Carlos Cáceres, investigador de la Universidad Nacional de Colombia
"Quito ejecuta una estrategia importante para cuidar al oso"
¿Cuál es la situación actual del oso andino en Colombia?
En el último año hubo una serie de conflictos con el oso porque la gente lo caza por el uso del suelo. Al ser una especie carismática también puede ser una amenaza para la conservación, pues las personas la usan como escudo o advertencia de que asesinarán osos si les impiden extraer madera.
¿Por qué es importante conservar este animal?
El oso es el guardián de los bosques y su presencia no afecta a todos porque ayuda a mantener los páramos y garantiza la existencia de agua. Los ciudadanos no le damos importancia a ese tipo de aspectos porque pensamos que la existencia del recurso hídrico solo representa un valor económico, mas no se conoce de dónde viene ni cómo se produce.
¿Se conoce la distribución de la especie en su país?
Los últimos datos nos dan una mejor idea de las áreas que ocupa y eso permite que el trabajo en áreas protegidas mejore, así como la tarea en los entornos y con las comunidades cercanas. Se sabe que básicamente están en las poblaciones de Cundinamarca, Meta y Huila. La población estimada es de entre 18.000 y 25.000 en Sudamérica y en Colombia se habla de 500. En Ecuador y Perú hay más.
¿Cuál es el inconveniente fundamental para garantizar la supervivencia de estos mamíferos en la región?
La pérdida de hábitat es el problema general en toda la región. La gente necesita transformar el campo para obtener comida y muchas veces no hay financiamiento suficiente, ni estrategias efectivas para tecnificar el campo y hacerlo más productivo, entonces se lo sigue explotando. Actualmente existe un gran desbalance entre la poca producción obtenida y la gran cantidad de área talada.
¿Existe una política pública para incentivar a las comunidades?
Hay varias iniciativas en la zona de Putumayo, donde se usa a la comunidad para vigilar a los osos, dantas y jaguares y así se apropien del tema y ayuden a la conservación. Ellos ganan recursos por hacerlo, pero hasta ahora las políticas en Colombia son muy débiles y ese es el gran reto a superar.
¿Ecuador es un referente de conservación de esta especie?
Una de las estrategias más importantes (para cuidar al oso) es la que se ha hecho en el Distrito Metropolitano de Quito, porque en ninguna otra parte de la región, donde se encuentra este animal, se puede verlo tan cerca como aquí. La gente toma un tour y lo observa; y eso genera más apropiación para una mejor conservación del hábitat. En Colombia y Venezuela es muy difícil encontrarlos y no hay políticas de ecoturismo ligadas con la diversidad como hay acá.
¿Por qué no se desarrolla una política al respecto?
Porque los colombianos no sabemos con exactitud en qué estado se encuentra la especie, ni dónde se ubica para así definir si es viable o no tener programas ecoturísticos. En estos proyectos -en el país- interactúan varias instituciones: las comunidades, las corporaciones y el Estado. Esto genera conflictos en el manejo de territorio y eso hay que saberlo administrar para no aumentar las dificultades que ya puedan registrarse en estos espacios.
¿Existe conciencia en la gente de preservar las especies para garantizar la vida del planeta?
Sí la hay, pero requiere educación y es el impedimento más grande, porque si no existe una buena cultura ambiental y antes de eso una correcta investigación para saber sobre la ecología e historia natural de la especie, no se llega a la comunidad, que en última instancia es la que termina deforestando y cazando al animal. Todo va de la mano, la educación, la investigación y el apoyo gubernamental, de lo contrario no se puede conservar a los osos dentro de su hábitat.
¿La legislación colombiana contempla sanciones para quienes cazan esta especie?
Tenemos un libro rojo en el que se indica que el oso andino es una especie vulnerable y el que la atrapa va a la cárcel, pero en pocas ocasiones realmente se aplica la ley, pues no se denuncia.
Los casos se registran en áreas aisladas donde va el cazador y a veces los guardaparques lo saben, pero son amenazados. (I)