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Ecuador, 16 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Royce Phillips, un protegido con poder en Ecuador

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Parece un día de fin de semana. Es de noche. En un cuarto estrecho, a la salida hacia una terraza, Royce Phillips asa carnes. Asa, mientras bebe cerveza. Lo acompañan al menos cinco sujetos. Todos jóvenes, que también beben. Combinan la cerveza con una bebida energizante.

El gringo habla de putas. Dice que las putas prefieren a un tal Julio, por “mandingo”. Hace una mala seña. Uno se agarra su zona genital frente a la cámara. Otro comenta, a un interlocutor, que anda “suspendido en el colegio”.

Ese que anda “suspendido” es Christian Giler, quien en ese momento transmite en vivo la reunión a través de su cuenta en una red social. El video dura algo más de 16 minutos. A veces, como queriendo parecer sensual, Giler mira la cámara y muerde sus labios. Otras, arregla su cabello y deja ver su “Careniña”, como es su apodo. Y, más de una vez, dice que es el futuro “Señor de los Cielos” (alias del extinto narco mexicano).

Es lo que anhelaba el principal “socio” de Royce Phillips, alias el “Abuelo”, petrolero texano que, desde 2018 (cuando tenía 64 años), fue identificado como líder de una red que captaba chicas, de entre 14 y 16 años. Lo hacía a través de “enganchadores”, como “Careniña”. A las adolescentes las inmiscuían en el consumo de alcohol y drogas, para luego, ya fuera de sí, prostituirlas y grabar con ellas videos pornográficos.

Ese tipo de material fue presentado como evidencia por la Fiscalía dentro del proceso por el cual, el 11 de marzo pasado, el “Abuelo” fue sentenciado a 25 años y 4 meses de cárcel, por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual (nota de la acción judicial https://bit.ly/2WCDSPJ). Fue el broche a un proceso tedioso, cansino y lleno de trabas, durante el cual el “protegido” texano parecía tener todo a su favor: negación a someterse a pruebas psicológicas, audiencias suspendidas por ausencias de abogados, enfermedades o cruce con otras diligencias fue lo común.

La sentencia contra Phillips, a quien no se lo acusó dentro del proceso por el crimen de Carolina, una adolescente, fue posible por los testimonios de Ana y su madre (testigos protegidos de la Fiscalía); además, claro, por las evidencias recopiladas en un departamento que rentaba en el Quito Tenis (sector exclusivo de la capital ecuatoriana) y en una serie de aparatos electrónicos.

La primera, una menor de edad víctima de la red, había sido pieza clave para la sentencia contra “Careniña” y su grupo, acusados de la muerte de Carolina. Su versión, en la que narró cómo había sido reclutada por la red desde los 16 años, qué consumían en las denominadas “caídas” a la casa de Phillips, donde también había orgías que eran filmadas, fue vinculante contra el “Abuelo”.

Pero, ¿por qué el estadounidense prefería las reuniones con jóvenes, sobre todo con adolescentes? Juan Montenegro, médico psiquiatra, considera que lo hacía porque los chicos son manipulables, no trabajan e incluso son de estratos económicos bajos. Y, sin una fuente de ingreso económico, para el “Abuelo” era fácil convencerlos a cambio de dinero, drogas y alcohol. Además, “por su patología, el depredador sexual se complacía viendo los actos sexuales que los muchachos realizaban, lo que seguro era su negocio central, porque la pornografía le dejaba réditos”, indicó el experto.

La madre de Ana resalta lo importante que fue el testimonio de su hija. Pero a la vez fue vital su versión. Aunque, con ciertas trabas, narra que dejó por unas horas la clandestinidad para llegar a Quito y aportar en el proceso. Ella, una mujer carente de recursos económicos que lo dejó todo cuando debió huir de la red que amenazó de muerte a su hija, sorteó más de una dificultad mientras se desarrolló el proceso. La principal: pese a ser víctima, jamás contó con defensores públicos. Fue gracias al apoyo desinteresado de abogadas, como Jéssica Jaramillo y Lorena Grillo, que pudo contar con representación legal.

Además de sentirse frágil por la carencia de asesoría jurídica que vivía, la madre de Ana también teme, hasta hoy, a las redes mafiosas allegadas al texano y “Careniña”, pues irónicamente, y “pese a haber sido sentenciados”, lamenta la mujer, tres de sus compinches siguen siendo favorecidos. Están en libertad, con medidas sustitutivas. Se trata de Jonathan Paredes, Christian Álvarez y Julio Erazo.

Es más, se teme que esos tentáculos de la banda sigan activos, que las “caídas” continúen en otros sitios, pero con la misma fórmula: reclutamiento, drogas, alcohol, explotación sexual y generación de pornografía. Se cree, incluso, que otra de sus víctimas mortales fue Cinthia Z. Ella fue hallada sin vida en enero pasado, cerca del Teleférico, en Quito. Hay un adolescente investigado por el caso. No obstante, el cadáver apareció con graves signos de violencia. Tal cual sucedió con Carolina, en 2018. Se sospecha que el ahora investigado no habría actuado solo.

Por eso la mujer vive con miedo. Comenta que, incluso, se ha sentido espiada por gente que se traslada en vehículos sin placas, con vidrios polarizados. Al momento es protegida por personal del Grupo de Operaciones Especiales (GOE), por una gestión de la ministra de Gobierno, María Paula Romo, comenta agradecida. No obstante, la afectación psicológica no ha sido superada.

Su debilidad se ahonda cuando piensa en el poder de Royce Phillips, a quien ella ve como un “protegido”, pese a la crueldad con la que actuó afectando a decenas de jóvenes, a quienes también reclutaba a través de redes sociales, con engaños tales como un proyecto musical, convocatoria que hiciera en 2016 a través de su cuenta de Facebook. (I)

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