Cientos de feligreses, desde antes de las 10:00, coparon la Catedral de la ciudad, ubicada en 10 de Agosto y Chimborazo, para participar de la misa Crismal, una celebración litúrgica en la que se bendicen los santos óleos que se utilizan para la celebración de los sacramentos. Varios de los fieles fueron invitados por los mismos párrocos durante esta semana.

Por ello, Mariela Quichimbo llegó desde la ciudadela 9 de Octubre, donde se encuentra  el templo Nuestra Señora de Monserratte. “Es cuestión de querer conocer más de cerca a Cristo y la labor de los sacerdotes antes de la procesión”, aseguró Quichimbo, quien señaló que no faltará a la peregrinación del Cristo del Consuelo.

En el centro de la Catedral, dos hileras de bancas fueron reservadas para los aproximadamente 300 párrocos que hicieron su ingreso a las 10:00.  

Los sacerdotes se dirigieron primero al altar mayor para saludar la imagen de Cristo crucificado, presente en un vitral, y  luego fueron hacia sus puestos.

La camaradería entre los “hombres de Dios” era evidente. Aquellos que ya estaban en sus respectivos puestos saludaban con sus congéneres conforme iban pasando por delante de ellos.

Alberto Sinche, párroco de la iglesia Stella Maris, desde tempranas horas comenzó su rutina para estar puntual a las 10:00 en la Catedral.

Como sus compañeros, lucía una casulla (vestidura exterior a modo de capa) de color blanco hueso con los símbolos de Cristo, por el frente, y de la virgen María, en la espalda. “Es la semana mayor para todos los miembros de la iglesia y para nosotros representa la renovación de las promesas sacerdotales y nuestra vocación de guías espirituales”, explicó Sinche.

Antes de las 10:15, el arzobispo de la ciudad, Antonio Arregui, hizo  su entrada. Su presencia arrancó breves aplausos de los fieles asistentes que conocieron sobre el quebranto de  salud del prelado hace pocos meses y que lo habían mantenido alejado de sus labores. 

En el inicio de la liturgia se ubicaron varios recipientes entre las hileras donde se sentaron los sacerdotes. Cada uno de estos objetos  tenía mantas de varios colores que variaban de acuerdo con el contenido: el del color  blanco, poseía el crisma, integrado por aceite y bálsamo, que luego se empleará en los sacramentos del bautismo, confirmación y orden sacerdotal; el verde,  el óleo de los catecúmenos que se emplea para ungir a los niños en el bautismo; y el ánfora, el óleo con el que se unge a los enfermos.

Durante el sermón, Arregui destacó el esfuerzo de los sacerdotes por cumplir su labor, especialmente durante la segunda mitad del siglo pasado. El mayor representante de Dios en la urbe recordó la labor del párroco Rogelio Vallejo Garcés, quien se encargó de visitar a los enfermos del Hospital Neumológico, que está  en el cerro del Carmen. “Son momentos que nos ponen a prueba por todas las situaciones a las que estamos expuestos, pero cuyo compromiso asumimos desde que hicimos los votos”, dijo el arzobispo Arregui.    

Aproximadamente a las 11:00, cuando concluyó el sermón, en la Catedral había tanta gente que algunos optaron por sentarse al pie de los altares para escuchar la misa. Cuando Arregui terminó  su intervención, los sacerdotes se pusieron de pie para, según el orden de la liturgia, hacer un examen de conciencia.                           

La misa se extendió por casi dos horas. Dentro de las actividades de los párrocos durante el Jueves Santo se incluye  la recordación de la instauración de la eucaristía. Según la tradición cristiana, este hecho se recuerda relacionado con la en la Última Cena de Jesús junto a sus apóstoles.

En lo que respecta a los fieles, desde la noche de ayer empezaron con los recorridos de las Siete Iglesias, un rito popular en el que se visitan los lugares donde se hallan los “monumentos” levantados en honor al Santísimo Sacramento.

Varias iglesias del centro programaron misas vespertinas para recibir a los fieles -siempre numerosos- antes del término de la Semana Mayor.