Ringerl, la primera “olinguita” que llegó a un zoológico
Ringerl llegó al zoológico de Louisville, EE.UU., desde las laderas de Colombia en los 70. Su pelaje naranja y hocico achatado cautivaron al público, más que el resto de animales con los que compartía jaula.
No se reproducía con sus compañeros. Por lo tanto, los intentos de los especialistas que la trasladaron a otros zoológicos y velaron para que Ringerl se apareara con otros olingos, fue un fracaso.
Se creía que la diminuta Ringerl no procreaba porque era arisca. Esa idea cambió el 15 de agosto pasado cuando un equipo de biólogos, tras diez años de investigación, constataron que ella -aunque lucía similar- distaba de ser un olingo y constituía una especie nueva: el olinguito, del que se derivan 3 subespecies; también es el primer carnívoro mamífero descubierto en América en 35 años, después del chucurí o comadreja de cola larga.
La investigación arrancó un día de 2003, mientras Kristofer Helgen, curador de mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, revisaba cadáveres de olingos en los gabinetes del Field Museum de Chicago. Entre los animales vio uno igual a Ringerl, su tamaño y contextura sugerían que fue colocado allí por error.
Los olinguitos difieren de los olingos entre el 9.8% y 11%. Ese linaje se separó hace 3.5 millonesAdemás, la morfología del cráneo, los dientes puntiagudos o el pelaje ámbar insinuaban que el animal pertenecía a una especie sin registro en los libros científicos y, de acuerdo con la información recogida, éste era nocturno y debía rondar por las arboledas andinas.
Helgen decidió dejar los museos y formó un equipo de investigación: Roland Kays, experto en atrapar olingos; el biólogo ecuatoriano que ya había avistado a estos animales en los bosques nublados de los Andes, Miguel Pinto y, finalmente, el biólogo Jesús Maldonado, quienes confirmaron las diferencias genéticas entre olingos y olinguitos.
Ellos realizaron una travesía científica por los bosques nublados de la reserva de la Fundación Otonga, Cotopaxi. Buscaron los eslabones perdidos sobre el olinguito: ¿cómo es su comportamiento, existe aún? El primer día de expedición, los científicos se adentraron en el bosque de 1.800 metros de altura; la niebla arremetía el escenario cuyo aroma era “una mezcla de fragancias de flores y de musgos”, dijo Pinto.
Estos bosques son muy húmedos y las lluvias pueden ser abundantes, especialmente en abril. Ellos apilaron trozos de banano en un ramaje y esperaron. Paulatinamente aparecieron cusumbos y cuchuchos. De pronto, un animalito avanzó hacia la carnada, lo iluminaron con reflectores especiales y reconocieron al olinguito, agazapado en un tronco, semejante a los anteriores, pero más pequeño y con su larga cola poblada. Lo fotografiaron como a una celebridad en medio del boscaje.
Igual que descubridores en otros ámbitos, Helgen, Pinto, Kays y Maldonado, accidentalmente descubrieron este espécimen; publicaron sus observaciones "Revisión taxonómica de los olingos, y descripción de una nueva especie, el olinguito", en Zookeys.org
Los olinguitos se diferencian de los olingos entre un 9.8% y 11%. “Es decir que la separación de estos linajes ocurrió hace casi 3.5 millones de años”, apuntó Pinto. Por su parte, Helgen argumentó: "hay cuatro subespecies de olinguitos y difieren en color -tonos rojo, anaranjado y marrón-, y tamaño".
Ahora los científicos investigarán y registrarán visualmente la distribución geográfica de los olinguitos en Ecuador, Colombia y posiblemente, el norte de Perú.
Al digitar “olinguito” en Google surgen 1 millón 770 mil resultados, inclusive le dedicaron una canción en Youtube: "humanos manténganse alejados del olinguito, nadie ose tocarlo", dice el coro.
Sin embargo, los parientes de ‘Ringerl’ enfrentan problemas graves: por varias décadas los moradores de Otonga y alrededores atraviesan el bosque escoltados por perros, hurgan las copas de los árboles y con escopeta en mano cazan olinguitos y olingos para darse un festín, confirma el biólogo de la Fundación Otonga, Elicio Tapia.
Al contrario de la imagen blanda que los medios de comunicación crearon del olinguito, éste defiende su alimento con agresividad de cusumbos que los acechan, contó Tapia, y agregó: “de niño vi a unos cazadores que dispararon contra un olinguito, cayó herido, se irguió y enfrentó a un perro, lo agarró del cuello y no lo soltó hasta que ambos perdieron las energías; estos paraísos urgen de atención estatal”.
En el Museo de Historia Natural de Carolina del Norte, EE.UU. se venden peluches con forma de olinguito. Los ingresos se donarán a la Fundación Otonga. “En QuitoZoo instalaremos información del olinguito, mas no lo exhibiremos”, dijo Juan Carrión, su director.