Uno de cada cuatro habitantes de la capital está expuesto a más de 65 decibeles de ruido durante el día, lo que podría considerarse como “un problema de salud pública”. Así lo determina una investigación realizada por la Universidad de las Américas.

Luis Bravo, docente en ingeniería en sonido y acústica de este centro educativo y director del proyecto de investigación y realización del Mapa de Ruido de Tráfico, Zona Urbana de Quito, contó que el 38% de los quiteños es vulnerable a un promedio de ruido mayor a 55 decibeles durante la noche.

El estudio, que se inició en 2017, se realizó sobre las 32 parroquias urbanas del Distrito Metropolitano de Quito, que abarcan alrededor de 300 kilómetros cuadrados.

Además se tomó en cuenta información de las vías de tránsito georreferenciadas, edificaciones y el comportamiento del tráfico vehicular.

A través de contadores automáticos instalados en calles se midió la cantidad de vehículos que circulan, el tipo, la velocidad. También se tomó en cuenta variables como la propagación del sonido, flujo vehicular, la tipografía del terreno y la capa de edificaciones.

Después, con un software especializado, los investigadores generaron un mapa de niveles sonoros que predice el nivel de ruido.

“También nos correspondía verificar que los resultados de esa predicción sean similares a resultados de mediciones reales, y para eso definimos 90 puntos de medición a lo largo de toda la ciudad y fuimos con instrumentos de medición de ruidos, sonómetros para tener mediciones a larga duración”, contó Bravo.

Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que si la población se expone a decibeles superiores a 65 durante el día es propensa a sentir molestias, estrés y dolores de cabeza debido al excesivo ruido vehicular y de tráfico de la ciudad. Eso podría derivar incluso en problemas de hipertensión.

“En Ecuador no existe una norma para ruido de tráfico. Existe una para fuentes móviles, como con las que se hace en la revisión vehicular (…) lo que existen son sugerencias, como las que da la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, aseveró Bravo desde su despacho.

Según la investigación, en avenidas como la Simón Bolívar, una de las principales arterias que conecta la capital, pese a que existe un flujo vehicular alto y constante, hay menor incidencia en la población debido a las escasas urbanizaciones que tiene a su alrededor.

Por otro lado, diversas vías arteriales que se encuentran en el norte y sur de Quito, como la Eloy Alfaro, Amazonas, Shyris, La Prensa, 6 de Diciembre, Mariscal Sucre o Pedro Vicente Maldonado se identifican como propensas a afectar a la población debido a su alta circulación de transporte público y el ruido que producen.

En el centro histórico el nivel de ruido se eleva debido a la falta de pavimento en las calles.

“Las vías son muy estrechas, eso hace que las reflexiones sonoras se mantengan allí”. Esta sería la primera vez que se toma en cuenta todo el perímetro urbano para una investigación.

En la capital ya existe una ordenanza que prohíbe la emisión de ruidos que produzcan en las zonas urbanas dispositivos sonoros como silbatos, campanas, bocinas.

Una segunda fase de este proyecto consistió en relacionar los resultados obtenidos del mapeo citadino con la percepción que tenga la ciudadanía, por medio de encuestas realizadas a 700 moradores, donde se podrá comprobar las posibles molestias ocasionadas por el ruido u otros efectos secundarios.

Los ingenieros que participaron en el estudio utilizaron sonómetros, que miden los decibeles, por períodos cortos o largos, de ruido de un edificio, sector o ciudad.

Actualmente, la UDLA realiza una nueva investigación donde evaluarán la salud auditiva de los quiteños, a través de exámenes audiométricos, que consisten en medir las capacidades auditivas de cada individuo, con grupos vulnerables que sufren de tinnitus. (I)