retirar las impurezas y ordenarlo. Al terminar elabora el guango y envuelve la fibra en una vara de madera denominada uso.
Luego tuerce la lana con las yemas de sus dedos para convertirla en un fino hilo, que lo enrolla en madejas. La artesana guarda en una de las habitaciones de su vivienda de adobe los costales con la lana.
“En un día saco un buen uso de lana; es una tarea trabajosa. Cuando tenemos pedidos se dedica un buen tiempo diario; pero depende porque también realizamos otras actividades con animales y cultivos”, asegura Barbarita, de 79 años. (O)