¿Quiénes son los siete cabecillas de las bandas en cárceles de Guayaquil?
Siete ´narcosoldados´ que actualmente se encuentran en pugna se iniciaron a los 20 años o antes con delitos menores como robo, tenencia de armas, asalto, extorsión o intimidación. En la actualidad tienen entre 32 y 41 años. En su mayoría cumplen sentencias por asesinato, delincuencia organizada o tráfico de drogas.
Según los reportes policiales, algunos encabezan las principales bandas delictivas del país desde prisión y manejan los doce pabellones del Litoral, bajo su propia coordinación. Estas siete personas acumulan 65 denuncias y 46 juicios, según registros de la función judicial.
Se trata de Benjamín Camacho, Wilmer Chavarría, William Alcívar, José Macías, Junior Roldán, Carlos Macías y Christian Mantilla. Sus nombres no son tan conocidos como sus alias o las agrupaciones que dirigen: alias Ben-10 (Chone Killer), Pipo (Los Lobos), Negro Willy (Tiguerones), Fito (Choneros), Junior (Los Choneros), El Diablo (Latin King) y Choclo (Los Lagartos).
Los siete provienen de la Costa ecuatoriana, de las provincias de Los Ríos, Esmeraldas, Manabí y cuatro son de Guayas. Sin embargo, pasaron por cárceles de todas las regiones, y en todas, según los registros judiciales, burlaron el sistema penitenciario para ingresar drogas, armas y hasta equipos para su distracción, como grandes televisores, juegos de video, incluso bebidas alcohólicas. Según versiones policiales, también reclutan miembros para su organización y su protección.
Estas bandas se manejan en medio del hacinamiento de casi 38.700 internos en 63 centros carcelarios, cuando la capacidad total del sistema es de 30.000 internos. A esto se suma a la escasez de recursos, mayormente percibido en el cuestionado servicio de alimentación; la falta de tecnología y la corrupción interna que permite el fortalecimiento de las agrupaciones delictivas.
Estos componentes permitieron que el pasado 28 de septiembre se registrara la más violenta masacre en esta cárcel que dejó 119 asesinatos, según cifras oficiales.
Una de las rezones para que se den este tipo de incidentes apunta a que esto inició desde el asesinato del líder del grupo Los Choneros, Jorge Luis Zambrano, alias Rasquiña. Los mandos delincuenciales buscan ascender, con violencia, en la estructura de poder del negocio del narcotráfico.
De ahí que su guerra interna repercute en las calles del país, donde la pugna se centra en acaparar los territorios para la venta de sustancias ilícitas.
Las organizaciones de estos siete “narcosoldados” funcionan, según los procesos judiciales, con estructura de empresas, con un jefe, personal que deposita el dinero en cuentas y crea compañías para legalizar las ganancias. También tienen personal que hace el trabajo sucio, los sicarios o gatilleros, y también los llamados “comemuertos”, aquellos reclusos que por dinero se atribuyen asesinatos que no han cometido, pues las nuevas sentencias que les pueden imponer no aumentan su pena.