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Susana Cordero: “La religión sin moral no puede existir, pero la moral sin religión sí”

Susana Cordero: “La religión sin moral no puede existir, pero la moral sin religión sí”
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Está en la Feria del Libro de la Universidad Católica. Tiene una amplia sonrisa y habla claro y pausado. Susana Cordero de Espinosa es la Directora de la Academia de la Lengua y la primera mujer que ocupa ese cargo en 144 años de existencia. Ella conversó con Diario El Telégrafo sobre la reedición de su libro, Albert Camus. De la felicidad a la moral.

¿Qué pensó sobre Albert Camus, escritor, ensayista, dramaturgo y filósofo francés, nacido en Argelia?

Valoré muchísimo la independencia de Camus respecto a las ideologías. Él entró al Partido Comunista y descubrió que para el estalinismo y el totalitarismo el ser humano es una abstracción. Para ese partido lo más importante es la idea, no la vida concreta. Cuando le preguntan a Camus ¿qué elegiría entre la justicia y su madre? Él contesta que a su madre. Eso significa que la justicia no deja de ser una abstracción. En cambio, su madre era un ser concreto y desgraciado, casi muda, y llena de bondad. Tenía un trabajo extenuante en Argel y lo único que alcanzaba a decir a la abuela es que no pegue demasiado duro a los niños.

¿Cómo Camus aprendió el marxismo?

Él dijo que había aprendido en la miseria, no en las ideologías. En la pobreza, en la falta de salud de su madre y en la soledad. Pero  también en la inmensa alegría del sol de Argelia, en el mar, en la arena blanca. Porque en Camus había esa contradicción, ese equilibrio maravilloso. Él estuvo entre maestros excepcionales  en Argelia, que era una colonia francesa. Además, Camus era un “pie negro” (pieds-noirs), hijo de francés, nacido en Argelia, y de madre española. Me impactó mucho esa frase de Camus: “Yo aprendí el marxismo en la miseria, no lo aprendí en las letras, ni en su teoría”. Eso me impulsó a creer que podíamos cambiar el mundo, pero los totalitarismo nunca cambiaron nada.

¿Por qué?

Hoy vivimos un totalitarismo en Venezuela, en Nicaragua. Daniel Ortega, el revolucionario, ¿cómo pudo evolucionar así?

¿Por qué los totalitarismo no nos conducen a ningún lado?

Hemos vivido la experiencia de las juntas militares, que en Ecuador no fueron como en el resto del Cono Sur. Hemos vivido el totalitarismo de derecha que ha buscado anular todo pensamiento de izquierda. Cualquier tipo de totalitarismo, que renuncie  a respetar la libertad de cada una de las personas, es un ámbito maligno. Definitivamente, la experiencia humana muestra que aún con los graves defectos, la democracia es lo mejor. Si no se respetan todas las instituciones, su misión y sus tareas o cuando las abolimos por voluntad totalitaria, no existe justicia porque solo está el que manda y hay una especie de enorme alienación de todo aquello.

¿Usted cree que en los 10 años de correísmo vivimos una especie de totalitarismo?

No lo llamaría totalitarismo, pero sí un gran principio de totalitarismo que iba a consagrarse con la reelección infinita. A veces me pregunto, ¿cómo es posible que los seres humanos nos  aferremos así al poder, al dinero y a la codicia, sabiendo que todo pasa? Para qué queremos agotarnos, nos imaginamos que eso nos convertirá en seres eternos. Pero nada nos exime de la muerte. Camus escribe su primer tratado sin pretensiones filosóficas, aunque él era filósofo, sobre el mito Sísifo. Allí compara la existencia humana y los anhelos de cambio de la justicia con el mito de Sísifo. Este estaba condenado a subir eternamente una roca en la montaña, pero esa roca volvía a caer y Sísifo volvía a levantarla. Camus compara este mito con el afán de supervivencia y con que cada uno de nosotros quiere creerse eterno o niega el valor de su vida terrenal, a través del suicidio.

El expresidente quiso eternizarse en el poder. ¿Cómo mira eso?

No reflexionaba sobre el pasar del ser humano. De hecho su actitud nunca fue reflexiva; en sus sabatinas nunca toleré su rostro en la televisión. Los cambios físicos eran intolerables, pasaba de una sonrisa de cierta simpatía física al rencor; a unos ojos cínicos, a la burla, al insulto, a la rabia. Actuaba como si se creyera eterno, como si nunca fuera a pasar, sobre todo en esa devoradora sed de poder.

¿Cómo se ejerce el poder?

Hay expresidentes que ejercen el poder con dignidad. Por ejemplo, pienso en Rodrigo Borja, que es un ejemplo de hombre honesto. Otro ejemplo, Velasco Ibarra, quien siempre tuvo la ilusión de ser un gran líder, pero nunca lo logró, nunca le dejaron. Se rodeó de gente que lastimó su poder. Pero era un hombre bueno, nunca luchó por tener millones. Jamás podríamos imaginar a Velasco reclamando huestes para llevárselas a Argentina; su esposa murió tomando  un autobús en Buenos Aires.  Hemos tenido una junta militar con el general Guillermo Rodríguez Lara, quien nunca abusó del poder. Estos son ejemplos del talento de no abusar del poder, de no dejarse creer que porque se es poderoso debe  mantenerse para siempre. Creo que eso dice mucho de la calidad de un ser humano.

¿El referente moral es un enseñante de la dignidad humana y de la conciencia del mundo?

De las dos circunstancias; la moral es imposible si no existe la conciencia. La libertad humana es la base, un pensamiento moral.

¿Eso debería tener un presidente de la República?

Sin duda, recordemos que hay circunstancias de pobreza, de falta de educación, de falta de oportunidades, que son condiciones detonantes en contra de la libertad. Esta no es la misma para alguien con una cierta instrucción, una experiencia intelectual. Esa libertad no es igual a la de alguien que nunca se educó, a pesar de su gran sensibilidad, que nunca pudo ejercerla sobre sí mismo, y que tiene una vida miserable. En este aspecto Camus pudo contrarrestar la miseria familiar. Tuvo una gran educación, pues Francia siempre se empeñó en educar a sus colonias. Él tuvo un gran maestro que le ayudó muchísimo a pensar, le consiguió una beca para su bachillerato en la misma Argelia.

Además tuvo el sol y la belleza de los paisajes, la alegría del juego, los paseos, que son un poco la personalidad del protagonista de su novela El Extranjero.

Él era toda la alegría de vivir pero, de repente, se encontró con que cometió un crimen. Quisiera interpretar eso como la fuerza de un destino desgraciado.

En este sentido proteger la libertad humana es parte de los políticos, de los filósofos. No es solo cuestión de decir tú eres libre, sino proteger su dignidad humana.

Camus decía la ética es la estética y viceversa.

Yo digo que más se entiende desde la sensibilidad que desde la razón. Muchas veces un acto inmoral me choca más por su fealdad que por su misma condición de falta de moralidad. Pienso, por ejemplo, en la fealdad de la pederastia, en el horror estético de un niño vejado, violado, que no entiende su cuerpo ni para qué está sirviendo a otro.  Son dos valores que convergen. Lo estético tiene una profunda relación con lo moral. También están los valores religiosos como testigos y testimonios de mi propia condición moral. No con una especie de tapadera en la cual algún rato me van a perdonar. Es decir, la religión sin moral no puede existir, pero la moral sin religión sí.

Pero en Ecuador se han destapado los abusos sexuales de sacerdotes a niños. Las autoridades eclesiásticas lo sabían y callaron.

Yo creo que la Iglesia Católica debería ponerse a pensar en dos cuestiones fundamentales: la ausencia de la mujer en el sacerdocio, y la castidad y el celibato.

Se trata de seres humanos que están en contacto con otros. ¿Cómo vencer los instintos que desde el punto de vista animal nos determinan? (O)

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