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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El roedor de Sangay es el jardinero dentro de los ecosistemas andinos

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Un nuevo roedor forma parte del inventario de mamíferos endémicos del país. Se trata de Thomasomys salazari, una especie nativa exclusiva del Parque Nacional Sangay (entre Morona Santiago, Chimborazo y Tungurahua).

Dentro de esta área protegida las lagunas son sus lugares favoritos. En los bordes de la laguna Negra del complejo Atillo fue divisado un ejemplar.

Jorge Brito, investigador y curador de mamíferos del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio), contó que tras los análisis de campo determinaron que estos especímenes no encajaban dentro de las formas conocidas de mamíferos.

Por lo que se conformó un equipo con profesionales de varias universidades para determinar las características.

Los expertos descubrieron una especie de arreglo genético de un género de Thomasomys clasificado dentro de los ‘inereus’”.

Este roedor, netamente de bosque, tiene un tamaño corporal mediano dentro de su género, presenta una cola muy larga y amplia separación entre almohadillas tenar e hipotenar.

Posee pelaje sedoso y largo asociado a las condiciones climatológicas del ambiente en el que vive, caracterizado por ser un ecosistema húmedo y frío, donde los arbustos están llenos de musgo de pisicas. 

Esta especie tiene particularidades específicas a nivel del cráneo, esqueleto y sobre todo a nivel de los molares, donde poseen solo dos cúspides.

Otra diferencia -añadió- es el carácter. “El roedor de bosque es más amigable, mientras que el citadino es agresivo”.

El género Thomasomys es endémico de la cordillera de los Andes, con una distribución que abarca Suramérica, desde Venezuela hasta Bolivia.

Actualmente se reconocen 44 especies contenidas en siete grupos: aureus, baeops, cinereus, gracilis, incanus, macrotis y notatus.

Su longitud es 12 cm, desde la cabeza al cuerpo. Cumple una función de jardinero porque forrajea (recoge el pasto) y realiza podas dentro del ecosistema, lo que facilita el ingreso de luz hacia la parte interna del bosque. Eso permite cumplir el proceso de fotosíntesis.

Y son dispersores de semillas y ayudan a la dinámica del bosque para que este sea viable, es decir, permite el desarrollo de la vida animal y vegetal.

El Inabio informó que existe una población estable, aunque no hay datos precisos de la cantidad de ejemplares.

Posee una ventaja: al estar dentro de una área protegida no está en riesgo de desaparecer.

Aunque se desconoce el tiempo de vida de esta especie, se estima que en promedio sería de 12 meses hasta un máximo de tres años.

El investigador precisó que aún restan por analizarse también las posibles enfermedades que pueda trasmitir.

La ambientalista Silvia Sánchez afirmó que este tipo de especies son vitales para conservar el ecosistema andino, por su función de depredar hojas para que ingrese luz.

Brito precisó que pocos investigadores de la nación -tres o cuatro- estudian este tipo de animales. “La mayoría de colegas prefiere especies algo más agraciadas y en su mayoría se decantan por los anfibios”.

La última descripción de un animal de este mismo género en Ecuador ocurrió en 2003.

Con estas especificaciones, el país ya suma 15 especies del género Tomasolis o ratones andinos, superado únicamente por Perú que tiene 18 especies y Colombia, 16. (I)  

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