Los árboles de los parques La Alameda y El Ejido -centro norte de Quito- lucen pequeñas placas metálicas. Estas especies fueron catalogadas como patrimoniales por su historia.

El Distrito Metropolitano concentra 150.000 hectáreas de áreas naturales protegidas, las cuales embellecen el entorno y contrarrestan la contaminación ambiental.

El ambientalista Rafael Lugo considera que esos rótulos, en los que se detalla nombre y antigüedad, se han convertido en una suerte de muralla que los defienden de agresiones humanas. 

“Es como si la insignia metálica advirtiera un peligro inminente en caso de intentar alguna afectación”, comenta Lugo, quien desea que cada ejemplar del país tenga una nomenclatura.

En el área urbana existen 351 especies patrimoniales y en las parroquias rurales 75 en los bosques remanentes del noroccidente (de los cuales queda el 20%).

Los bosques montanos representan un papel fundamental en las poblaciones de seis parroquias rurales, pues brindan estabilidad, reducen el riesgo de derrumbes y erosión asociada a la creación de infraestructura de carreteras u oleoductos.

Los biólogos autores del estudio precisan que la vegetación puede acumular anualmente 15 toneladas de carbono  por hectárea.

Para Gabriela Maldonado, coautora de la segunda edición del libro Los árboles patrimoniales de Quito, estos elementos son vitales en el ecosistema del noroccidente porque son un importante sumidero de carbono que mitiga el cambio climático.

“Estos bosques remanentes quedan, la mayoría, en reservas privadas de quiteños comprometidos con la conservación y que han hecho del uso sostenible de la biodiversidad una forma de vida”.

Gran parte de la economía de este sector rural está basada en pequeñas iniciativas de ecoturismo dentro de las reservas que giran en torno a la buena salud de los bosques y la biodiversidad.

De su lado, Verónica Arias, titular de la Secretaría de Ambiente del Municipio, aclara que esta entidad  apuesta por la protección del patrimonio natural junto con lo histórico; por ello ya suman 1,5 millones de árboles plantados como parte de la reforestación y la apuesta es reponer 10 arbustos por uno afectado.

Además, existe una ordenanza metropolitana que regula el arbolado urbano en las aceras y parterres públicos.

“Es momento de actuar y vivir con sentido común, porque cada uno de los organismos que cohabitamos en la capital merecemos el mismo respeto para beneficio de todos. El urbanismo no puede expandirse a costa de los ecosistemas naturales”.

Identificación taxonómica

El Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio) creó la colección de muestras botánicas de los árboles más representativos de cada especie patrimonial para contar con una colección catalogada en el Herbario Nacional del Ecuador (QCNE).

Entre los meses de febrero y marzo del año anterior, técnicos especializados recorrieron los parques de la capital y tomaron muestras de los arbustos para etiquetarlas y registrarlas.

“Así los especímenes serán  revisados y actualizados permanentemente por los profesionales botánicos que visitan el herbario”, refiere la publicación.

La acumulación de biomasa, la edad avanzada, el grado de amenaza, la rareza en la zona de estudio, entre otros, fueron los parámetros   considerados para la clasificación.

Las muestras

- Parroquias rurales.  La mayoría de los árboles seleccionados en el noroccidente tiene un diámetro que supera los 50 centímetros. Los 6.000 arbustos monitoreados por el Consorcio para  el Desarrollo de la Ecorregión Andina (Codesan) almacenan el 20% de carbono. 

- 75 árboles patrimoniales nuevos son parte del inventario en la segunda edición del libro.

- Especies endémicas. El Ayuntamiento de la capital aplicará la ordenanza municipal 137 para el cuidado de la biodiversidad (algunas son endémicas del país y  se encuentran  en peligro de extinción). (I)