Racismo ocupa un lugar incómodo en Perú
La noche del 13 febrero de este año será recordada por el jugador brasileño Paulo César Fonseca do Nacimiento (‘Tinga’), como una de las más amargas de su carrera. No solo su equipo, el Cruzeiro de Brasil, cayó derrotado frente al Real Garcilaso de Perú. Esa noche cuando ingresaba al campo, mientras se jugaba el minuto 66 de un partido de Copa Libertadores, ‘Tinga’ recibió una serie de insultos que tenían a su color de piel como principal argumento.
“Los gritos iban y venían de todos lados y se confundían con los sonidos que la gente hacía tratando de imitar a los gorilas”, declararía luego del juego ‘Tinga’, a las cámaras de televisión de su país. El encuentro, realizado en el estadio IV Centenario de Huancayo, en el centro de la sierra peruana, fue duramente criticado en el mundo, no por el desempeño deportivo sino por la falta de respeto que los miles de asistentes propinaron al jugador.
‘Tinga’ se reunió junto a su representante con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con la finalidad de unir esfuerzos contra actitudes racistas. La gobernante reprobó las prácticas, al igual que compañeros de equipo de ‘Tinga’ y otros futbolistas del torneo brasileño.
El llamado de atención se sumaba al fenómeno de racismo que ha vivido Perú en los últimos años. Una reciente encuesta de Ipsos, señala que el 90% de peruanos cree que el racismo es un tema vigente, pero apenas el 3% dice que tiene la intención de denunciar sus prácticas.
En la región la discriminación racial y los estereotipos por el color de piel o procedencia impide que las relaciones sociales ocurran de forma horizontal e igualitaria.
Un fenómeno con historia
Para el analista Alonso Núñez del Prado, esa falta de igualdad hace que el trato entre peruanos tienda siempre a la degradación del otro.
“Hace poco me enteré que una madre de raza negra se oponía al matrimonio de su hija con otro del mismo color, porque era “muy moreno”, señala.
Asegura que existe una relación entre discriminación racial y expectativa de clase social, “así como uno desciende en la clase, va viendo que siempre hay, más abajo, alguien a quien cholear, hasta puntos que desde cierta perspectiva parecen absurdos”, indica.
Desde 2006, la legislación peruana indica el castigo legal por ejercer la discriminación en todas sus formas, abarcando el tema de raza y etnia.
En abril de 2011, Ollanta Humala y Keiko Fujimori se enfrentaron en la segunda vuelta electoral que buscaba elegir al próximo presidente del país. Humala, un exmilitar de ascendencia andina, fue duramente criticado en las redes sociales, siendo acusado por sus compatriotas de concentrar, en su persona, “el atraso al que Perú estaba condenado”.
Para Miguel Graham, sociólogo limeño, esa acusación mostraba lo que gran parte del imaginario colectivo identifica como “natural” en el ciudadano de los Andes: “lo ven como objeto contrario a la modernidad, como un obstáculo al que hay que incluir -o, eliminar- en la búsqueda de un bienestar que se percibe en la economía de libre mercado”, explica.
De acuerdo con el abogado Wilfredo Ardito, especialista en derechos humanos, aquella muestra de discriminación era única en la historia de Perú pues hacía público un problema que durante siglos ha sido un tabú: “el racismo se vive en la intimidad, con una mirada hacia el otro, con las conversaciones dentro del hogar que marcan las formas de relacionarse entre peruanos y peruanas, en el momento en que estas se hacen públicas, en la elección presidencial, muestran a un país dividido, totalmente fragmentado, que ha formado su ideario en la diferencia social”.
Red de ayuda
De acuerdo a los datos de Ipsos, el 63% de peruanos cree que la población indígena es la más vulnerable frente al tema del racismo, seguida por el 48% de la población afroperuana.
Personas de estos grupos son las que tienen menos nivel educativo, acceden a puestos de trabajo menos calificados o se ocupan de actividades económicas de baja productividad. Lo mismo pasa con el nivel de acceso a servicios públicos de salud y vivienda, alimentación y capacitación. “Ser pobre, en el Perú, es resultado de esa discriminación”, sentencia Graham.
El portal ‘Alerta contra el racismo’ es una iniciativa del Ministerio de Cultura de Perú, mediante la que se busca sensibilizar a la población sobre los problemas producidos por la discriminación racial y las formas de evitar multiplicarlos. Uno de los planes es hacer que los propios usuarios del portal sean los encargados de compartir actos de discriminación de los que han sido víctimas.
El portal no tiene un poder sancionador, pero realiza el acompañamiento necesario para que los afectados, si lo desean, realicen la denuncia ante las autoridades respectivas. Este se proyecta como un espacio clave en la lucha contra la discriminación. Una gran parte de los insultos discriminatorios se tejen entre el Facebook y Twitter, algo que escapa de las autoridades.
“Hemos visto en estas redes insultos totalmente aberrantes frente a expresiones de diversidad de parte de la gente, eso demuestra que en el Perú el racismo está arraigado”, expresa Eduardo Vega, defensor del Pueblo.
En el campeonato local peruano la red de ‘Alerta contra el racismo’ también despliega afiches antes de iniciar el partido, con mensajes que recuerdan la prohibición de referirse a los jugadores con insultos racistas.
Paulo Drinot, uno de los investigadores más destacados del racismo, muestra la forma como el Estado ha “normalizado el fenómeno” entre los ciudadanos. Esa normalización está proyectada en políticas de educación, salud y bienestar, que parecen saltar por encima de los elementos de diversidad y proponer una visión única a la que el ciudadano debe aceptar.