Proyecto universitario apunta a disminuir basura electrónica
Entre un café y herramientas, cinco estudiantes demuestran los conocimientos adquiridos en los seis semestres de la carrera de Tecnología en Electromecánica de la Escuela Politécnica Nacional de Quito (EPN).
Ellos ayudan a los ciudadanos que los visitan con sus artefactos eléctricos y electrónicos averiados.
En la mayoría de casos encuentran una solución y evitan que dichos aparatos se conviertan en basura contaminante y que tarda años en degradarse.
Precisamente ese es uno de los conceptos que impulsó el proyecto “Café de reparación tecnológica”, una idea que surgió a raíz de lo que el docente Carlos Cevallos observó en Bruselas, mientras realizaba su doctorado.
“Me pareció muy atractiva esa iniciativa para replicarla en el país y existió la aceptación para que fuera parte de los proyectos de vinculación con la sociedad; eso nos permitió tener el apoyo total de la EPN”.
La primera feria con este propósito fue a finales del año anterior y la más reciente la semana pasada, en la que tuvieron mayor acogida.
Los estudiantes involucrados por instantes no abastecieron la gran demanda de reparaciones que requerían los vecinos del sector.
La idea original, según la docente Estefanía Orquera, era contar con 10 alumnos, pero solo hubo cabida para cinco. “Más adelante, por la demanda que tuvimos, ojalá nos aprueben sumar a más jóvenes”.
La mano de obra en estas ferias no tiene costo, pero sí el repuesto que se necesita para arreglarlo y ese valor corre por cuenta del bolsillo del propietario.
Antes de cualquier trabajo, advierten a los usuarios que en caso de que no haya solución el artefacto se quedará en la EPN, porque los alumnos pueden sacar piezas que servirán para otros arreglos.
“Siempre será más económico reparar un artefacto y queremos hacer conciencia en las personas, sobre el impacto ambiental que tiene deshacerse de un aparato técnico cuando puede servir”, indica Ismael Suquillo, uno de los estudiantes del proyecto.
Esta experiencia le sirve como parte de las 400 horas de prácticas que debe cumplir para egresar de la carrera.
Gracias al “cafecito”, los visitantes pudieron observar y recibir tips de cómo conservar sus electrodomésticos.
“No solo les explicamos cada detalle que revisamos, sino las maneras de alargar la vida útil de esa máquina. La finalidad es que no sea parte de la basura electrónica”, refirió Marco Toapanta, quien es uno de los más entusiastas.
A diario en su casa se las ingenia para practicar con los recursos que su familia le entrega. “A veces arreglo, otras no; pero igual voy aprendiendo y eso es importante”.
Cristina Oña, la única mujer del proyecto, aspira a que la iniciativa se replique una vez al mes, quizás los jueves en los que la EPN tiene su momento cultural.
Ella llegó a esta carrera por casualidad, pero conforme visitó los laboratorios descubrió que era una pasión.
“Sé un poco de todo para arreglar artefactos porque muchos tienen una estructura similar”.
El proyecto trabaja en conjunto con la Asociación cultural y comunitaria “Arte y libertad” con la que llega a barrios populares del sur de Quito para socializar la iniciativa y brindar arreglos técnicos sin costo. (I)